Josef Mysliveček (‘Il boemo’) fue un don nadie con dotes, un individuo arruinado y de rostro deforme por la sífilis y, entremedio, el rey de la ópera en la Italia del siglo XVIII. Petr Václav, que ya había dirigido el documental ‘Confession of the Vanished’ sobre Mysliveček, vuelve a acercársele, hoy con todas las armas de la ficción. Aborda los temas mayúsculos que la biografía del checo moviliza: la libertad, el deseo, el compromiso y la muerte. Su película camina al compás arrebatado de la ópera y avanza de forma abrumadora, mezclando escenas tórridas, confesiones al sonido de un murmullo, arias de un poderío indiscutible… El resultado es confuso pero gratificante, como eco de la voluptuosidad sin límites que vertebró la vida del compositor. Popurrí, vira entre la carcajada (más o menos atinada, más o menos fácil) y el estudio intensivo de las emociones humanas, que Václav realiza sobre los rostros de sus intérpretes. Allí buscará las grandes pasiones, la belleza de que tanto se habla.

La vida de Mysliveček pasa de una mujer a otra, que va intercambiando según le convenga. No obstante, serán ellas el motor y gasolina de su trayectoria: de aprendiz desconocido en tiempos de sobreabundancia de genios, a compositor del rey. El ascenso se complejiza, convierte el mundo del arte (la misma noción de «genio») en un retorcido campo de juegos de poder. Sonreímos, solo un poco. La ambición tiene consecuencias inesperadas y el rey es, al fin y al cabo, la pieza más vulnerable del tablero.