Antes de Giannis Antetokounmpo, jugador de baloncesto de los Bucks campeón de la NBA en 2021, la ciudad de Milwaukee era conocida sobre todo gracias a tres personas u objetos: las motos Harley Davidson, la serie de televisión ‘Happy Days"’y uno de los mayores asesinos en serie de la historia, Jeffrey Dahmer. Cada uno a su manera, un símbolo de Estados Unidos.
Las Harleys, con su diseño muy peculiar y el postureo de los posesores de estas mega-motos, han dado la vuelta al mundo literalmente. ‘Happy Days’ fue el retrato idealizado de la típica familia burguesa américana, los Cunningham, en la década de los 50: todos blancos y todos sonrientes (de ahí el título, ‘Días felices’), una era en que hasta fanfarrones como Arthur ‘Fonzie’ Fonzarelli -un chaval mayor con chaqueta de piel- podían ser agradables. Al otro lado de esta moneda ideal de ‘Happy Days’ aparece uno de los peores ‘serial killers’, que no apareció en las crónicas cotidianas: Jeffrey Dahmer, ‘El caníbal de Milwaukee’.
Una historia atroz la de Dahmer, sus 17 víctimas y sus familias, y en la que se puede notar cómo la policía local no investigó ni siquiera cuando las evidencias eran claras
Sobre este hombre se ha escrito una cantidad desorbitada de libros y se han producido también muchísimas películas o series de televisión. ¿Podía un coloso como Netflix no subirse a ese carro? Claro que no. De esta forma se ha lanzado una serie de televisión que ha sido la más vista en la última semana en todo el Estado español: ‘Dahmer-Monstruo’. Un extraordinario Evan Peters, actor de la «cantera» de las pelis Marvel y galardonado con un Emmy en 2021 por su papel en ‘Mare of Easttown’, es el retrato tremendamente fiel del asesino, con un rostro parecido al de Alex Delarge de ‘La naranja mecánica’. En general el producto es realmente bueno, aunque durante sus diez episodios tenga algunos altibajos. Cosas que pasan, desde luego.
Es una historia atroz la de Dahmer, sus 17 víctimas y las familias de estas víctimas. Una historia donde se puede notar claramente cómo uno de los culpables de esta matanza fue ni más ni menos que la policía local, que no hizo nada para investigar, ni siquiera cuando las evidencias eran claras.
El bocadillo
Es curioso cómo en la página de Wikipedia sobre la ciudad de Milwaukee, la mas poblada del estado del Wisconsin pese a no ser su capital, no aparece en ninguna línea el nombre de Jeffrey Dahmer. Ganas de olvidarlo, sin duda. Desafortunadamente la figura de este joven que a primera vista parece un tipo atontado y algo robótico se ha convertido en algo tan popular que ha generado infinidad de análisis sicológicos y sociológicos, y también de comics, canciones o chistes.
Ya estando en la cárcel Dahmer recibía cartas de sus «fans», que lo comparaban con personajes ficticios como Michael Myers, de ‘Viernes 13’, o Freddie Krueger en la saga de ‘Nightmare’. Pero este era real, y estab listo para entrar en el imaginario colectivo de Estados Unidos como una atracción circense. Su padre Lionel también estuvo trapicheando alguna biografía suya y de su hijo mientras Jeff estaba preso, queriendo aprovechar el apogeo de la cuestión.
¿Cómo pudo Dahmer, a lo largo de trece años, matar en su casa o la de su abuela a tanta gente, y perpetrar todo lo que vino después?
Pero ¿cómo pudo Dahmer, y además a lo largo de trece años, matar en su casa o en la de su abuela a tanta gente, cortando y conservando partes de los cuerpos para comérselas o hasta para tener relaciones sexuales con los cadáveres?
Uno de los personajes-llave de la serie de Netflix es su vecina Glenda, que intenta más de una vez denunciar a Dahmer por los tremendos hedores que salen desde su piso. Esta mujer afroamericana tiene unas cuantas sospechas: los invitados desaparecidos, la actitud rara y poco colaborativa de Jeffrey y sobre todo esa sensación nauseabunda que (milagros de la televisión) nos libramos de percibir gracias a que el olfato no traspasa la pantalla.
Sospechas que llevan a Glenda a rechazar, en una de las secuencias mas espeluznantes de la serie, la ofrenda de un bocata de una especie de jamón york que Dahmer le ha preparado. Una escena de pocos segundos que podría alargarse horas, como el primer episodio, donde se cuenta en poco tiempo como el caníbal de Milwaukee acaba descubierto: gracias a una serie de coincidencias y a un milagro. Seguramente sin la ayuda de los investigadores ni de la policía local.
Mirar a otro lado
La noche del 22 de julio de 1991 Tracy Edwards, tras haber encontrado a Dahmer en un local gay (siendo los dos homosexuales), aceptó su propuesta de trueque: 100 dólares a cambio de algunas fotos sexys. Era la misma trampa que siempre utilizaba el asesino para invitar a su casa a las víctimas, donde las drogaba y las estrangulaba, antes de emplear otros procedimientos horrososo como disolver parte de los cuerpos en ácido.
Aquella noche Edwards, por puro milagro, logró escaparse de aquel engaño y empezó a correr por las calles del barrio periférico de Milwaukee donde vivía Dahmer, único hombre blanco rodeado por familias sobre todo asiáticas y afroamericanas, también sus víctimas favoritas. Tracy se topó con una patrulla de policía que pasaba por ahí y casi a la fuerza, todavía con un par de esposas en una de las muñecas, la llevó al piso de su torturador.
Una vez en casa de Jeffrey los agentes no pudieron, como habían hecho en otros casos, mirar a otro lado: decenas de fotos de cadáveres, el olor de siempre y en el frigorífico la cabeza decapitada de la última victima.
Sin embargo, en el pasado los caminos de la policía y de Dahmer se habían cruzado e incluso rozado sin llegar a generar la mínima sospecha. Hubiera sido mejor, por ejemplo, controlar más y mejor el coche de Jeff mientras iba a sepultar los restos de una de sus víctimas, o cuando Glenda había denunciado a su vecino al verle junto al joven Konerak Sinthasomphone, que estaba desnudo, drogado y semiinconsciente, pocos minutos antes de ser aniquilado con una injección mortal de ácido en el cerebro.
«¿Pudo ocurrir que, siendo los desaparecidos negros y asiáticos, los agentes policiales estuviesen desinteresados en el tema?»
Impacta el ritmo de los asesinatos de Dahmer en su último periodo: casi uno al mes en 1991, con gente que desaparecía en hechos que nadie investigaba realmente. ¿Fue casual esa dejación? Aquel fue un año fundamental en la historia de las discriminaciones racistas en Estados Unidos: aquel 3 de marzo ocurrió el episodio de Rodney King, el hombre negro brutalmente agredido por la policía de Los Angeles, que sobrevivió por milagro a pesar de la paliza que había recibido.
¿Pudo ocurrir que, siendo los desaparecidos negros y asiáticos, los agentes policiales estuviesen desinteresados en el tema? Impresiona otro episodio de la serie, cuando las autoridades llevan a la cárcel a la hija de Glenda que había roto la cámara a un «turista« que se acercó al piso de Dahmer para sacar fotos. Ahí sí aparece dureza policial después de una denuncia. Y cabe recordar que los agentes implicados en el caso hasta fueron ascendidos.
También la muerte de Dahmer, muerto en la cárcel a manos de otro preso (un hombre negro), es una película similar. La Policía mirando a un lado, Jeffrey asesinado por el otro. El «último baile» de una historia que a día de hoy mantiene unos cuantos puntos en tinieblas o por lo menos poco claros. Y que llevará casi seguramente a otros libros o películas.