Los Presupuestos Generales del Estado prevén un gasto de 250 millones de euros, directos en las obras del Tren de Alta Velocidad, y otros 135,6 millones de euros los financia el Gobierno de Lakua vía Cupo (se los cobra después Madrid). En total, se destinan 385,6 millones para la alta velocidad.
El consejero de Economía y Hacienda del Gobierno autonómico, Pedro Azpiazu, aseveró que cuarenta años de retraso en esta obra demuestran que «no se ha dado importancia a la inversión en Euskadi», una situación que calificó de «estructural». Por contra, el titular de la cartera de Planificación Territorial, Vivienda y Transportes del mismo Ejecutivo, Iñaki Arriola, reconoció que no le ha «pillado por sorpresa» que los Presupuestos Generales del Estado (PGE) sitúen 2027 como fecha de culminación de las obras del TAV. Según Arriola, «hace dos años ya comenté que, tras contrastar con el Ministerio, estimábamos como fecha finales de 2026, principios de 2027. Tampoco es que en ese sentido me ha pillado de sorpresa que en los PGE aparezca la fecha de 2027».
Siempre son cinco años Al margen de sus explicaciones, no es raro que Iñaki Arriola no se extrañe y tampoco debiera hacerlo Pedro Azpiazu, porque esté quien esté en la cartera encargada del TAV, sea el PP o el PSOE en Madrid, o el PNV o el PSE en Lakua, el final de las obras de la «Y vasca» siempre se anuncian para «dentro de cinco años».
Ya está escrito que lo que ya se puede considerar una tradición la inició en 2005 el entonces consejero de Transportes del Gobierno de Ardanza, Alvaro Amann, quien no solo afirmó que los trabajos estarían acabados en 2010, sino que aseguró que «la ciudadanía las pasaría canutas» si no era así.
En realidad, en 2010 lo que se hizo fue perder definitivamente la esperanza de que para 2015 («dentro de cinco años») las tres capitales de la CAV estuvieran enlazadas por alta velocidad. Se empezó a decir que la infraestructura podría estar concluida en el primer semestre de 2016 y dedicar el resto de ese año para poner las vías, la electrificación y hacer los últimos remates, para empezar a ver pasar trenes en 2017.
Pero tampoco este anuncio se cumplió. Y en febrero de 2013, la entonces consejera de Medio Ambiente y Política Territorial, la jeltzale Ana Oregi, ofreció otro plazo para acabar las obras: 2013 más 5, 2018.
En enero de 2015 la promesa la hizo la ministra de Fomento, Ana Pastor, del PP. No solo aseguró que el proyecto «no tiene marcha atrás», sino también que «el TAV entrará en funcionamiento en Euskadi en el año 2019». Eso son cuatro años, pero como lo dijo en enero, a poco que las obras se alargaran un mes, estábamos ya en los cinco años.
Llegó 2019 y, pese a lo dicho por Ana Pastor, las obras no estaban concluidas, y pese a toda la experiencia frustrante acumulada, tampoco se acabaron los anuncios de nuevos. La consejera Arantxa Tapia retomó la tradición del «dentro de cinco años» y aseguró que esperaba que el TAV entrara en funcionamiento a principios de 2024.
Y así hasta ahora, con la duda de si algún día las obras se acabarán y, sobre todo, para qué, ahora que por fin Lakua ya ha admitido que poco servirán para las mercancías.