Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

La luz cayó en septiembre por primera vez en un año, pero la factura no

El precio de la electricidad se ha contenido desde que, en junio, se activara el «tope del gas». En septiembre bajó respecto al año pasado, pero el sobrecoste del tope es la cuarta parte de la factura.

Baja el precio de la luz, pero no la factura. (Jesús HELLÍN/EP)
Baja el precio de la luz, pero no la factura. (Jesús HELLÍN/EP)

El referente para calcular el coste de una factura de la luz es el OMIE, el precio medio diario del megawatio. Solo se escapan los contratos que temporalmente hayan pactado un precio fijo antes de que las compañías se dieran cuenta de que el mercado iba a dispararse. El método de cálculo es complejo, pues se suma el consumo en función del OMIE a una serie de fijos: potencia contratada, conexión... Para evitar la subida que comenzó en febrero de 2021 y se desbocó por completo en marzo de 2022, el Estado decidió poner un precio máximo al coste del gas para que este combustible no arrastrara al alza el OMIE.
El tope está cumpliendo su cometido solo aparentemente, estancando los precios del megawatio. Su letra pequeña –esa compensación que el Estado se comprometió a dar a las compañías para que dicho tope no les afectara– ha pasado a constituir uno de los items más relevantes de la factura, constituyendo entre un cuarto y un tercio de la misma.

El mecanismo de compensación también es objeto de fluctuaciones. En agosto fue particularmente lesivo para los consumidores. Su precio fue casi el doble que el mes siguiente. De forma que, más que reencauzar el coste hacia lo que se pagaba hace un año, el tope está estabilizando la subida de precios y, además, ese carácter variable genera dudas sobre su funcionamiento en invierno, cuando el precio del gas seguirá muy condicionado por la guerra de Ucrania.

La compensación que se paga a las compañías responde a la teoría siguiente. Como el sistema eléctrico requiere del empleo de gas, pues no hay suficiente suministro renovable y nuclear, las eléctricas tienen que seguir quemándolo, esté al precio que esté. Si pierden dinero al generar energía con gas, el Estado les compensa las pérdidas (sin que eso afecte al resto de precios del mercado eléctrico, como sucedía antes). La idea es perversa en tanto que las eléctricas pueden seguir ganando con el resto de energías y no pueden perder con el gas. En ningún caso se contempla que las empresas empleen los beneficios que consiguen por un suministro las 24 horas del día para compensar el uso de gas en momentos puntuales. Todo recae sobre el consumidor.

Y queda otra letra pequeña. El precio del gas se topó en 40 MW/h, a partir de 2023, cuando se cumplan los primeros seis meses funcionando, el precio limitado del gas irá subiendo de cinco en cinco euros, hasta los 70 MW/h.

Si el mecanismo sigue funcionando como hasta ahora, lo previsible es cierta estabilización del total de la factura los próximos meses, y, en enero, en el momento de más frío y más calefacción, el inicio de nuevas subidas en el mercado diario, con el tope de gas quedándose como otro elemento más a pagar todos los meses.