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Elkarrizketa
François Ozon
Cineasta

«Soy muy partidario de la teatralidad en el cine»

Nacido en París en 1967, debutó como director hace 25 años. Ha desarrollado una de las carreras más sólidas del reciente cine francés donde conviven títulos tan prestigiosos como ‘Bajo la arena’, ‘8 mujeres’, ‘En la casa’ (Concha de Oro 2011) o ‘Peter Von Kant’, que acaba de llegar a las salas.

François Ozon estrena ahora ‘Peter Von Kant’.
François Ozon estrena ahora ‘Peter Von Kant’. (CARAMEL)

En ‘Peter Von Kant’, que se presentó en el último Zinemaldia, Ozon rinde homenaje a R.W. Fassbinder, uno de los autores clave del cine europeo contemporáneo y lo hace volviendo sobre una de sus obras más famosas en un filme que, como es norma en su director, se estructura sobre la idea del intercambio de roles.

¿Qué le llevó a acometer esta relectura del clásico de Fassbinder? ¿Es un director que le inspira?

Bueno, no es la primera vez que me adentro en el universo Fassbinder. Mi tercer largometraje, ‘Gotas de agua sobre piedras calientes’, estaba inspirado en un guion suyo que escribió cuando tenía 19 años y que dio lugar a una película que él mismo comenzó a rodar pero que dejó inconclusa. Por lo tanto no es un cineasta que me resulte ajeno. La idea de hacer esta película surgió durante el confinamiento. En aquel entonces no sabíamos como iba a acabar todo esto y a mi me dio por pensar: «¿Volveremos alguna vez a hacer películas como antes o estaremos condenados a rodar sólo en interiores?». Esos pensamientos me llevaron a ‘Las amargas lágrimas de Petra Von Kant’, que es un filme que me encanta y que transcurre en interiores.

Obviamente nunca me planteé la idea de hacer un remake porque me parece una película demasiado grande como para versionarla, pero sí que me apetecía hacer una relectura de aquella historia.

En su película hay una frase que gravita de fondo como una especie de mantra y donde se dice que los hombres destruyen aquello que aman. ¿No le dio miedo que su amor por Fassbinder le condujese justamente a eso?

No porque mi mirada como cineasta es muy distinta a la suya. De hecho, esa frase que citas, y que está en la película, es un aforismo de Oscar Wilde y yo creo que tanto él como Fassbinder tenían una visión mucho más sombría del amor de la que puedo tener yo ¿Por qué? Pues porque a ambos les tocó vivir en épocas muy difíciles. Oscar Wilde en plena era victoriana y su condición de homosexual lo llevó a la cárcel mientras que Fassbinder, creció en una Alemania derrotada que trataba de dejar atrás el estigma del nazismo. Frente a ellos yo nací en una época mucho más luminosa, en plena eclosión de libertades.

Antes ha comentado que lo que le atrajo de la posibilidad de hacer esta película fue el carácter teatral del filme que lo inspira. ¿Cómo ha conseguido alejarse de los riesgos de teatralidad que le planteaba rodar en un único escenario con un número reducido de actores?

Aunque el adjetivo ‘teatral’ para definir una película tenga un sesgo negativo, yo la verdad es que soy muy partidario de la teatralidad en el cine, es algo por lo que siempre he apostado de manera muy consciente. Yo creo que es algo que tiene que ver con las teorías de Bertold Brecht sobre la distancia que hay que generar entre actor y personaje, una enseñanza que me resulta tan válida para el teatro como para el cine. Por otro lado, la vida no es otra cosa que un gran teatro donde, como decía Jean Renoir, a todos nos corresponde interpretar un papel. El protagonista de ‘Peter Von Kant’ es un tipo que comienza la película interpretando el papel del gran director que es, pleno de afectación y divismo, pero a partir de un determinado momento cae esa máscara y las cosas comienzan a cambiar con lo que el sentido de teatralidad que tiene la propuesta se invierte hasta generar otro tipo de relato.

Para ello tiene un aliado de lujo en Denis Ménochet que aquí aborda un personaje bastante alejado de sus papeles anteriores ¿Qué le hizo pensar en él como protagonista de la película?

Es la tercera vez que trabajo con él después de ‘En la casa’ y ‘Gracias a Dios’. En este caso, tengo que reconocer que no fue mi primera opción para el personaje. Cuando comencé a pensar en llevar a cabo una relectura de ‘Las amargas lágrimas de Petra Von Kant’ la primera idea que me asaltó es que cuando escribió aquella historia, Fassbinder tenía 25 años y entonces me pregunté: «¿Quién podría ser dentro del cine francés actual el equivalente a Fassbinder? ¿Quién tiene ese aura de enfant terrible?».

Enseguida me vino el nombre de Xavier Dolan así que le mandé el guion y él me dijo: «Mira es un guion maravilloso pero yo no puedo hacer este personaje porque me identificarían con él». En ese momento pensé que igual lo que tenía que hacer es contar con alguien alejado en edad y en físico de lo que hasta entonces tenía en la cabeza y opté por Denis. Creí que sería divertido ponerle a interpretar a alguien vulnerable, frágil, tan alejado de los personajes que suele encarnar. Él recibió la propuesta con miedo y no lo veía nada claro pero, poco a poco, fuimos leyendo el guion juntos y terminó por aceptar. Yo creo que si lo hizo fue porque sabía que nadie le va a ofrecer nunca más un papel así. El caso es que hemos hecho una película muy distinta a aquella que podíamos haber rodado con Dolan como protagonista. Eso me reafirma en la teoría de que los actores son tan autores de la película como el director.

Fassbinder decía que para ser un gran artista uno debe vivir dos vidas en una. ¿Comparte esa visión? ¿Cree que desdoblarse es primordial para ser un buen cineasta?

Bueno, yo creo que él afirmaba eso como expresión de un deseo porque el problema de Fassbinder fue, justamente, que no supo desdoblarse: en su caso, el cineasta y la persona van indisolublemente unidos para bien y para mal. En Fassbinder había un deseo de vampirizarlo todo, la historia, los personajes, el trabajo con los actores… Frente a esas exigencias para lograr que todos los que trabajan a tu lado estén a tu disposición, yo prefiero desarrollar un clima de confianza mutua con mis intérpretes. Solo así estoy disposición de que me den lo mejor de sí mismos, haciendo que ellos sepan de antemano todo lo que yo, como director, puedo darles.

Entonces usted, como director de cine, ¿no tiene su propia máscara? Se lo pregunto por eso que decía antes de que la vida es un gran teatro donde todos estamos condenados a representar un papel.

Bueno, lo que está claro es que hoy en día vivimos en una sociedad completamente mediatizada con lo cual hacer cine no consiste únicamente en rodar una película, sino que después, debes ejercer de comercial y acometer un servicio posventa que incluye entrevistas, promoción, presencia en festivales… Y ahí tengo que reconocer que sí, que en ocasiones me endoso una máscara para soportar los rigores de todo ese proceso que, aunque puede resultar gratificante, la mayoría de las veces implica un gran desgaste y no está vinculado, en modo alguno, al hecho de hacer cine.

Pero ¿y en el plató? ¿nunca se ha puesto esa máscara? Porque todas sus películas están basadas en la idea de las relaciones de poder y sumisión que se establecen entre los individuos

Yo creo que mis películas hablan, sobre todo, sobre la manipulación. Y claro, todo director de cine es un gran manipulador: en el momento en que estás llevando a cabo un trabajo de puesta en escena y diriges a unas personas para que interpreten aquello que no son, estás ejerciendo la manipulación. También sobre el espectador, aunque se trate de una manipulación lúdica y no necesariamente perversa. Bueno, tengo que reconocer que un poco perverso sí que me gusta ser con el público (risas).