Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Los pros y los contras de un mundo cada vez más urbano

Las ciudades ocupan solo el 2% del planeta, pero en ellas reside la mayor parte de la población, y concentran entre el 60% y el 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono. Pero también aportan el 80% del PIB global y son muchas veces lugar de acogida y esperanza.

Una calle de Tokio, una de las matores urbes del planeta.
Una calle de Tokio, una de las matores urbes del planeta. (Getty Images)

La población mundial es cada vez más urbana. De hecho, desde 2007 la mayoría de la gente que habita este planeta vive en ciudades, y se espera que sea el 60% en 2030. Serán siete de cada diez a mediados de siglo, y ese acelerado proceso va a ser causa de grandes retos en las próximas décadas.

Lógicamente, el tránsito de lo rural a lo urbano no se produce sin motivo. Para muchas personas, las ciudades representan un mundo de nuevas oportunidades, incluido el empleo. De hecho, existe un vínculo muy fuerte entre urbanización y crecimiento económico, y las ciudades contribuyen a más del 80% del PIB global.

Pero las ventajas van más allá. Las ciudades ofrecen, por ejemplo, mayores oportunidades de movilización social y de empoderamiento de las mujeres, y muchos jóvenes, sobre todo mujeres, ven en el traslado a las ciudades una oportunidad de escapar del patriarcado tradicional y experimentar nuevas libertades. Las zonas urbanas ofrecen mejor acceso a los servicios de educación y atención médica, incluido el cuidado de la salud sexual y reproductiva, y una mayor garantía en el ejercicio de los derechos reproductivos.

El proceso de urbanización también podría constituir una oportunidad de sostenibilidad, ya que la vida en las zonas urbanas ofrece el potencial de hacer un uso más eficiente de los recursos, generar una explotación del suelo más sostenible y proteger la biodiversidad de los ecosistemas naturales, aunque eso requiere una planificación urbanística acorde con ese objetivo, lo que hoy es algo excepcional.

Con todo, esa es también una de las bondades que se le atribuyen a la urbanización. Por contra, el ritmo y magnitud de este proceso plantean desafíos evidentes, como satisfacer la creciente demanda de viviendas asequibles, de sistemas de transporte bien conectados y de otros tipos de infraestructuras y servicios básicos.

Además, aunque el empleo es uno de los grandes atractivos de este tipo de migraciones, donde la motivación económica es uno de los principales factores, junto a los conflictos armados y, cada vez más, las consecuencias de la crisis climática, el trabajo tampoco está garantizado en las urbes. Sobre todo en aquellas que se sitúan en países donde el incremento demográfico es mayor que el desarrollo económico.

«La cara de la desigualdad»

Tal y como indica el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA), «la cara de la desigualdad es cada vez más urbana», dado que «son demasiados los residentes de zonas urbanas que tienen que lidiar con la pobreza extrema, la exclusión, la vulnerabilidad y la marginación».

No es un dato menor que el 95% de la expansión de los terrenos urbanos en las próximas décadas vaya a darse en países en vías de desarrollo, donde en muchos casos va a ser muy difícil acompasar el crecimiento de las ciudades con las necesidades básicas de sus nuevos moradores.

En estos momentos y según cifras oficiales, cerca de 900 millones de personas viven en barrios marginales o en asentamientos informales. El mayor número de personas viviendo en precario se concentra en el África subsahariana (199,5 millones), seguida por Asia meridional (190,7 millones), Asia oriental (189,6 millones), Latinoamérica y el Caribe (110,7 millones), Asia suroriental (88,9 millones), Asia occidental (35 millones) y, finalmente, el norte de África (11,8 millones). En términos porcentuales, hace ya más de una década el 62% de la población urbana del África subsahariana vivía en barrios marginales, el porcentaje más elevado del mundo.

Cerca de 900 millones de personas viven en barrios marginales o en asentamientos informales

Es un punto de partida complicado pues es en el continente africano donde más va a crecer la población en las próximas décadas, no solo la urbana, pero sobre todo la urbana. Las ciudades de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, y Lagos, en Nigeria, tienen las tasas más altas de crecimiento actual, con un aumento de residentes del 4,39% y del 3,54%, respectivamente, en un solo año.

Pero el desequilibrio no es solo entre demografía y economía; el terreno urbano utilizado está aumentando mucho más rápido que la población, hasta en un 50%, lo que se debe en cierto modo al aumento del consumo de suelo por parte de los más pudientes y la cada vez mayor separación entre las comunidades ricas y pobres dentro de las propias urbes. «Esta expansión –advierte el UNPFA– socava la eficiencia de la vida urbana y margina a las personas pobres que viven en las zonas remotas o periféricas de las ciudades, con frecuencia en barrios marginales o en asentamientos informales densamente poblados». Por otra parte, debido a esa exagerada expansión territorial, se espera que en tres décadas se incorporen 1,2 millones de km² de nueva superficie urbana, lo que ejercerá presión añadida sobre la tierra y los recursos naturales globales.

Medioambiente, agua y alimentos

Según admite la propia ONU, «la rápida urbanización –de 751 millones de personas en 1950 a 4.200 en 2018– está dando como resultado un número creciente de habitantes en barrios empobrecidos, e infraestructuras y servicios inadecuados y sobrecargados (como la recogida de residuos y los sistemas de agua y saneamiento, carreteras y transporte), lo cual está empeorando la contaminación del aire».

En este sentido, el 90% de los habitantes de las ciudades respiraba en 2016 aire que no cumplía las normas de seguridad establecidas por la Organización Mundial de la Salud, lo que provocó ese mismo año un total de 4,2 millones de muertes debido a la contaminación atmosférica. Más de la mitad de la población urbana mundial estuvo expuesta a niveles de contaminación del aire al menos 2,5 veces más altos que el estándar de seguridad.

El 90% de los habitantes de las ciudades respiraba en 2016 aire que no cumplía las normas de seguridad establecidas por la OMS

Asimismo, casi quinientos millones de residentes urbanos viven en zonas costeras, lo que los hace más vulnerables a las marejadas ciclónicas y al aumento del nivel del mar causado por el calentamiento global. En las 136 ciudades litorales más grandes del mundo viven ahora mismo unas mil millones de personas, y alrededor del 90% de la expansión urbana de los países en desarrollo se registra en áreas próximas a zonas de riesgo climático, lo que se traduce en una proliferación de asentamientos informales, no planificados y menos seguros.

No es el único problema; el organismo de la ONU para los alimentos (FAO) alertó en 2020 de que el hambre y las muertes podrían aumentar significativamente en las zonas urbanas que no cuentan con forma de garantizar que los residentes vulnerables tengan acceso a alimentos. Además, proveer agua potable a poblaciones tan importantes también va a ser un reto, sobre todo en países con estrés hídrico estructural y malas infraestructuras.

La preocupación por la viabilidad urbana se recoge en la Agenda 2030 de la ONU, a través del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11, donde se establecen siete objetivos a alcanzar para esa fecha. El primero de ellos, «asegurar el acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos adecuados, seguros y asequibles y mejorar los barrios marginales», pone de relieve donde se centra la principal preocupación en torno al futuro de las urbes.

En la agenda también se fija como meta el «acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos» y «la ampliación del transporte público», así como «reducir el impacto ambiental negativo per cápita de las ciudades, incluso prestando especial atención a la calidad del aire y la gestión de los desechos municipales y de otro tipo».

Se trata, en definitiva, de hacer de las ciudades un lugar donde merezca la pena vivir... pero sin dejar morir aquello que queda extramuros, un mundo rural cada vez más despoblado y que en muchos sitios va camino de convertirse en un erial.