Daniel   Galvalizi
Periodista
Elkarrizketa
Kevin Ary Levin
Sociólogo y Master en Medio Oriente de la Columbia University

«La izquierda israelí solo puede apostar a ser furgón de cola de un gobierno de centro»

Este martes Israel vuelve a las urnas con los sondeos mostrando que los dos bloques en disputa no tendrán mayoría absoluta. El experto Kevin Ary Levin explica por qué cada vez es más probable un gobierno de unidad nacional, el fenómeno de Netanyahu y las nulas perspectivas de paz con los palestinos.

El sociólogo y Master en Medio Oriente de la Columbia University, Kevin Ary Levin.
El sociólogo y Master en Medio Oriente de la Columbia University, Kevin Ary Levin. (GARA)

Este martes los ciudadanos de Israel están convocados a votar para conformar la vigésimo quinta Knesset (Parlamento) para que emerja de allí un nuevo ejecutivo, tras la disolución de la Cámara el verano pasado. Los dos contendientes son el en apariencias indestructible Benjamin Netanyahu, del tradicional Likud (derecha), y el actual primer ministro, Yair Lapid, líder del Yesh Atid (Hay un futuro, en castellano).

Según las encuestas, ganará las elecciones el Likud con alrededor de 30 escaños y Yesh Atid obtendría 27. Los bloques en disputa, que básicamente solo tienen en común estar a favor o en contra de un Netanyahu otra vez premier, sumarían alrededor de 60 y 57 respectivamente. La mayoría absoluta es 61, por tanto los partidos periféricos serán decisivos. Entre ellos, la derecha radical de Sionismo Religioso, irrumpiría con 15 escaños cambiando el mapa político. La participación electoral de los árabe-israelíes, el 20% del padrón, también puede torcer la suerte.

El sociólogo y Master en Medio Oriente de la Columbia University, Kevin Ary Levin, explica en entrevista a NAIZ por qué el próximo gobierno posiblemente sea de unidad nacional a pedido del propio Likud, el residual rol que le ha quedado en los últimos años a la otrora poderosa izquierda israelí, la situación en Gaza y Cisjordania y por qué parece tan inviable un sistema que, a pesar de todo, sigue funcionando.

Para estas elecciones hay 13 partidos con posibilidad de entrar en el Parlamento en un país de 9 millones. La fragmentación no cesa en Israel parece...

Sí, es peor. Habrá 30 partidos con papeletas en las mesas de votación. Ahora el umbral electoral está en 3,25% con respecto al total nacional (la circunscripción es única), entonces un partido como Balad (el menos fuerte de las formaciones árabe-israelíes) que obtiene 2% no logrará escaño.

Hay que recordar que el suelo electoral con el tiempo fue subiendo, había partidos en los primeros años de la Knesset con un solo parlamentario, y consideraron que era mejor llevarlo al nivel actual para hacer menos difícil el armado de las coaliciones. También es cierto que Avigdor Liberman (extrema derecha religiosa) impulsó esa ida (cuando cogobernaba) para hacer más difícil a los árabes que tengan escaños.

El año pasado el partido Ra’am (Lista Arabe Unida) se sumó al Gobierno y permitió así echar a Netanyahu. ¿Esto podría volver a ocurrir?

Sí, podría ser. En primer lugar porque desde Ra’am se presenta como un éxito la participación en el gobierno y haber logrado impedir la reelección de Netanyahu. 

reo que su líder, Mansour Abbas esperaba que eso se traduzca en más escaños y las encuestas le auguran cuatro, que es el mínimo con el que se entra, así que está a un paso de no entrar.

La paradoja es que el divorcio de las tres listas árabes es una buena noticia para el bloque anti-Netanyahu, porque una de las debilidades que tiene una coalición de ellos es que la mayoría de ese bloque está dispuesto a un gobierno de unidad ante cualquier precio pero hay otros que no, como los de Balad, que anunciaron que no formarían parte de ningún acuerdo de investidura.

En cambio sí podrían aceptar los otros dos, Hadash-Ta’al (el ex Partido Comunista de Israel, con mayoría hoy de integrantes árabe-israelíes) y Ra’am. La representación árabe-israelí en el Parlamento tiene en contra su fragmentación y la poca participación electoral de este sector.

¿Se avecina otra vez una difícil formación de coalición de gobierno?

Uno de los grandes problemas que tiene el heterogéneo bloque anti-Netanyahu es que no hay una postura común en casi nada, mientras que el otro lo tiene muy definido y tiene mucha disciplina interna.

El bloque pro Netanyahu es el Likud y las tres listas del sector ortodoxo de la sociedad: Judaísmo Unido, que son ashkenazim, el Shas, que son sefardíes y más progresistas en lo económico, y Sionismo Religioso, que es un frente que se formó en 2021 por la fusión de dos partidos de derecha radical, que provienen de los colonos judíos, nacionalistas, y de tradición anti árabes, abiertamente teocráticos y homofóbicos. Se unieron a pedido de Netanyahu para que él pueda usarlos como socios. Israel se mueve por coaliciones variadas y a veces no es tan importante que el Likud, por ejemplo, obtenga un escaño más o menos, sino que tenga los socios suficientes para llegar a la mayoría.

¿Puede haber una coalición sorpresiva o una de derecha y religiosos es más probable?

Bueno, hay un escenario bastante probable que Netanyahu les pida a Lapid (primer ministro) y a Gantz ( ministro de Defensa) hacer un gobierno de unidad bajo el pretexto de evitar que la derecha radical ocupe lugares de influencia en el futuro gobierno. Le dirá a Lapid ‘tu y yo juntos, para evitar que gobiernen los ultrarreligiosos en educación y cultura’.

Lo que desea hoy Netanyahu es rescatar su legado, está ocupado por sus juicios por corrupción, sobornos y fraudes que tiene en marcha. Esta elección no se va a definir tanto por los votos que tenga Likud o el partido de Lapid, sino por cuánto tengan los otros. 

¿El conflicto con los palestinos ha sido un asunto de campaña o fue relegado?

En Israel, la izquierda, derecha y centro se definen casi exclusivamente por el qué hacer con los palestinos y con los territorios ganados en la guerra del 67 (la Guerra de los Seis Días).

El centro quiere sostener que cuando estén dadas las condiciones se puedan ceder territorios, de hecho Lapid es un ex periodista, emergió como líder con un gran paraguas sobre este tema y por su posición puede no molestar demasiado a los extremos.

Su coalición, de ocho partidos, estaban unidos solamente por la oposición a Netanyahu, quien hizo boicot constante a la legislación, rechazaba cosas que en cambio sí apoyaba siendo oficialismo. Una de ellas es la ley que extiende la ley civil a los israelíes que viven en Cisjordania, que los somete a ley civil y no militar, ya que por ser territorio ocupado allí rige la ley militar. Cosas básicas como esa Netanyahu boicoteó.

Netanyahu es como el Berlusconi de Israel, siempre está, nunca se va.

Es un estilo común sí, Netanyahu es menos hedonista al menos públicamente. Desde fuera de Israel es difícil entender la continuidad de Netanyahu, pero hay que ver lo que significa para ellos. Es visto por la mayoría como el responsable del milagro económico y del crecimiento exponencial de las últimas dos décadas.

Para muchos también es garantía de seguridad en un contexto en el que lo que prima es el escepticismo con respecto a la paz. Ante la no paz posible, quieren seguridad, piensan. De hecho, los últimos 20 años son los de menor cantidad de muertes israelíes por atentados terroristas de toda la historia.

También lo ven como responsable de que Israel sea un país con influencia en la geopolítica mundial y de referencia en la economía.

Hay identificación cultural de lo que se llama el Segundo Israel, él es apoyado más por la periferia, por los sefardíes, que siempre fueron más postergados, por la población menos educada. Mientras que las élites de Tel Aviv lo ven con desconfianza. Por eso Netanyahu habla del deep state que lo quiere perjudicar, etc. Un poco trumpista, de hecho, ha hecho videos de apoyo a Orban, a Bolsonaro y a Trump.

Con todo esto que comenta y tanto adelanto electoral y una sociedad tan cambiante, surge una pregunta: ¿Es Israel gobernable? ¿Está en un callejón sin salida en política interna?

Una de las evidencias de la fortaleza institucional de Israel es que a pesar de todo esto, las instituciones funcionan El sistema judicial funciona, la representación diplomática funciona y los servicios públicos también y la gente lo ve.

Pero es verdad que a pesar de todo esto sí se plantean interrogantes sobre la viabilidad del sistema político, que fue emparchado pero nunca se reformó de cero y hasta poco pudo funcionar bien pero ahora vemos que hay un empate entre estos dos bloques y eso pone al sistema en crisis, con gobiernos débiles que no pueden tomar decisiones contundentes, con vacío de poder.

Hay un sistema institucional robusto pero reglas electorales anticuadas. Tienen un distrito único y las listas sábana y el sistema le da una voz desproporcionada a los pequeños partidos que muchas veces acaban siendo los king makers.

Además hay un problema social de polarización, de bandos que se ven a sí mismos como traidores, actualmente hay mucha incitación contra la izquierda y muchas discusiones sobre la naturaleza misma del Estado y muchos candidatos antisistema. La minoría de derecha radical ha sido naturalizada por Netanyahu, y ha ganado terreno, sobre todo por los jóvenes que están mucho más a la derecha qu ella generación de sus padres.

Se percibe un cambio de época en la sociología política de la población israelí, hace años ya muy escorada a la derecha…

Sí, la mentalidad colectivista, laica, nacionalista y progresista que había en los 70 entra en crisis y empieza a acabarse con el fracaso del proceso de Oslo en los 90 y con la Segunda Intifada, que le pegó el último clavo al ataúd de la izquierda israelí. Fue una experiencia muy traumática para la población israelí y el grueso de los menores de 40 ven con mucho escepticismo una paz con los palestinos, los que creen en la paz posible son una opinión marginal.

También ha influido en el cambio de mentalidad el servicio militar obligatorio y los cambios educativos para reforzar una visión nacionalista.

Los israelíes han cambiado la forma de ver a su propio país y hoy el antes poderoso Laborismo y la izquierda de Meretz están marginados, sumados obtendrán no mucho más de 12 escaños.

Creo que Israel no es un callejón sin salida, en algún momento se va a resolver y aunque no me gusta hacer pronósticos, creo que será mediante un golpe interno del Luke para sacar a Netanyahu o mediante un gobierno de unidad nacional. 

La izquierda de Rabin, Peres, lo que fue el Laborismo en su momento, ¿volverá a existir en algún momento?

Es difícil que vuelva a ser lo que fue. Solo puede apostar hoy por hoy a ser el furgón de cola de un gobierno de centro y mostrarse necesaria para ser cierta brújula moral, aspira a eso.

La realidad es que parece que hasta que haya un cambio radical en la postura de los israelíes, las elecciones estarán definidas por un tiempo largo entre el centro y la derecha y la izquierda tiene el lugar de poder influenciar gobiernos de centro.

El Laborismo y parte de la izquierda, viendo lo impopular que es discutir temas de paz con los palestinos, ahora se ha vuelto más social, debatiendo el rol de la mujer en la sociedad, los derechos LGBT, la desigualdad, etc.

Porque Israel se ha vuelto invivible económicamente para muchos, sobre todo en la región central. Vivir en Tel Aviv es muy difícil salvo que trabajes para la high tech que tiene sueldos altísimos y el país está muy afectado por los precios de la viviendas. Miles de rusos y franceses llegan y compran propiedades y hay una gentrificación enorme.

El único partido que habla de estos temas y también defiende debatir la relación con los palestinos es Meretz, que habla de sí mismo como el partido de la verdadera izquierda, no cosmética.

¿El principal problema en relación a los palestinos es Gaza?

No, hay una dinámica con respecto a Gaza y otra con respecto a Cisjordania. De Gaza escuchamos más seguido porque hay una situación de falta de diálogo entre Hamas con Israel.

Actualmente la dinámica allí es la de «podar el césped», como le llaman, que es entrar cada equis tiempo para debilitar posiciones de agresión bélica de Hamas. En Cisjordania, cada vez más jóvenes palestinos ven al gobierno de Ramallah ya no como la entidad que avanza por sus intereses en pos de la soberanía política, sino como una entidad que colabora con Israel para evitarlo, los ven como traidores.

Sumado a que el Gobierno de Abbas en la ANP tiene acciones antidemocráticas, oprime a la oposición, cancela elecciones (no hay una hace más de 10 años) y de hecho los últimos intentos de atentados a población israelí no vinieron de Gaza sino de Cisjordania, de un grupo que se llama Cuna de Leones y son grupos que no ven tampoco a Hamas como algo exitoso.

Para la mayoría de los israelíes este asunto está invisibilizado, lo ven como una situación de guerra y hay poca consciencia de lo que ocurre allí. Y a Cisjordania los jóvenes la ven como parte de Israel y no entienden por qué es un problema hablar de ella como parte de Israel. En cuanto a Gaza, los israelíes no le quieren dar ninguna soberanía porque la ven como una plataforma de lanzamiento de cohetes de Hamas. Hay un recuerdo muy negativo de la forma en la que se hizo en 2005 la retirada unilateral de Gaza, por cómo fue y lo que generó.