Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Elkarrizketa
María Ptqk
Comisaria de arte

«Como ciudadanos no podemos ignorar la ciencia, tampoco delegar»

Jurista y economista de formación, María Ptqk (Bilbo, 1976) es una «rara avis» en nuestro panorama cultural. Comisaria, productora cultural e investigadora independiente, parece como si fuera un paso por delante del resto. La demostración: ‘Ciencia fricción’.

Mría Ptqk, comisaria de ‘Ciencia fricción’, exposición que puede visitarse en la Alhóndiga bilbaina.
Mría Ptqk, comisaria de ‘Ciencia fricción’, exposición que puede visitarse en la Alhóndiga bilbaina. (Aritz Loiola | FOKU)

En alguna ocasión, María Ptqk ha reivindicado el papel del intelectual, entendido como una persona que se dedica a pensar, investigar y  devolverle a la  sociedad conceptos, pensamientos, preguntas o herramientas. La definición le va como anillo al dedo. A lo visto nos remitimos: recien elegida comisaria del festival Getxo-photo –en junio de 2023 se analizará la sobreproducción de imágenes en la que estamos metidos, hasta en el ocio. Por algo se llamará ‘Pausa’–, María Ptqk es también la comisaria de ‘Ciencia fricción. Vida entre especies compañeras’, la exposición que alberga la Alhóndiga bilbaina hasta el 26 de febrero.

Surgida en 2017 por un encargo del Jeu de Paume de París para una exposición online, la de Bilbo es una versión ‘reacondicionada’ de la que, a raíz del encargo parisino, María Ptqk terminó comisariando en 2021 para el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Por allí pasaron nada menos que 55.000 personas; en el corazón del atrio del edificio bilbaino rediseñado por Philippe Starck, tras las cristaleras desde las que unos pulpos parece que contemplan impávidos el paso de los humanos, gente de todas las edades, muchos jóvenes. Un aviso: esta no es una exposición de arte al uso, aunque hay artistas; tampoco es una muestra de ciencias naturales, aunque hay científicas.

También hay filosofía, socioeconomía... y los arrecifes a ganchillo de Petra Maitz o las criaturas marinas imaginadas por Pinar Yoldas al metabolizado los desechos plásticos. Es, y le pedimos la defición a su comisaria, «una exposición de cultura contemporánea». Es decir, una reflexión de rabiosa actualidad sobre qué estamos haciendo con el planeta y cómo vamos de mal, pero muy mal, si seguimos con la cultura antropocentrista –el ser humano en lo alto del árbol de la evolución– cuando todo en la Tierra es interdependiente. Aunque los humanos, como siempre, vayamos a lo nuestro.

Partiendo de los trabajos de la filósofa y científica Donna Haraway (Colorado, 1944), autora de trabajos como ‘Cyber Manifesto’ (1985), y de la bióloga Lynn Margulis (1938-2011, destacada por su teoría sobre el papel de la simbiosis en la evolución), María Ptqk teje su investigación.

Parafraseando a Haraway, los humanos tendremos que «aprender a vivir y morir en un planeta dañado». Hay muchas lecturas en «Ciencia fricción», que bebe de la ciencia ficción feminista, pero, a la vez, llama la atención la constatación de qué pocas mujeres científicas conocemos.

Lo del feminismo en la exposición es metodológico; es decir, Donna Haraway es una filósofa feminista de la ciencia, de una rama de la filosofía de la ciencia que bebe del feminismo y analiza la ciencia desde la perspectiva de la filosofía feminista. Está muy inspirada en su trabajo, pues lleva consigo toda esa mirada que tiene que ver, no con la posición de las mujeres en la ciencia, sino con las miradas que han sido excluidas. El hecho, por ejemplo, de repensar la posición de los humanos es una de esas miradas que ha sido excluida. Es decir, hay como un dogma que dice que el ser humano es una especie superior y excepcional, a pesar de que la evidencia científica lo contradice. La perspectiva feminista de la ciencia, como está empeñada en una visión crítica y en abrir las ‘cajas negras’, se ha preocupado, por ejemplo, en ver si realmente hay una construcción de una visión de género que funciona como una visión cultural que proyectamos sobre los animales y los primates, del tipo: ‘Mira, los primates funcionan igual que una familia convencional norteamericana de los años 50’.

Evidentemente, no es así. Y esa misma mirada que estas feministas científicas han formado en ámbitos donde claramente sí que había una cuestión de género la puedes llevar a otras cuestiones; por ejemplo, para revisar el lugar de las bacterias, que es lo que aporta Lynn Margulis ​[destacada bióloga estadounidense, considerada una de las principales figuras en el campo de la evolución biológica]. Lynn Margulis dice que la forma de vida primordial terrestre son las bacterias y que somos colonias de bacterias. Hay una confección cultural de vernos como individuos y no como colonias bacterianas, aunque es lo que rigurosamente somos. La forma de vida primigenia terrestre de hace miles de millones de años, de donde surgió todo lo demás, son esas bacterias, que son las que hacen la fotosíntesis.

«Vivimos como si la basura desapareciera, vivimos como si fuéramos independientes de otras formas de vida. Pero no somos autónomos, en absoluto»

Lynn Margulis nos recuerda también que la basura no desaparece, ni se recicla. Sigue ahí. Da un poco de miedo.

Sí, es un concepto superbásico, que no es opinable.

¿Pero cree que realmente lo tenemos asumido?

¡Claro que no! Para mí, las fricciones del título de la exposicón aluden a las fricciones culturales que nos despiertan ciertos hechos científicos que culturalmente negamos. Vivimos como si la basura desapareciera, vivimos como si fuéramos independientes de otras formas de vida. Pero no somos autónomos, en absoluto. Por ejemplo, si hablamos de la vida en Marte, es que es un planeta muerto: puedes mandar a un humano con todo un aparataje técnico, pero nada más,  no puedes mandar la vida. Todos estos mitos son construcciones culturales.

La pandemia ha servido de acicate y parece que estamos  más interesados en la ecología. Habla también usted de conceptos como la «ciudadanización» de la ciencia.

Por eso es también es importante que este tipo de exposiciones estén en un centro de arte o en un centro cultural. Es que la ciencia es cultura contemporánea y yo insisto muchísimo en ello: no podemos ser ciudadanos contemporáneos ignorando la ciencia, porque, como sociedad, tenemos que empezar a tomar decisiones o a votar a personas que tomen las decisiones basadas en información científica. Entonces, no podemos delegar en eso, algo tendremos que aprender. Lo mismo que  tenemos asumido que tenemos que tener nociones de finanzas, porque entendemos que una persona con un nivel educativo medio puede hablar de tipos variables o fijos, de la inflación o la tasa de paro, sin embargo, entender lo que es una célula, o la diferencia entre un virus o una bacteria no está asumido. Hay como una cerrazón y un delegarlo a ámbitos hiperespecializados. Pero tenemos que empezar a ponernos las pilas como sociedad y entender lo que está pasando, porque realmente la urgencia medioambiental es máxima, pero la estamos viviendo como si no lo fuera. Y si hay alguna vía de solución, pasa por hacer entender lo que está pasando.

¿Desde el arte se puede hacer algo?

El arte, igual que la ciencia, es un lugar en el que se fabrican los imaginarios y los mitos de nuestra sociedad. Pero no solo en el arte, también en la publicidad o en la ciencia. También es un lugar de experimentación y en los momentos en los que hay vacíos de significado, es decir, cuando los relatos que tenemos ya no nos valen y tenemos que inventarnos unos nuevos, el arte es un lugar para experimentar con otros relatos.

«Tenemos que empezar a ponernos las pilas como sociedad y entender lo que está pasando, porque la urgencia medioambiental es máxima»

Será cuestión de cambiar la perspectiva, como con el Museo del Ganado, de Gustafsson & Haapoja, que hace un recorrido por la historia desde el punto de vista de los bovinos. La primera clonación de bovinos en Finlandia fue en 2001; de humanos, en 2003. No somos tan distintos.

La ciencia ficción ha trabajado en ir a ver qué pasa con las políticas reproductivas, en un sentido o en otro, porque unas veces son para esterilizar, pero también se usan para tener hijos. Aunque, al final, el cuerpo de las mujeres está siendo manipulado en un sentido u en otro. Yo he intentado mostrar la complejidad de las cosas, porque muchas veces, aunque nos gustaría tener respuestas sencillas para cuestiones complicadas, las cuestiones complicadas necesitan respuestas complicadas. No se puede dar una respuesta que valga para siempre para todo, aunque estamos empeñados en ello. Quizás tenemos que empezar a aceptar que las cosas no son sencillas.