«El conflicto étnico en Irán es inevitable»
Cuando se cumplen casi cuatro meses desde el inicio de las protestas que siguen sacudiendo Irán, el analista Mehrab D. Sarjov pone el foco sobre el complejo tejido étnico del país. A menudo ignorado, se trata de un factor que se antoja clave para su futuro más inmediato.
Mehrab D. Sarjov (Irán, 1962) pasó de frecuentar las cárceles persas por su activismo político en su Baluchistán Occidental natal a seguir luchando desde el exilio. Vive en Londres desde 1989, pero con una agenda siempre ajustada a la convulsión que marca la pauta en Asia Central. Además de ofrecer asesoramiento y mediación, Sarjov es un ponente habitual en conferencias y seminarios centrados tanto en la cuestión baluche como en las complejas relaciones tribales que trascienden las fronteras de Irán, Afganistán y Pakistán. Habla con GARA recién llegado de Ginebra, donde ha compartido su análisis sobre la situación que atraviesa su pueblo en el Foro de las naciones Unidas sobre las Cuestiones de Minorías.
Han pasado más de tres meses desde que comenzó la protesta. ¿Cuál es su balance?
Nada ha cambiado para mejor. La gente está cada vez más ahogada económicamente y el régimen sigue matando. Se anunció que se eliminaría la Policía de la Moral y que el hiyab no sería de uso obligatorio, pero no ha sido así. El régimen no ha dado ni un solo paso atrás. Se puede decir, eso sí, que la represión ha contribuido a la cohesión de los baluches de Irán. En Zahedan (capital de Baluchistán Occidental) se calcula que ha llegado a haber 130.000 manifestantes en la calle en la misma protesta, y eso es algo sin precedentes para nosotros. Otros que están demostrando una gran capacidad de movilización son los kurdos, quienes se articulan en una protesta mucho más política y diversa.
Por el momento, ambos pueblos son los que más muertos han puesto sobre la mesa.
El culto religioso iraní asegura recibir su mandato directamente de Dios. Los baluches y los kurdos son sunitas, por lo que es más fácil para el Estado acusarlos de ser «enemigos de Dios» y ejecutarlos. Mientras que el chiismo ha unido a árabes, turcos azeríes y persas, kurdos y baluches no han compartido valores con el resto de las naciones de Irán.
¿No han salido también a la calle turcos azeríes y árabes?
Si bien hay protestas, no son de ese calado. Los árabes de Ahwaz (región de mayoría árabe fronteriza con Irak) se consideran a sí mismos como una nación ocupada. Han sufrido tanto como los baluches y los kurdos en Irán; han luchado por su liberación, pero su riqueza nacional, el petróleo, se ha vuelto en su contra. El régimen mató a cientos de ellos dos años atrás y nadie más protestó ni mostró solidaridad, únicamente un puñado de partidos pequeños. Los árabes de Irán también se quedaron solos hace cuatro años, cuando el régimen dio fuego a un café en el que se reunían artistas e intelectuales. Murieron cuarenta, y tampoco protestó nadie. Hoy tienen muchas reservas: piensan que los clérigos los exterminarán, pero también que, esté quien esté en el poder, les seguirán robando, que nada cambiará. Se están conteniendo, esperan y observan.
Las demandas de los turcos azeríes por un «Gobierno nacional» aparentemente están ganando fuerza. ¿Están Ankara y Bakú jugando un papel activo aquí?
Tampoco hemos visto grandes protestas en su zona. Hay grupos autonomistas, pero no están en la calle, lo cual no quiere decir que sus demandas hayan desaparecido. Tanto Ankara como Bakú pueden haber alentado el movimiento turco en Irán, pero, al menos por el momento, no parece que tenga mucho recorrido. Por un lado, hay una élite turca que se siente cómoda en el Estado iraní; por otra, Erdogan es consciente de que es una carta peligrosa porque Teherán puede hacer lo mismo con los kurdos de Turquía. Creo que Azerbaiyán podría jugar un papel más importante porque también son chiíes.
¿Ha pillado la protesta por sorpresa al régimen?
No. Hubo informes filtrados meses antes del asesinato de Mahsa Amini (la joven kurda cuya muerte en comisaría detonó la protesta, el pasado 16 de septiembre) que apuntaban a que el Gobierno esperaba disturbios debido a la escasez de suministros de combustible y las dificultades económicas. Teherán pensó que podrían ser reprimidos muy rápidamente, por eso el régimen cometió la masacre en Zahedan, el 30 de septiembre, de la forma en que lo hizo. Las fuerzas gubernamentales utilizaron ametralladoras pesadas y helicópteros para disparar contra los asistentes a la mezquita: 103 personas fueron masacradas y miles resultaron heridas en menos de 17 minutos. Pero nada de esto es nuevo. El 4 de noviembre, 16 manifestantes fueron masacrados frente a la oficina del gobernador en Kash; en febrero del año pasado, 37 personas fueron asesinadas y más de 150 heridas en Shamsar Saravan, en el punto de frontera con Pakistán. Además, se ejecuta diariamente a dos o tres personas en Baluchistán. El régimen está cometiendo un genocidio contra los baluches en Irán. Hablamos de un pueblo que no tiene futuro en ese país.
Los baluches han protagonizado una insurgencia armada durante años a través de organizaciones como Jundullah, el Movimiento de Resistencia Popular de Irán o, más recientemente Jaish-ul-Adl. ¿Puede la protesta convertirse en combustible de otro fuego?
No hay nada que apunte en esa dirección, pero podría ocurrir. Creo que la mayoría de los baluches piensan que el régimen va a cambiar en Teherán, por lo que no ven necesario tomar las armas. Además, se ha logrado un consenso entre diferentes organizaciones para mantener la solidaridad nacional contra Teherán. En cuanto a esos grupos que menciona, llevan años inactivos, aunque la semana pasada murieron cuatro miembros de las fuerzas seguridad en un nuevo ataque. Pero eso es algo que ocurre a menudo en Baluchistán y no siempre es fácil saber quién está detrás de esos ataques. Históricamente, la cultura baluche es secular, no tiene un corte religioso profundo, pero eso tampoco quiere decir que sea una cultura cultivada. La mezquita sigue siendo un nodo social muy importante porque los clérigos, aunque sean suníes, nunca han tenido ningún problema con el régimen. Por supuesto, hablamos de una sociedad tribal, pero también existen partidos políticos independentistas, federalistas, e incluso monárquicos. Todos son ilegales, operan en la clandestinidad, pero cuentan con gente organizada tanto dentro como fuera del país.
Además de las protestas, las huelgas también son moneda corriente en estos días. ¿Pueden ser estas un factor clave?
Ha habido huelgas puntuales en mercados, escuelas y universidades, pero esto no provoca ningún impacto sobre el régimen. Irán es un país productor de petróleo y ni los trabajadores del sector ni los del transporte ni los de la banca han convocado una sola huelga, por lo que el Gobierno no pierde ingresos. Es cierto que la moneda local se ha devaluado, pero el Gobierno ha sabido sacar beneficio de ello.
¿Prevé divisiones internas en el Ejército o roces entre este y la Guardia Revolucionaria?
No. Ambos son una fuerza ideológica del régimen.
¿Y un conflicto armado abierto entre la oposición y las fuerzas del régimen?
No lo veo en Teherán ni en Isfahán ni en cualquier otra ciudad dominada por los persas. Las protestas en esas grandes urbes han perdido mucha fuerza, y eso hace que el régimen sea más fuerte hoy que hace un mes. Lo que sí temo es un conflicto sangriento en Irán entre kurdos y azeríes, como ya ocurrió en los 80 en Urmia. Los kurdos estaban armados y ganaron entonces, pero los turcos azeríes se la tienen guardada. La gente está jugando con las emociones y, si no se pone freno a esta dinámica, seguiremos moviéndonos en esa dirección. Es más, diría que el conflicto étnico en Irán es inevitable.
¿Un paquete de reformas enfriaría la situación o ya es demasiado tarde?
Los persas son mayoría y piden reformas, pero no lucharán contra los persas. No veo término medio porque la naturaleza de este régimen es irreformable: los clérigos triunfarán o serán derrotados.
Más allá de las sanciones, ¿contempla alguna otra medida desde el exterior?
Irán ha usado históricamente a sus vecinos para salirse con la suya y esquivar las sanciones. Las élites iraníes tienen fácil acceso a Europa y Asia: mientras matan al pueblo y le niegan sus derechos más básicos, sus inversiones y sus hijos están a salvo en países occidentales. Occidente debería empezar por sancionar a aquellas familias que tienen propiedades en el exterior compradas con dinero manchado de sangre, eso sería efectivo. Más allá, no contemplo una invasión como las de Irak o Afganistán.
La oposición aún carece de un interlocutor común para negociar con el Gobierno. ¿No es esto un signo de debilidad y de falta de unidad?
El problema es que no existe un verdadero partido de oposición iraní. Sí que hay personalidades que hablan a título personal, pero en el caso de los partidos, los miembros del Partido Comunista son demasiado viejos y ya no tienen sangre joven entre ellos. Por otra parte, la gente de la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán (PMOI, MEK o MKO, en sus siglas inglesas) puede tener algo de experiencia militar y cierto acceso a Inteligencia, pero están fuera del país y carecen de capacidad de movilización en las calles.
¿Entonces?
Hoy por hoy, la principal oposición al régimen la conforman las diferentes naciones de Irán, pero se necesitará tiempo hasta que los persas entiendan que han de sentarse a hablar con ellos. Siempre se les tacha de ‘separatistas’, aunque se trate de autonomistas que solo piden una descentralización y una democratización del país. Su retórica es la del ‘centro desarrollado’ frente una ‘periferia’ cuyo atraso económico y social es consecuencia, insisten, de su alejamiento de ese centro. No veremos a una oposición consensuar alrededor de una mesa una agenda hasta que los persas reconozcan la existencia del resto de los pueblos de Irán.