Ya les gustaría a otros clubes con mayor presupuesto económico estar en la situación de Osasuna. La escuadra navarra, con 28 puntos en su zurrón y pendiente de disputar las semifinales coperas, vive ahora mismo uno de sus mejores momentos deportivos después de bajar a los infiernos hace no tanto.
Si ya de por sí el tándem Arrasate-Alkiza ha venido ofreciendo una labor ascendente desde que aterrizó en Iruñea, esta cuarta campaña consecutiva en Primera apunta a, por lo menos, ilusionar a su parroquia con objetivos más elevados que la permanencia.
Los buenos resultados han llegado además en un inicio de cambio de ciclo moderado –se produjo la salida de vacas sagradas como Oier y Roberto Torres–, lo que corrobora la idea que expuso el técnico de Berriatua al final de la campaña pasada de que se necesitaba cierta renovación para seguir siendo competitivos al máximo nivel.
Es ley de vida, y también del fútbol. Otros jugadores han tomado el relevo y ocupado funciones de mayor responsabilidad en un once que también ha variado su estilo, proponiendo más, especialmente en casa.
Y es que recuperar la relacción bidireccional con su público era otro de los objetivos que se marcaron al comienzo del presente curso. Los números confirman que Osasuna ha vuelto a ser fuerte en El Sadar.
Aunque no existe término medio en sus encuentros como anfitrión –6 victorias y 4 derrotas–, se trata de cifras muy superiores a los 2 triunfos, 5 empates y también 4 tropiezos del ejercicio pasado a estas alturas de campeonato. La diferencia son siete puntos que determinan estar ubicado en la zona noble o peleando por no entrar en el descenso.
Ha contribuido a ello sin duda la aparición de futbolistas creativos que han marcado la diferencia con su calidad. Hablamos de Aimar Oroz, una de las sensaciones de este tramo liguero; Moi Gómez, la perla que ha encontrado en Osasuna el acomodo y minutos para disponer de continuidad; y Abde, cuyos chispazos ya generan ovaciones en la grada.
Dichas incorporaciones, sumadas a un bloque que ha ido creciendo a medida que acumulaba experiencia al máximo nivel con futbolistas cotizados en el mercado, léase David García, Lucas Torró o Chimy Ávila, ha supuesto el cóctel perfecto para construir un equipo competente ante cualquier rival.
Haber elevado el listón de la plantilla también ha supuesto que su cuerpo técnico disponga de muchas más alternativas a la hora de confeccionar el once, con un fondo de armario que permite dosificar y poder ser competitivos tanto en Liga como en Copa.
De este modo, se ha ampliado la gama de registros con la que el cuadro rojillo puede desenvolverse, variando de disposición táctica a conveniencia, y ganando todavía más en versatilidad, una de las cualidades que más gusta a Arrasate que tenga su grupo.
Todo eso ha hecho que Osasuna se haya ganado la etiqueta de adversario incómodo, incluso para los grandes, llevando los partidos a su terreno e incluso sumando en aquellos envites en los que el oponente le lleva al límite físico.
Ahora queda lo más difícil, mantener esa misma tendencia alcista hasta comienzos de junio, con el caramelo factible de luchar a priori por disputar alguna competición europea el próximo curso, la guinda al pastel.