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Elkarrizketa
Rebecca Zlotowski
Cineasta (‘Los hijos de los otros’)

«En el heroísmo también hay lugar para la feminidad»

Nacida en París en 1980, ha desarrollado una prolija carrera como cineasta desde que debutase en 2010 con ‘Belle Épine’. Desde entonces, casi todas sus películas han abordado retratos de mujeres en la defensa de su propio proyecto de vida. Su último filme es ‘Los hijos de otros’.

Rebecca Zlotowski, de negro, junto a la actriz protagonista, Virginie Efira.
Rebecca Zlotowski, de negro, junto a la actriz protagonista, Virginie Efira. (Lolo VASCO)

En ‘Los hijos de los otros’, Rebecca Zlotowski construye un relato en clave generacional sobre una profesora de instituto en la cuarentena que, tras separarse, inicia una relación de pareja con un hombre divorciado. Las mochilas que arrastran ambos, el hecho de tener que ejercer de madre con la pequeña hija de él y los primeros síntomas de la menopausia, van marcando el día a día de una historia que rezuma honestidad en su retrato de la cotidianidad de esta mujer, interpretada por Virginie Efira; una historia donde su directora no ha dudado de meter elementos personales.

Este es un filme que, según usted, tiene un componente autobiográfico muy acusado. ¿Cómo fue madurando el proyecto?

Fue un proceso curioso. Todo partió de la lectura de una novela de Romain Gary en la que se abordaba el tema de la impotencia masculina, a partir de ahí comencé a desarrollar un argumento centrado en esa idea pero eso me condujo, curiosamente, a desarrollar una sensación de impotencia: me di cuenta de que no tenía muchas referencias para abordar ese tema y además sentí que no podía hacerlo sola, y el confinamiento me condenó justamente a eso, a escribir en soledad.

«Comencé a darle vueltas a mi situación personal, hasta asumir que el inicio de la menopausia en la mujer presenta muchas similitudes con la impotencia en los hombres»

En ese contexto comencé a replegarme sobre mí misma y a darle vueltas a mi situación personal, hasta asumir que el inicio de la menopausia en la mujer presenta muchas similitudes con la impotencia en los hombres y que es un tema sobre el que rara vez se ha hablado en las películas. Sobre ese punto de partida fui reflexionando sobre otras cuestiones, como el hecho de estar en una relación con un hombre divorciado y verte, de la noche a la mañana, convertida en madre para los hijos de otro, cuando la maternidad nunca había entrado en mis planes. Al final esta es una película que surge de la reflexión sobre una serie de carencias que yo misma sentía y que, de un modo u otro, se fueron manifestando más evidentes durante el confinamiento.

¿Hasta qué punto le obligó a luchar contra el pudor hablar de cuestiones tan íntimamente conectadas con su propia experiencia?

Bueno, ese conflicto siempre está ahí pero al mismo tiempo me entusiasmaba el reto de contar una historia que nunca antes se había contado. El tema de cómo asumimos las relaciones de pareja en un determinado momento de nuestra vida, cuando comenzamos a salir con personas que vienen de otra relación malograda, y de cómo asumimos, con amor, la mochila que esa persona trae tras de sí, incluidos sus hijos, son cuestiones que rara vez he visto reflejadas en el cine. Pero tuve mucho cuidado de que la relación de Rachel, la protagonista, con la hija de Ali, no fuera la que capitalzase el relato, porque no me interesaba conferirle un toque sentimental a la película.

Bien es cierto, sin embargo, que el hecho de rodar esa relación fue algo reparador para mí. Me sirvió para cerrar heridas que aún tenía abiertas en lo personal.

Según usted, hablar de la maternidad ha sido durante años un tema tabú en las películas, quizá porque hasta ahora, la maternidad únicamente ha venido siendo representada como un acontecimiento feliz, sin tener en cuenta los conflictos inherentes a la misma.

Es un tema difícil de representar porque se basa en una experiencia demasiado íntima como para reducirla a un arquetipo que genere afinidad en el espectador. Pero mi reto fue justamente ese, poner el foco en aquellos aspectos asociados a la maternidad a los que, raramente, dirigimos la mirada cuando abordamos un tema como este. Tampoco pretendo ofrecer una mirada alternativa, simplemente estoy dando mi punto de vista sobre la maternidad, que es un tema sobre el que puede haber múltiples enfoques. Algunos me han reprochado que al final de la película hay como una sublimación de la idea de no tener hijos, pero no creo que sea así, es un tema que abordamos con mucha sutileza y, de hecho, lo que no queríamos era incurrir en un cliché intentando desmontar otros.

«Necesitamos asumir que la fortaleza es algo que viene dado por nuestra capacidad para enfrentarnos a nuestra impotencia y a nuestra vulnerabilidad»

Da la sensación de que, cada vez, hay más espacio para proyectar miradas más complejas sobre este tema ¿no?

La cuestión es que, hasta hace poco, no había un eco favorable en la industria respecto a la realización de películas que abordasen el tema de la maternidad de una manera compleja. El tabú tiene que ver con eso y no tanto con cuestiones morales. Es un tema más antropológico que moral. Tiene que haber un cambio profundo en la percepción de las relaciones hombre-mujer para que esa visión alternativa sea aceptada. Por suerte creo que esos cambios, aunque lentos, se están produciendo y que hoy, efectivamente, somos más receptivos a cuestionar la maternidad desde otros puntos de vista.

Lo que sí resulta novedoso en su película es el protagonismo de una mujer que, en su rebeldía, lejos de asumir atributos típicamente masculinos, define su carácter transgresor a partir de la fortaleza que emana de su propia feminidad.

Sí, estoy de acuerdo. Es algo que obedece a mi propio sentido de la responsabilidad como cineasta pero tampoco me quiero poner medallas de pionera porque, honestamente, creo que todo eso responde a un proceso. Hasta hace poco vivíamos perpetuando un tipo de representación donde hombres y mujeres quedaban definidos por una serie de valores que nos identificaban desde tiempos prehistóricos. De ahí se pasó a la necesidad de reivindicar a la mujer en su fortaleza y se trabajó en la construcción de personajes femeninos que lo que hacían era arrogarse actitudes masculinas para defender su posición transgresora.
Yo creo que ha llegado el momento de construir relatos leales a nuestra propia idiosincrasia evitando legitimar el heroísmo a partir de atributos masculinos porque, en el fondo, da un poco igual que dichos atributos estén representados por hombres o por mujeres ya que su enaltecimiento lo que hace es perpetuar una mirada patriarcal. Frente a eso hay que empezar a pensar que en el heroísmo también hay lugar para la feminidad.

Necesitamos asumir que la fortaleza es algo que viene dado por nuestra capacidad para enfrentarnos a nuestra impotencia y a nuestra vulnerabilidad, y no por el hecho de adoptar una actitud desafiante. Esto último es lo que define el falocentrismo.