Veinte años después de los atentados del 11-S había en Guantánamo 39 internos en espera de juicio, y esta es la historia de uno que logró salir antes de aquel infierno con la ayuda de su madre coraje, exactamente a los cinco años. El delito de Murat fue simple y llanamente ser musulmán, ya que fue secuestrado ilegalmente cuando viajaba a Karachi para perfeccionar sus estudios del Corán. Entregado a las fuerzas estadounidenses en Afganistán por una recompensa de tres mil cochinos dólares, se le detuvo sin cargo alguno, bajo el calificativo extraoficial de combatiente enemigo. Menos mal que su madre Rabiye estaba dispuesta a todo con tal de liberar a su hijo, costase el tiempo que costase, incluso demandando al mismísimo presidente de los EEUU llegado el caso, como finalmente así fue.
Rabiye era una humilde ama de casa germano-turca, que se dedicó en cuerpo y alma a la causa de su hijo Murat, con la ayuda imprescindible del abogado Bernhard Docke, al que nunca le tembló el pulso para ir a Washington y presentar allí mismo las reclamaciones oportunas, con tal de conseguir que los medios se hicieran eco de su peregrinaje de juzgado en juzgado.
Andreas Dresen, conocido por películas como ‘Verano en Berlín’ (2005), intenta mostrar la parte humana de la estrecha relación entre clienta y abogado. Para ello desdramatiza unos hechos reales que, afortunadamente, tuvieron un final feliz. Toda la película es un viaje hacia ese desenlace justo y necesario, tras pasar por un auténtico calvario.
De alguna manera, lo que hace es convertir a Rabiye y Bernhard en un dúo cómico, jugando con sus caracteres muy opuestos y teniendo en cuenta que esta mujer corriente se ve metida en ambientes de alta política que le sobrepasan, creando situaciones rocambolescas. La actriz Melem Kaptan está arrolladora, a la vez que su compañero de reparto Alexander Scheer exhibe su capacidad de transformación.