El escenario del Teatro Arriaga ha acogido este miércoles la presentación de las líneas generales del Plan Estratégico de Cultura para Bilbo (2023–2033) por el alcalde Juan Mari Aburto y el concejal de Cultura y Gobernanza, Gonzalo Olabarria. Primero lo han hecho ante una amplia representación de los sectores culturales y creativos de la capital vizcaina, así como de diversas áreas y de grupos políticos con representación municipal; después, ante los medios de comunicación.
A escasos tres meses de las elecciones municipales –Gonzalo Olabarria ha negado que hubiese intereses electoralistas en este anuncio–, el plan se presenta como una «hoja de ruta que determinará la acción municipal en el ámbito de la cultura durante la próxima década», como ha afirmado el alcalde Juan Mari Aburto.
Consensos y o no consensos
Es un plan que busca ser ambicioso en sus objetivos, con un planteamiento a largo plazo y en la línea de los que se han aprobado en grandes ciudades como Barcelona. Un plan que se presupone también que debiera recabar un amplio consenso y apoyo social y político para poder ser llevado adelante. En el marco teórico del propio Plan de Cultura, de hecho, se apunta a que en ciudades de tamaño medio como Bilbo este tipo de planes estratégicos «debieran basarse en el mayor consenso posible, mediante la participación tanto de los agentes culturales como de la ciudadanía».
Los agentes culturales y la ciudadanía sí han sido consultados –570 personas del sector han participado en el proceso previo, por ejemplo–, sin embargo, preguntado respecto a cuáles son las fuerzas políticas que lo sustentan, el concejal de Cultura y Gobernanza, Gonzalo Olabarria, ha reconocido que las demás fuerzas han sido informadas, que conocen el plan y lo apoyan, pero que no hay un acuerdo político como tal que lo sustente. Tampoco se especifica el porcentaje que se destinará a Cultura de los presupuestos municipales en la próxima década.
Un diagnóstico sangrante
Respecto al Plan Estratétigo de la Cultura en sí, lo que se han presentado son seis amplias líneas estratégicas de trabajo y cuatro transversales que se concretan en 135 líneas de acción. Unas líneas con las que se empezaría a trabajar a partir de ahora, una vez que se ha realizado el diagnóstico, y que básicamente lo que plantean es una mayor coordinación y colaboración con el sector, la búsqueda de fórmulas para crear nuevos públicos y la toma de medidas concretas para facilitar que las industrias culturales se desarrollen.
El plan lo que sí ofrece es un diagnóstico real sobre la situación de la cultura en Bilbo a día de hoy, después de la pandemia. 135 agentes culturales, pertenecientes a 125 entidades, han participado en las 20 jornadas de trabajo que se han realizado para recoger sus aportaciones sobre su presente y sus planteamientos de futuro. También se han realizado 48 entrevistas con otros agentes.
«Bilbo no es una plaza cultural destacada»
De ahí ha surgido un diagnóstico en el que se ven claras las fortalezas y debilidades de la actividad cultural en Bilbo. Respecto al sector profesional, hay un problema claro: «Bilbao no siempre es percibida como una plaza cultural destacada», se reconoce.
En el sector también se aprecia que hay «un sentimiento generalizado de falta de visibilidad y de valoración externa, que se materializa en una precariedad crónica; una baja visibilidad en torno a la programación en euskara, siempre supeditada a la castellano-parlante; la batalla para la atracción de públicos, tanto jóvenes como de otros elementos de la población; la contraprogramación involuntaria; el desequilibrio entre los recursos públicos y privados; una burocratización y normativa administrativa que dificulta la creación; y, a nivel de macro entorno, una situación hostil de subida de precios que dificulta aún más el acceso a la cultura por parte de la población».
Otros fallos que se ven: la tensión entre lo público y lo privado –se da excesiva visibilidad a los macroeventos culturales, lo reconocen–, la escasa colaboración en el ámbito cultural entre Bilbo y otras capitales vascas, y otro importante problema: la falta de público, por los cambios de costumbres. No se llega a los jóvenes, pero tampoco está garantizado el acceso a la cultura de las personas mayores.
El euskara, minoritario; las mujeres, también
Además, es sangrante la minoritaria programación en euskara: el sector pide expresamente que se dé más visibilidad y apoyo más solido a la financiación de las obras en euskara. En datos: entre 2018 y 2021, la mayor parte de las actividades culturales programadas fueron de artes escénicas y música; entre ambas aglutinan casi el 60% de la oferta cultural. Y el idioma en el que se programaron estas actividades culturales fue en castellano (55%), frente al exigüo 9% en euskara o el 10% blingüe.
Respecto al género, se confirma que las mujeres están detrás de buena parte del consumo cultural y que cada vez hay más mujeres que desarrollan proyectos culturales... pero «en el contexto de Bilbao, se identifica una situación de masculinización sectoral», se apunta. Hay escasez de mujeres directoras, la mayoría de las áreas de la programación cultural está copada por hombres y se aporta el dato de que únicamente el 31% de este tipo de puestos en el ámbito público está ocupado por mujeres.
La programación cultural, además, se dirige a un tipo concreto de mujer: blanca y con una determinada posición social.