Hay referentes femeninos en el arte y ‘Ellas’ los sacan a la luz
Ocho artistas vivas hablan de otros tantos cuadros de artistas del pasado; también de quién les ha influenciado y de la necesidad de sacar a la luz referentes femeninos, porque el arte que se enseña sigue siendo muy masculinizado. Eso y más es ‘Ellas’, una revisión de las ‘tripas’ del BBAA.
«Para mí este cuadro es un laberinto. Y, al verlo, me pregunté qué hacía yo cuando Vieira da Silva lo estaba pintando en 1981: yo tenía 14 años y empezaba a descubrir el arte contemporáneo», reflexiona Mabi Revuelta de espaldas a la cámara. Parece como si quien habla estuviera literalmente metida en un laberinto blanco, dentro de la proyección a gran tamaño del cuadro ‘Passage des miroirs’ (Pasaje de los espejos, 1981), de la portuguesa Maria Helena Vieira da Silva.
Hay más conexiones de las que parece entre dos creadoras de épocas tan diferentes. Mabi Revuelta (Bilbo, 1967), premio Gure Artea y con una obra que recoge referencias del dadaísmo y el surrealismo, se ‘confronta’ aquí a Maria Helena Vieira da Silva (Lisboa, 1908 - París, 1992), mujer que vivió el París de entreguerras, exiliada a Brasil en la Segunda Guerra Mundial y que es considerada la cumbre del arte portugués del siglo XX y una de las más importantes artistas de la Escuela de París.
Ocho frente a ocho
La de Revuelta y Vieira da Silva es una de las ocho piezas audiovisuales que componen la segunda entrega de ‘Ikuspuntuak. Ellas’, el proyecto de la cineasta Tamara García Iglesias (Lasarte, 1978) que arrancó con el confinamiento y con el que se busca proponer otra mirada al arte, nada academicista, revisando los fondos del Museo Bellas Artes de Bilbo.
Primero lo hizo con gente de la calle, luego con investigadoras o científicas y, en la segunda entrega de este proyecto, García Iglesias ha situado a ocho artistas mujeres vascas frente a obras de la colección de artistas mujeres de entre el siglo XVI hasta nuestros días. Y el resultado es curioso, esclarecedor, una clase de arte y de vida comprimida en ocho piezas de 12 minutos.
Las piezas se pueden ver en la página web del museo y en su canal de Youtube. Y de esos ‘encuentros’ en forma de vídeos surgen pistas sobre cómo ocho artistas vascas entienden el arte, sobre cómo trabajan –en los cuadernos que pinta, a modo de cuaderno de bitácora, por ejemplo, Mabi Revuelta ordena sus ideas– y, sobre todo, cuáles son sus influencias. Y también sirve para visibilizar a ocho artistas mujeres ‘borradas’ algunas o ninguneadas la mayoría por la historia del arte.
Porque las influencias o los referentes son muy importantes: son las capitales del mapa mental del subconsciente de los creadores y de la sociedad. ¿Pero, por qué nos siguen llegando referentes únicamente masculinos? ¿No ha cambiado nada en las últimas décadas? Algo sí, apunta Esti Sádaba, pero no en el sistema educativo. «Las mujeres artistas siempre hemos estado ahí, aunque no nos hayan visto. La cuestión es que es necesario que se reescriba todo desde dentro. Lo importante es crear referentes femeninos en los colegios e institutos», explica Estíbaliz Sádaba (Basauri, 1963).
Niños en brazos
A Estíbaliz Sádaba le ha correspondido ’Mujer sentada con un niño en brazos’ (1890), de la norteamericana Mary Cassatt (1844-1926), un cuadro adquirido por la Diputación de Bizkaia con destino al museo en la primera Exposición Internacional de Pintura y Escultura celebrada en Bilbo en agosto de 1919 y la primera obra en la que Cassatt afrontó la representación de mujeres (madres en ocasiones, pero también niñeras o cuidadoras) con niños.
Hay una diferencia de un siglo entre ambas creadoras, pero, aún así, Sádaba encuentra puntos de conexión con una Cassat que refleja a la mujer en el ámbito doméstico, alejada del público. Artista y doctora en Arte e Investigación, cofundadora en 1994 de la asociación Erreakzioa-Reacción para el desarrollo de proyectos relacionados con la mujer en el mundo del arte, su práctica artística –pintura, video, performance…– integra la teoría y el activismo feminista, que también refleja en seminarios, publicaciones y conferencias.
Cambiar el ángulo de visión
Elena Goñi (Iruñea, 1968) se ‘encuentra’ con la que fuera su maestra Isabel Baquedano (Mendabia, 1929- Madrid, 2018) y su ‘Sin título, c. 1972’. Baquedano, junto a Juan José Aquerreta, fue una de sus influencias cuando estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Iruñea. Ella, Elena Goñi, es pintora figurativa y en su trabajo parte, generalmente, de fotografías. En sus composiciones refleja de modo esencial y trascendente personas, objetos y entornos próximos.
«Una influencia no sabes que lo es nunca. Por mucho que la busques no le encuentras, pero cuando es una influencia de verdad te cambia, pero no es un cambio inmediato, es un cambio en el tiempo. Isabel ha sido una de estas influencias, Aquerreta otra. Personas que me han movido para cambiar el ángulo de visión. Lo que me fascina de Isabel es la capacidad que tiene de transportarte a tu interior. A partir de lo que se ve, te reconoces a ti misma», agrega.
De la corte a la tele
Maider Aldasoro (México, 1992) se detiene en las telas y la teatralidad de los ‘Desposorios místicos de Santa Catalina’ (1588), de Sofonisba Anguissola (Cremona, c. 1535–Palermo, 1625). Hija de una familia noble, Anguissola fue invitada a la corte de Madrid por Felipe II y fue dama de compañía de Isabel de Valois, de la infanta Isabel Clara Eugenia y de la nueva esposa de Felipe II, Ana de Austria, pintando diversos retratos de la familia real y de sus cortesanos.
Algunos de ellos, hoy conservados en el Museo del Prado, fueron atribuidos a los pintores Juan Pantoja de la Cruz o Alonso Sánchez Coello, y no se adscribieron a Anguissola hasta 1972, momento, en que con las primeras investigaciones sobre la pintora italiana, comienza su reconocimiento.
A pesar de esta omisión, Anguissola fue apreciada por otros grandes artistas coetáneos, como Miguel Ángel y Van Dyck, y alcanzó un prestigio equiparable al de otras artistas mujeres como Lavinia Fontana o Artemisia Gentileschi. Maider Aldasoro mezcla el diseño de vestuario, la escultura, la construcción de artilugios, la video-performance y la animación... Sus influencias: «La más real, ha sido la tele. Pasaba mucho tiempo sola en casa de cría y veía la tele a saco. ‘Moulin Rouge’ también me influenció, con sus canciones, su estética...». Tal vez por ese punto como barroco, de exceso, dice que con Sofonisba Anguissola «he sentido como si fuéramos hermanas».
Vanguardias, rebecos, mujeres sentadas
A Malús Arbide (Donostia, 1958), que se dedica principalmente a la creación de diseños para la estampación textil y al revestimiento de superficies decorativas, le ha correspondido ‘Costume pour Gaby’ (1918), una colorida pintura de una de las más famosas: Sonia Delaunay (Hradyzk, 1885-París, 1979), figura clave de la vanguardia parisina.
La fotógrafa Bego Antón (Bilbo, 1983) se ha encontrado con la francesa Rosa Bonheur (1822-1899), y uno de sus retratos de un rebeco. Bonheur tuvo gran éxito con sus grandes composiciones, que la hicieron célebre en el Estado francés, Gran Bretaña y Estados Unidos. «Las referencias son una inspiración –explica Bego Antón–. En mi caso, las referencias son un regalo. Es difícil empezar desde cero, porque somos un remix de lo que vemos. Los grandes referentes en todas las disciplinas son los hombres, y ahora soy hiperconsciente de esta carencia».
Más encuentros: Amaya Suberviola (Mendabia, 1993) con el ‘Núcleo orgánico plástico, c. 1971’, de una nada reconocida artista como Mari Paz Jiménez (Valladolid, 1909 - Donostia, 1975); y Lorea Alfaro (Lizarra, 1982) con ‘Femme assise (Mujer sentada), c. 1928’, un cuadro de María Blanchard (Santander, 1881 - París, 1932). Blanchard fue una de las grandes de las vanguardias de los primeros años del siglo XX, una mujer cuya vida transcurrió en una época compleja, como artista y como mujer, lo que le obligó a duras renuncias.
De la virtualidad a la realidad
¿Hay algo que le haya sorprendido en este proyecto?, preguntamos a Tamara García Iglesias: «La generosidad y la sinceridad de las artistas que han participado. Su mirada compleja nos enseña que las obras se reinterpretan una y otra vez. Y ante el miedo que da, cuando dicen ‘¡vamos a tener que reescribirlo todo, porque no están las mujeres!’, pues tenemos que decir que hay que hacerlo. No nos puede dar pereza».
Un último apunte de Estíbaliz Sádaba: «Este proyecto es muy interesante, pero es virtual. Creo que las mujeres tenemos que ocupar el espacio físico y con la presencialidad se gana siempre. Hay que hacer más: que te lleven de la virtualidad a la presencialidad».