UPN se apoya en su ala más retrógrada para hacer frente a Adanero en Iruñea
Carlos Salvador, exdiputado por UPN, será el número 2 de la lista de UPN por Iruñea, que lidera Cristina Ibarrola. El partido trata de no perder apoyo entre el sector ultraconservador ante la irrupción de Carlos García Adanero como cabeza de lista de los populares.
Hiela el alma escuchar «¡Viva Cristo Rey!». Hay que vivirlo. Sucede pocas veces, al menos en Iruñea. Por suerte. La última vez que se gritó a pulmón, como haciendo retemblar todo, fue a finales de noviembre de 2015. Hacía mucho frío, como ocurre estos días, aquella noche.
El artista Abel Azcona había quitado la espoleta con una obra que llamó ‘Amén’. A lo largo de un año –eso dijo– había estado acudiendo a misas y acudiendo a comulgar. Pero no se comió las hostias, sino que sutilmente las fue guardando en el bolsillo. Reunió 242. Después, con algunas decenas de ellas, escribió la palabra «Pederastia» y tomó unas fotos.
‘Amén’ es, sobre todo, esa performance. Y la obra se exhibió en Los Caídos, junto con varias de las fotografías y un cuenco con puñado de las hostias que había ido atesorando.
Salió en respuesta la ciudad no vista. Portaban largas y finas cruces de madera cruda, la que corea «¡Viva Cristo Rey!». Estaban indignados. De tan firmes y enfurecidos la pose era casi violenta. Pero ni gritaron «¡Asiron al paredón!», ni atacaron a nadie. Robaron, eso sí, el montoncito de hostias que formaban parte de la exposición de Azcona.
UPN no supo bien cómo reaccionar ante aquello. Condenaba con rotundidad la exposición, atacando de paso al nuevo alcalde, Joseba Asiron. Le achacaban una falta de respeto a los sentimientos religiosos. Pero no pasaba de ahí. Y mientras, se activaba a nivel estatal la plataforma Hazte Oír y el integrismo católico más radical. El que suele vincularse a la misteriosa organización de El Yunque.
De modo que fueron pocos los rostros conocidos de UPN a los que pudo verse la noche en cuestión, en la manifestación de la Plaza del Castillo, con las cruces de madera y gritando, tantos años después, aquello de «¡Cristo Rey!». Pero ahí, en las filas de atrás, entre viejos carlistas, opusianos, kikos y el radicalismo feligrés, aparecía el rostro de Carlos García Adanero. Por aquel entonces, portavoz de UPN en el Parlamento.
Aseguraba Abel Azcona que todo aquel revuelo, que toda aquella Iruñea indignada que su ‘Amén’ había despertado, era en realidad también parte de su performance, en tanto que se trataba de una reacción directa a su acto original. Sostenía que ‘Amén’ era una obra viva que solo terminaría cuando su impacto cesara. Escribir la palabra «pederastia» con hostias fue una piedra que cayó sobre el agua, pero ‘Amén’ duraría hasta que dejaran de verse las ondas.
Desde un punto de vista estrictamente artístico, Azcona tiene su razón. En lo político y social, desde luego que no. Aquello que se vio esa noche, los cientos, o miles, de integristas airados que se echaron a las calles, que escribían notas incendiarias en los periódicos, son, ante todo, una parte de Iruñea. Algo bien real y no una intangible performance. ‘Amén’ acabó sus ondas y la gente que salió a la calle sigue por ahí. Se diría que en pisos amplios del Ensanche y en los barrios que orbitan en torno a la universidad del Opus.
El tamaño de este colectivo es difícil de cuantificar, porque ningún partido les ha buscado a fondo. La derecha no ha tenido una trayectoria de división demasiado larga y no ha habido partidos que se hayan enzarzado por granjearse su favor. Pero eso ahora ha cambiado.
Que el PP colocara a García Adanero como cabeza de lista en Iruñea tiene mucho sentido por el relumbrón que ha obtenido en su papel como parlamentario, donde ha gustado tanto a los peperos como a Vox. Sonó antes que Tamames para la moción de censura. Pero también tiene sentido de cara a despertar la simpatía de esa ala integrista que, en otras ocasiones, votaba a UPN (o a Navarra Suma) sin mayores comeduras de cabeza.
Así, Javier Esparza se ha visto en la tesitura de lanzar un guiño al integrismo. Ha pensado que, afortunadamente, a UPN le quedan figuras que también este sector de la ciudad valora por sus posiciones fundamentalistas. De la chistera le ha salido Carlos Casimiro Salvador. La elección le ha salido redonda por otro motivo. Salvador fue el diputado que iba en tándem con Santiago Cervera al Congreso en 2008, cuando se produjo la ruptura. Cervera se fue al PP (partido con el que siempre simpatizó) y Salvador fue leal a UPN. A Esparza le conviene recordar eso, mientras que Adanero hoy preferiría no haber dicho las cosas que espetó a Cervera en aquella ocasión.
Salvador ha sido, durante varias legislaturas, el orador más contundente en la lucha contra el aborto en todo el hemiciclo. Fue más Juan García-Gallardo que Juan García-Gallardo antes de que Juan García-Gallardo soñara con llegar a la vicepresidencia de Castilla y León. Diversas publicaciones católicas glosan los discursos de Salvador que acusaba de izquierdista hasta a Fátima Báñez.
Salvador será inmensamente leal a UPN, pero en lo moral y en su sentimiento nacional, es Vox. Y esa parte de Iruñea que tomó la ciudad a raíz de la exposición de Azcona lo sabe y lo reconoce como uno de los suyos.
Salvador, corredor de seguros en excedencia desde ni siquiera él lo recordará, es por lo demás un tipo risible, que no risueño. En su foto de Facebook aparece montado en un caza del Ejército español con la misma cara que pone un niño al que su padre le deja tomarse una foto con el volante. Al fondo, asoma un misil verde que cuelga bajo el ala del caza, haciendo que la toma deje de dar gracia. Más divertido –mucho más– es el reciente vídeo donde se pone a realizar 20 flexiones en favor de la Armada, no sé muy bien por qué.
La reacción, por cierto, de Salvador a la exposición de Abel Azcona fue presentar una ley en el Congreso para fiscalizar no ya las ofensas a los sentimientos religiosos, sino a las instituciones públicas para que no osen amparar actos de este tipo. Una proposición de ley que, en cierto sentido, da más miedo que un ¡Viva Cristo Rey!
Bueno, no. Pocas cosas amedrentan tanto como ese grito, lanzado desde adentro, rasgando la garganta de cientos de personas. Y que no mueva a confusión. Muchos de los que empuñaban la pancarta eran jóvenes. Y este es un dato que, aunque todos voten, no conviene olvidar.