Así de diferente pudo ser la icónica plaza del Ayuntamiento de Iruñea
En 2023, el edificio del Ayuntamiento de Iruñea cumplirá 70 años con una estampa mundialmente conocida gracias al Txupinazo, pero que pudo ser muy diferente e incluso ubicarse en otro lugar, como se planteó cuando fue renovada la sede del Consistorio.
La imagen de la plaza del Ayuntamiento de Iruñea se ha convertido en un icono a causa del Txupinazo sanferminero, pero esa estampa pudo ser bien diferente e incluso trasladarse a otro punto de la ciudad si hubieran prosperado algunas propuestas que se plantearon cuando se decidió acometer la renovación del viejo edificio consistorial.
Según lo establecido por el Privilegio de la Unión, promulgado por Carlos III el 8 de septiembre de 1423, la Casa Consistorial o Casa de la Jurería de la ciudad se levantó en una zona en tierra de nadie entre los tres burgos que conformaban Iruñea.
Ese edificio se mantuvo en uso hasta que, a mediados del siglo XVIII, se acordó su demolición a causa del «deterioro de su fábrica y la amenaza de ruina», según recoge el historiador José Javier Azanza en su artículo ‘Proyectos, ideas e imágenes para la nueva Casa Consistorial de Pamplona entre 1939 y 1945’, publicado en la revista ‘Príncipe de Viana’.
El nuevo inmueble fue levantado entre los años 1753 y 1759 siguiendo los planos de Juan Miguel de Goyeneta y la fachada de José Zay y Lorda, modificada en el coronamiento por Juan José Catalán.
De nuevo, el paso de los siglos fue haciendo patente que el edificio no se adaptaba a las necesidades del Consistorio. Como señala Azanza, ya desde la década de 1930, sucesivas corporaciones municipales venían planteándose la necesidad de ampliarlo o de levantar uno nuevo al resultar «insuficiente para poder instalar en él, con un mínimo de comodidad, los servicios de oficinas y representatividad».
Tras unos primeros proyectos realizados en los años 1939 y 1940 por el arquitecto Víctor Eusa, en 1944, una docena de concejales plantearon una moción para someter la cuestión a pleno. Su propuesta pasaba por llevar el Ayuntamiento al paseo de Sarasate, al emplazamiento de la antigua Casa de Baños, que daba también a la plaza del Vínculo, y destinar el edificio consistorial a museo municipal.
La moción fue aprobada en votación y se acordó la creación de una Comisión Especial que se encargaría de buscar una solución a la futura Casa Consistorial. Uno de sus integrantes era el arquitecto iruindarra Eugenio Arraiza, quien presentó un estudio al respecto.
En el mismo, Arraiza «se mostraba partidario de mantener el edificio actual y acometer una ampliación del mismo en los terrenos circundantes», explica Azanza en su artículo. El Consistorio en sí se reservaría a la parte noble y estaría flanqueado por dos edificios nuevos que albergarían oficinas públicas y técnicas, y con los que se enlazaría mediante pasos elevados para cerrar la plaza, aunque en su parte inferior contarían con unos arcos para facilitar el tránsito de peatones y vehículos.
En el proyecto destacaba la Torre del Reloj, levantada en la zona de tránsito entre las calles Mercaderes y San Santurnino, que albergaría el reloj municipal y que estaría culminada con «un chapitel bulboso». Incluso contemplaba la apertura de un pasaje comercial que enlazaría las plazas Consistorial y del Castillo tras derribar un edificio para enlazar con la belena del café Iruña.
El presupuesto ascendía a seis millones de pesetas de entonces, pero, aunque recibió el visto bueno de la Comisión Especial, cuando se intentó comprar los edificios afectados por el proyecto, esa cantidad se disparó hasta los doce millones y quedó en vía muerta.
La Comisión Especial buscó una alternativa y se la encargó al arquitecto municipal Francisco Garraus, quien presentó el 20 de junio de 1947, un proyecto más sencillo que mantenía el edificio consistorial exento y que fue el que se terminó apoyando en detrimento del de Arraiza.
Sin embargo, en febrero de 1948, la comisión consideró necesario anunciar un concurso entre arquitectos que diese la posibilidad al Ayuntamiento de elegir el más conveniente para realizar la reforma de la Casa Consistorial.
El concurso terminó siendo convocado y se presentaron cuatro proyectos, resultando galardonado con el primer premio el firmado por José María y Francisco Javier Yárnoz. Pero, una vez más, su realización se frenó por cuestiones económicas, ya que, aunque se contemplaba en las bases un presupuesto de 14 millones de pesetas para la obra, las estimaciones posteriormente realizadas elevaban el monto a 20 millones.
Entonces se pensó en recuperar el proyecto presentado por Arraiza, quien introdujo modificaciones en el original, aunque manteniendo el enlace a edificios próximos mediante pasos elevados.
Una ubicación distinta
Pero no fue la única alternativa planteada. En julio de 1949, varios concejales firmaron un estudio en el que proponían diversos emplazamientos para la construcción de un nuevo edificio. Como opciones, planteaban el Bosquecillo, los solares que dejaría la estación del Irati en la actual avenida Nafarroa Beherea o el edificio de la Agrícola, en San Francisco, aunque apostaban como mejor opción por el solar que ocupaban la Alhóndiga, la Escuela de Artes y Oficios y la Casa de Socorro, en la zona de la plaza del Vínculo.
Tras un nuevo período de reflexión, en 1951, se decidió crear una nueva Comisión Especial, que adquirió el compromiso de que, en 1953, la Casa Consistorial pudiera mostrar su nuevo aspecto. La comisión analizó todas las propuestas formuladas hasta ese momento y el 26 de febrero, se decantó por una opción que habían planteado algunos concejales y que consistía en reformar el edificio, conservando su fachada del siglo XVIII, pero ampliándolo tomando nueve metros de la plaza de Santo Domingo, situada justo detrás del inmueble.
En la decisión final pesó la complicada situación económica del Ayuntamiento, ya que el importe de la obra se reducía a ocho millones de pesetas. El informe con la decisión de la Comisión Especial fue aprobado por unanimidad en el pleno celebrado el 10 de marzo de 1951.
El proyecto a realizar finalmente fue firmado por los Yárnoz, que ampliaron el original tanto en superficie como en altura para poder instalar los servicios municipales en su interior. Además, se establecía la creación de una plaza en los solares de propiedad municipal situados entre las calles Mañueta y Carnicerías para descongestionar la recortada de Santo Domingo. Ese nuevo espacio es la actual plaza de los Burgos.
El proyecto definitivo fue aprobado en el pleno del 27 de julio de 1951 y el 4 de noviembre se procedía al cierre simbólico del portón de la Casa Consistorial, con el imprescindible baile de la Comparsa de Gigantes ante el edificio para dar lustre popular a la ceremonia de clausura.
El Ayuntamiento quedó instalado provisionalmente en la Escuela Municipal de Artes y Oficios, mientras en los meses siguientes se procedía a derribar y construir el nuevo inmueble, labores que fueron adjudicadas a la constructora Huarte y Compañía SL. Esa circunstancia explicaría que una vieja puerta del edificio consistorial barroco terminara en Villa Adriana, propiedad de la familia de Félix Huarte, como se descubrió recientemente.
Con los trabajos en su recta final ya en 1953, la Corporación Municipal quería hacer coincidir la inauguración del edificio consistorial con los sanfermines de ese año, pero no pudo ser posible y la retrasó al 8 de septiembre, aniversario del Privilegio de la Unión.
Ese día y tras un coste de 14 millones de pesetas, bastante más de lo presupuestado, abría sus puertas a la ciudadanía la remodelada Casa Consistorial de Iruñea culminando un proceso iniciado más de veinte años antes. Un edificio que en 2023 cumplirá 70 años coincidiendo con los seis siglos del Privilegio de la Union, ese documento que dio origen precisamente al Ayuntamiento de Iruñea.