Aireando una operación para tapar otra en la explosión del Nord Stream
La Comisión Parlamentaria de Control del Bundestag, encargada de controlar a los servicios secretos alemanes, tiene desde hace diez días sobre la mesa y con carácter extraordinario la investigación por el sabotaje de los gasoductos germano-rusos Nord Stream 1 y 2.
Varios medios públicos y privados alemanes habían informado de que la Fiscalía General tenía una pista sobre los autores del sabotaje a los gasoductos Nord Stream 1 y 2. “The New York Times” habló de un «grupo proucraniano».
El Ministerio Fiscal confirmó que en enero se registró un yate que en setiembre se hallaba cerca de los gasoductos. En la nave, los expertos alemanes encontraron restos de explosivos. Dos personas con pasaporte ucraniano, profesionalmente falsificados, la alquilaron en Alemania. La factura la pagó una empresa ucraniana en Polonia. Embarcaron cinco hombres y una mujer, que debía ser médico. Dos de los hombres eran buceadores, asistidos por otros dos, y el último capitaneaba el barco de 16 metros de eslora.
La noticia llamó la atención porque rompió el silencio que mantiene el Gobierno del canciller socialdemócrata Olaf Scholz (SPD) sobre el asunto, negándose a informar al Parlamento, mientras la Fiscalía seguía investigando. Pero, además, porque ofrece un relato alternativo al artículo de Seymour Hersh, quien apunta a Estados Unidos y a Noruega por la voladura del Nord Stream.
Los sospechosos lo desmienten, mientras Moscú responsabiliza a Estados Unidos en medio de la desinformación que acompaña a la guerra de Rusia contra Ucrania.
Volviendo a los hechos, lo único que se sabe con certeza, porque lo registraron aparatos sismográficos, es que el 26 de septiembre de 2022, a las 02.03 horas, se produjo una explosión en el gasoducto Nord Stream 2. Ese mismo día, pero a las 19.03 y a una distancia de 80 kilómetros, se dieron otras dos explosiones en el Nord Stream 1. A unos 70 metros de profundidad, las deflagraciones destruyeron los dos tubos de este último, mientras en el Nord Stream 2 solo uno sufrió daños, aunque mayores.
Desde entonces, el secretismo oficial ha alimentado toda serie de especulaciones e interpretaciones que pueden ayudar a sus responsables a camuflar su autoría.
La situación recuerda al caso del contrabando de plutonio que en 1994 se originó en Munich. En la capital bávara fueron arrestados tres contrabandistas, dos de ellos residentes en Euskal Herria. Cayeron en una trampa tendida por el servicio secreto exterior alemán (BND), con un guardia civil y un ucraniano implicados. El interés mediático y político solo se centró en esto último.
Para encontrar al responsable de los sabotajes de Nord Stream hay que indagar en las tres cuestiones: motivo, medios y oportunidad
Pero, como trasfondo, el BND y la Policía Federal Criminal (BKA) se enzarzaron en una lucha por las competencias policiales que el servicio secreto quería asumir tras haber perdido a sus principales enemigos con el final de la Guerra Fría. Solo quienes investigaron por su propia cuenta, llegando muy al fondo del asunto, hallaron indicios de que podía haber otra operación paralela a la de Munich con el mismo fin de sacar clandestinamente material nuclear desde la desintegrada Unión Soviética hacia un tercer país.
Los automatismos no existen
Utilizar una operación para proteger otra forma parte de la estrategia de los servicios secretos. Pero los automatismos no existen. Por eso, cada operación de esta índole requiere su propia investigación. Para encontrar al responsable de los sabotajes de Nord Stream hay que indagar en las tres condiciones que convierten a alguien en sospechoso y, en su caso, en acusado: motivo, medios y oportunidad de cometer el delito.
A EEUU, Noruega, Ucrania y hasta a Rusia se les han atribuido distintos motivos para sabotear el gaseoducto. Pueden cambiar en el transcurso de la investigación. Por eso adquiere ahora importancia buscar a quien ha tenido los medios y la oportunidad de ejecutar semejante operación.
Se calcula que para las tres explosiones se necesitaron entre 500 y 2.000 kilos de un explosivo especial de uso subacuático a una profundidad de 70 metros. Por la calidad y la cantidad, es casi imposible comprarlo en el mercado negro, porque costaría varios millones de euros y porque la compra de dicha cantidad alertaría a los servicios especiales, que suelen vigilar esos mercados. Otra duda se cierne sobre los requerimientos técnicos para bucear a esa profundidad.
Con métodos habituales y bajo circunstancias normales, al trabajo de colocar las cargas seguirían horas de decompresión, tal vez en una cámara especial. Algunos expertos sostienen que hay suficientes buceadores especializados que también tendrían acceso a los más modernos y muy costosos aparatos de oxígeno que evitan la decompresión.
Respecto a la oportunidad, los datos indican que solo una organización con apoyo estatal podría acceder a dichos explosivos, como también a la logística para llevarlos a dos zonas de operaciones.
Las características de la investigación ponen a prueba a la Fiscalía y a sus policías. Pero, al final, será el Ejecutivo alemán quien decida cómo utilizar los resultados.