Periodista / Kazetaria

«El cambio es inevitable»: los kurdos, decididos a derrocar a Erdogan

Agobiados por una represión política implacable y enlutados por el doble terremoto de febrero, los kurdos quieren creer en un cambio de época a menos de dos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias.

Percibida como una provocación, la presencia de la Policía turca en el recinto de Newroz provocó la ira de los kurdos.
Percibida como una provocación, la presencia de la Policía turca en el recinto de Newroz provocó la ira de los kurdos. (Laurent PERPIGNA IBAN)

Es un acontecimiento que los kurdos de Turquía no se perderían por nada del mundo. Todos los años, el 21 de marzo, cientos de miles de hombres y mujeres se reúnen en el distrito de Baglar, en Diyarbakir, para celebrar el Newroz, el Año Nuevo kurdo.

Sin embargo, este año, el corazón no está en la fiesta. El doble terremoto del 6 de febrero traumatizó a toda la región. Durante un tiempo, los festejos fueron inciertos, pero se mantuvieron: la emergencia electoral, ante la proximidad de las dobles elecciones presidenciales y legislativas del 14 de mayo, convenció visiblemente a los organizadores de mantener las celebraciones.

Desde la tribuna oficial, varios altos cargos del partido progresista tomaron la palabra por turnos. Como suele ocurrir, un veterano de la lucha por los derechos kurdos, Ahmet Turk, de 80 años, gana el concurso de aplausos: «Estamos en una época en la que el cambio y la transformación son inevitables. Junto con vosotros, estamos decididos a luchar para derrocar al fascismo [en el poder] y sustituirlo por una república democrática en las próximas elecciones».

Las vallas que separan la zona de invitados del resto de la multitud son asaltadas y se tambalean peligrosamente. Es aquí donde varios escuadrones de Policía fuertemente equipados han tomado posiciones. Símbolo de un poder que lleva décadas haciendo la vida imposible a los militantes kurdos, son objeto de fuertes proyectiles, que continuarán hasta el final del día.

Lucha política

A pesar de un desastroso balance económico y un historial condenatorio en materia de derechos humanos, Recep Tayyip Erdogan sigue siendo popular entre muchos turcos, especialmente los más nacionalistas. Ante esta paradoja, los partidos de la oposición han tomado la delantera: después de interminables negociaciones, salpicadas de numerosos giros, ha surgido una coalición de seis partidos, encabezada por el líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Kemal Kilicdaroglu.

Una dinámica en la que el HDP no encontró su lugar, bloqueado por una franja decididamente hostil al movimiento kurdo. Una posición cuanto menos arriesgada en la estrategia de derrotar al presidente: tercera fuerza política en las últimas elecciones de 2018 con 6 millones de votantes, el HDP se ha convertido, gracias al duelo anunciado entre Erdogan y la oposición, en un hacedor de reyes.

Paralelamente, el Partido Democrático de los Pueblos se enfrenta a una represión de una intensidad inusitada. Con cerca de 5.000 simpatizantes en prisión y decenas de alcaldes elegidos democráticamente despojados de sus mandatos, es casi un milagro que siga funcionando. Tal vez no por mucho más tiempo: desde marzo de 2021, el HDP está sometido a una prohibición total.

Mientras que la ilegalización del grupo podría ocurrir en cualquier momento, sus líderes han resuelto reinventarse bajo el paraguas de Yesil Sol Pari, El Partido de la Izquierda Verde, creado hace diez años y muy cercano al HDP.

Apoyo tácito

Al día siguiente de Newroz, un trueno político resonó en todo el país: el HDP, que decía encontrarse ante «una misión histórica», anunció que no presentaría candidato a las elecciones presidenciales, contentándose con concurrir a las legislativas con el Partido de la Izquierda Verde.

Y si por el momento no se ha pronunciado oficialmente a favor de la coalición opositora, este apoyo tácito corre el riesgo de pesar mucho en la balanza, ya que las directrices del partido suelen ser seguidas por sus partidarios.

Acorralado, Recep Tayyip Erdogan no ha dicho su última palabra. Todo el mundo recuerda que en el verano de 2015, tras perder la mayoría absoluta en las elecciones legislativas, el AKP adoptó una verdadera estrategia del caos y consiguió invertir la tendencia ganando nuevas elecciones anticipadas en noviembre del mismo año.

El historiador Hamit Bozarslan no excluye tal escenario: «De aquí a las elecciones, existe un riesgo real de paramilitarización del Estado. Puede contar con un tipo de fuerza policial que es a la vez cleptocrática y paramilitar, buena parte de la cual depende del MHP [aliado de extrema derecha de Erdogan], así como de otros sectores armados cercanos al gobierno. Tienen plena capacidad para llevar a cabo una política de terror como en 2015».

El diputado del HDP Hisyar Oszoy coincide: «Podría ser incluso peor. Aunque sea derrotado en las urnas, se negará a hacer un traspaso de poder suave, usará la fuerza».

Este temor es ampliamente compartido en el sureste de Turquía y se hace cada vez más persistente a medida que se acercan las elecciones.