Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Disparadero para las primarias, ¿baldón para las presidenciales?

La imputación formal de Trump ha reabierto el debate sobre su futuro. El victimismo del que hace y hará gala apuntala sus opciones para ganar las primarias. Otra cosa es que puede ahuyentar al electorado «independiente» y reforzar el frente anti-Trump en unas presidenciales.

Donald Trump repitió pose desafiante tras pasar ante el juzgado.
Donald Trump repitió pose desafiante tras pasar ante el juzgado. (Chandan Khanna | AFP)

Lo primero que cabe reseñar es que la comparecencia del magnate Donald Trump ante el juez del Tribunal Supremo de Nueva York no estuvo jalonada por las temidas, por anunciadas, protestas y disturbios de sus seguidores.

Y eso teniendo en cuenta que se trata del primer presidente de EEUU en ser fichado e imputado. Y de que no se trata de un político cualquiera, sino de un outsider que llegó, contra (casi) todo pronóstico a la Casa Blanca atizando los peores instintos del electorado.

Precisamente fue el precedente del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, en el que una turba de histriónicos y, por tanto, peligrosos ultras respondió a su llamamiento de tomar el Congreso antes de la investidura de su rival y presidente, Joe Biden, lo que volvió a activar todas las alarmas sobre una eventual repetición del bochornoso escenario.

Eso y/o la mala conciencia del sistema de seguridad de EEUU para prever una convocatoria anunciada, imprevisión que puede ser en parte disculpada porque Trump seguía siendo en ese momento el presidente de EEUU.

Conocida la imputación, y despachada una comparecencia ante la que la expectación periodística mundial contrastó con la escasa e inocente presencia de unas pocas decenas de trumpistas y contrarios a Trump ante la sede del Alto Tribunal, volvemos a la pregunta del diez, que colea desde que el magnate neoyorkino perdiera las elecciones presidenciales de 2020, y que ha cobrado nueva fuerza estos días.

¿Se presentará Trump a su reelección en 2024? Cualquier candidato a la presidencia de EEUU estaría aterrado ante la perspectiva de afrontar un caso semejante. Cualquiera menos Trump, a quien hay que reconocerle la capacidad de utilizar los ataques como boomerang contra sus rivales, tanto internos como externos.

Abandonado por una parte de la derecha conservadora tras el asalto al Capitolio, ha sabido recuperarse sobreviviendo a todos los escándalos. Como si, a fuer de acumularlos, se volviera inmune.

La mayor parte de los sondeos, todavía prematuros, le dan como claro favorito en las primarias republicanas. Y sus rivales internos se cuidan muy mucho de criticarle para no enajenarse la base electoral trumpista, que podría ser decisiva en la conquista de la Casa Blanca. Están aterrados. Algunos le mandarían a paseo con gusto, pero no se atreven a desafiarle. Su principal rival interno, el gobernador republicano de Florida Ron DeSantis, fue el único que se atrevió a sugerir, irónico, que no «sabía» que «pagar bajo escote a una estrella porno» podría tener semejantes consecuencias. Hasta que las huestes de Trump se le echaron encima y le mandaron, primero callar y luego prometer que, en su caso, se negaría a obedecer una orden de extradición de la mansión de Mar-a-Lago, desde donde Trump, tras comparecer ante el juez, volvió a hacer un discurso victimista y a denunciar una caza de brujas.

La secuencia temporal y la sentencia, que tiene difícil condenar al magnate por violar la Constitución, pueden definir el futuro de Trump

 

Ese victimismo, unido al hecho de que sigue teniendo una base no mayoritaria (40%)  pero sí la más movilizada, lo que es esencial en las batallas internas, tanto republicanas como demócratas, hace que sus posibilidades de cara a las primarias hayan aumentado, si no exponencialmente, sí de forma significativa.

Y eso que, antes del anuncio de su inculpación, ya sacaba en alguna encuesta más de 30 puntos de ventaja sobre su rival De Santis.

La oficina de campaña para 2024 de Trump asegura que en las primeras 24 horas posteriores al anuncio de su imputación recaudó 4 millones de dólares, a los que hay que sumar 3 millones más en la semana que siguió hasta su comparecencia el martes.

Hay quien asegura que los réditos de ese victimismo irán menguando a medida que avance el proceso y quien ha visto estos días a un Trump físicamente más débil.

Ya sus titubeos a la hora de lanzar la candidatura a su reelección, y que la «marea roja», por el color que se asigna al Old Party, siga sin despuntar, despiertan interrogantes sobre su futuro. Pero Trump puede esgrimir, y los republicanos lo saben, los más de 72 millones de votos que cosechó en su derrota en 2020. Insuficientes frente a los casi 78 millones que auparon a la Casa Blanca a un octogenario y nada carismático político como Joe Biden.

Ahí está precisamente el quid de la cuestión. El principal riesgo para Trump es que su inculpación espante al electorado republicano moderado (¿existe todavía?) y a los electores independientes. Y, paralelamente, vuelva a movilizar el voto progresista contra él. Pero, atención, porque tampoco bajan calmas las aguas entre los demócratas, sin recambios claros y con un ala izquierda que podría presionar para dar un giro al partido del establishment.

La secuencia temporal y la sentencia pueden marcar el futuro de Trump. Si el juicio se celebra antes de las presidenciales de noviembre de 2024 y sale absuelto –pagar dinero por el silencio de alguien solo es delito si se demuestra, algo difícil, que usó fondos de campaña–, reforzaría a los que insisten en que estamos ante un proceso político destinado a impedir que Trump vuelva a presentarse.