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Lakua presenta un nuevo protocolo para prevenir suicidios en las cárceles

Con unas tasas de suicidio 6 veces superiores dentro de las cárceles que fuera, la Dirección de Justicia del Gobierno de Lakua ha presentado un nuevo protocolo para la prevención de suicidios en las cárceles de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Este año han fallecido dos presos en cárceles vascas.

Imagen de la cárcel de Zaballa, en Iruña de Oka       (Juanan RUIZ I FOKU)
Imagen de la cárcel de Zaballa, en Iruña de Oka (Juanan RUIZ I FOKU)

Las cárceles de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa cuentan desde la semana pasada con un nuevo protocolo para prevenir suicidios que aborda esta cuestión desde la perspectiva de la salud mental y refuerza el papel de los «presos de apoyo», que recibirán formación específica y una remuneración por esta tarea.

La tasa de suicidios en los centros penitenciarios es «significativamente más alta» que fuera de la cárcel, con tasas 7,5 veces superiores entre los reclusos preventivos y 6 veces superiores entre los presos en general. Esto se traduce en que desde 2015 diez presos se han quitado la vida en la CAV. Dos de estos fallecimientos han ocurrido este mismo año en los centros penitenciarios de Araba y Gipuzkoa

Con el objetivo de reducir estas cifras la Dirección de Justicia del Gobierno de Lakua ha elaborado un protocolo que actualiza las directrices lanzadas en 2014 por Instituciones Penitenciarias y toma también como referencia el programa de prevención de suicidio de la cárcel de Zaballa y el protocolo de los centros penitenciarios catalanes.

El asesor en materia penitenciaria de Lakua, Jaime Tapia, ha explicado a Efe que el nuevo protocolo –elaborado en colaboración con Osakidetza– implica a «todo el mundo penitenciario», desde familiares, funcionarios y voluntarios hasta los propios internos.

De hecho, se refuerza el papel de los llamados «presos de apoyo», que no son personas dedicadas «exclusivamente a prevenir» las ideas suicidas, sino que se convierten en alguien que «ayuda, acompaña, alivia y escucha». Su tarea «a veces no se visibiliza pero es muy importante», añade Tapia.

Como prueba de la relevancia que se da a esta figura, a partir de ahora se les dará una «pequeña remuneración» a modo de «recompensa» y, además, será necesario recibir formación específica para poder ser «preso de apoyo». La idea es que el entre el 2% y el 3% de la población reclusa se forme como tal.

Sus funciones varían en función del nivel de riesgo de las personas a las que atienden y van desde compartir celda con ellas y acompañarlas en actividades no comunitarias hasta permanecer a su lado las 24 del día.

Señales para detectar ideas suicidas

El protocolo enumera diferentes señales para detectar a presos con ideas suicidas, como que regalen sus pertenencias y muestren cambios de comportamiento y rutinas; y alerta de factores de elevan ese riesgo como no tener apoyo familiar, padecer depresión o trastornos por consumo de alcohol, encarar una sentencia muy larga e ingresar en prisión por primera vez.

El género es también una cuestión a tener en cuenta, ya que entre las mujeres hay más tentativas pero la mortalidad es tres veces superior en los hombres, que suelen utilizar métodos más letales. También los integrantes del colectivo LGTBI presentan una mayor tasa de suicidio.

En el caso de que finalmente no pueda evitarse el suicidio el protocolo subraya la necesidad de atender a las personas afectadas (familiares, compañeros y funcionarios) y ordena un análisis de cada caso con la intención de detectar posibles fallos para mejorar el sistema, según explica Tapia.

El enfoque del protocolo, resume el asesor de Lakua, es «positivo» en el sentido de que dentro de la cárcel se puede atender a personas con ideas suicidas igual que se hace en el exterior. Ahora «hay más concienciación» y a los internos se les trasmite la idea de que si necesitan ayuda solo tienen que pedirla como harían si tuvieran una enfermedad física en lugar de una mental.