Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Elkarrizketa
El Ghalia Abdalahe Djimi
Activista saharaui

«Yo, que sufrí desaparición forzada, me cruzo a diario con mis verdugos»

La activista saharaui El Ghalia Abdalahe Djimi estuvo más de tres años en un centro de detención clandestino; después, el hostigamiento no ha parado. El suyo es uno de los 81 testimonios de mujeres de los territorios ocupados del Sáhara Occidental recabados por el instituto Hegoa.

El Ghalia Abdalahe Djimi y Omeima Mahmud Nayem, antes de la presentación del documental ‘Insumisas’.
El Ghalia Abdalahe Djimi y Omeima Mahmud Nayem, antes de la presentación del documental ‘Insumisas’. (Monika DEL VALLE | FOKU)

¿Cómo está la situación ahora en Al Aaiún?, le preguntamos a El Ghalia Abdalahe Djimi. Funcionaria a punto de jubilarse de la Administración marroquí –esta es otra intrahistoria de persecución: no le dan trabajo, nunca ha sido ascendida–, El Ghalia Abdalahe Djimi es también una defensora de los derechos humanos reconocida internacionalmente. Miembro del ISACOM, la Instancia Saharaui Contra la Ocupación Marroquí, reside en Al Aaiún, la capital  del Sáhara Occidental ocupada por Marruecos. Vestida de blanco y negro, dos colores con mucho significado en su país, contesta con suavidad a la pregunta: «Peor, siempre va a a peor».

Omeima Mahmud Nayem, diplomática y representante del Frente Polisario en Suiza, completa la imagen: «Hay que recordar cómo vive nuestra gente en los  territorios ocupados: es una gran prisión donde no está permitida la entrada de observadores internacionales, ni de políticos, ni de periodistas, ni de nadie».

Pongamos luz a la oscuridad

El relato de estas mujeres no es pesimista; sí duro y descarnado. La realidad no es para menos. Y más estos últimos tres años, tras la ruptura el 13 de noviembre de 2020 de casi treinta años de alto el fuego y con el retorno a la guerra en la última colonia africana, en este Sáhara Occidental. Aquello supuso un punto de inflexión que trajo una intensificación de la represión por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes, con las mujeres como blanco preferente a causa de su rol central en la lucha saharaui. Sus historias de desapariciones forzadas, tortura, violencia sexual, discriminación y censura habían sido denunciadas pero escasamente documentadas. A través de sus testimonios se ha escrito ahora  otra parte del relato de un pueblo al que están intentado echar de su tierra, empobreciéndolo y aterrorizándolo.

El pasado jueves se estrenó en Bilbo ‘Insumisas’, el documental producido por Forward Films y realizado por el instituto Hegoa (Instituto de Desarrollo y Cooperación Internacional de la UPV/EHU), basado a su vez en su informe, realizado en 2022 y titulado ‘Violaciones de derechos humanos de las mujeres en el Sáhara Occidental ocupado (1975-2021)’. Enfocado desde la perspectiva de género, este trabajo supone un hito en la documentación de la memoria del pueblo saharaui.

«Marruecos no ha pensado que habrá un momento en el futuro donde se va a ser preguntado  sobre lo que ha hecho»

En él se sistematizan 81 testimonios de mujeres de entre 12 y 73 años, 77 de ellas víctimas directas de la represión en las ciudades ocupadas durante más de cuatro décadas; entre ellas, Soultana Khaya, hostigada durante un año en su casa, entre otra serie de represiones varias de las que ha sido objeto. Realizado en circunstancias nada fáciles, en plena pandemia y en un entorno altamente hostil, el informe permite  hacer una radiografía de una situación mantenida en el tiempo de conculcación de derechos humanos. Varias generaciones marcadas y perseguidas, con un perfil muy claro: mujeres militantes políticas.

«Yo pasé por la desaparición forzosa y hoy en día me cruzo con mis verdugos en la misma calle, y estos han sido ascendidos», cuenta El Ghalia Abdalahe Djimi. El retrato que se hace a partir del testimonio de esta mujer es esclarecedor: entre 1987 y 1991 estuvo encarcelada un centro clandestino, en condiciones durísimas, en celdas mínimas y abarrotadas. «Te vendan los ojos, pero cuatro días antes de nuestra liberación nos quitaron la venda. Había muchos insectos, piojos. Estudimos con la misma ropa dos años», relata.

A El Ghalia la detuvieron en su puesto de trabajo, ante numerosos testigos. «Marruecos no ha pensado que habrá un momento en el futuro en donde va a ser preguntado sobre lo que ha hecho», advierte. Había también testigos, muchos, cuando ‘desapareció’ su madre. Un dato esclarecedor que aparece en el informe de Hegoa: el 33% de las mujeres encuestadas han sufrido una desaparición forzada. Más datos: un 90%, han sufrido tortura física; otro 90%, tortura psicológica y un 68%, violencia sexual. «Lo más importante para mí de este trabajo es que se ve que las violaciones de derechos son sistemáticas, continuadas y diversas. No hay ningún saharaui que no haya sido víctima de este conflicto. No conozco a nadie que no haya sufrido algo, que no tenga una persona detenida, torturada o desaparecida», apunta la activista.
 
Desierto, colonos y miedo

Ahora, además, advierte por su parte Omeima Mahmud Nayem, la represesión ha dado un salto: en lugar de encarcelarlos, los llevan al desierto... y vía libre. «Eso tiene un reflejo: las medidas son tan brutales que hemos perdido a miles de saharauis que eran muy activos en el campo de batalla. Es la famosa frase que les dicen: ‘La próxima vez que te pillemos en una manifestación, vamos a hacer de tí picadillo», explica.

Pero hay más elementos. Por ejemplo, la conculcación de otros derechos no tan tangibles, pero si importantes, como los culturales cultural: ni banderas saharauis, ni su idioma, ni educación para quienes se muestren ‘separatistas’... algo que a los vascos nos ‘suena’ mucho.

Y, advierten, son pobres en un país cuyos recursos está expoliando Marruecos. «Es decir, coméis de nuestra mano y si os movéis, lo poco que os damos os lo vamos a quitar». Porque con una cada vez mayor presencia de colonos, los saharauis van perdiendo presencia en su propia tierra. Ha cambiado la demografía de la población, un problema importante. Luego están los colaboradores e informantes de la policía, el control y la grabación de las protestas...

«Hemos querido testar las condiciones de vida de las mujeres y los datos muestran que casi un 60% recibe cero ingresos. Entonces, ¿hasta qué punto la exclusión laboral y económica forma parte de las políticas para el mantenimiento de la ocupación?»

«La mayoría de los saharauis son sumisos a causa del miedo y de la pobreza –añade El Ghalia–, Al menos en los territorios liberados y los campamentos hay una alimentación básica que ofrece el Gobierno saharaui; en nuestro caso, si no tienes dinero no puedes comprar ni un trocito de pan. Entonces para recibir este dinero [hay una especie de cartilla de racionamiento, de 150 dólares] no hay que denunciar ni reivindicar nada. Queda solo un grupo de militantes, que no es grande, de mujeres y hombres que tienen coraje y no piensan en lo que va a perder. Marruecos dice: ‘Son una minoría que recibe dinero de Argeli y, del Frente Polisario y no reflejan la aspiración de todo el pueblo saharaui’. Si eso es verdad, que Marruecos ponga un día para votar y elegir en referéndum nuestro modo político de vida y vamos a ver qué pasa», concluye esta activista.

Y del relato de estas mujeres surgen historias como la abogada francesa Elise Taullet, a la que se le acaba de expulsar del Sáhara Ocidental en un taxi de vuelta –«¿qué tiene Marruecos que ocultar?»–, la del chaval grabado en un vídeo por un turista en la estación de tren donde trabajaba llevando maletas, al que se torturó y se le prohibió trabajar más, la de las mujeres  “solteronas” que prefieren al celibato a casarse con un marroquí...

Solidaridad y dos dedos de frente

Parece que otros conflictos y otros intereses del tablero geoeconómico han vuelto a arrinconar al pueblo saharaui. Al cambio de actitud del Gobierno español –«no sabemos qué es lo que está en juego en Sánchez, pero lo vamos a saber», advierte la diplomática Omeima Mahmud Nayem–, se une un Marruecos que se aprovecha de su situación clave como entrada migratoria a Europa. «Todo lo que hace Marruecos es un chantaje –añade–. Yo lo digo siempre: con la aplicación del Derecho Internacional, no solamente liberaríamos al pueblo saharaui sino también liberaríamos a Europa y al pueblo marroquí de esta dictadura. Hay que pensar que el conflicto saharaui está afectando a la vida de millones de personas en el norte de África, con el cierre de fronteras. Marruecos es un país que tiene problemas con todos los vecinos: con España,  con Argelia, con Mauritania... Alguien con dos dedos en frente tiene que decir algo, tiene que defender la legalidad internacional y parar a este ogro», añade.

Mientras, el camino que les queda es el de la solidaridad. La investigadora Irantzu Mendia Azkue, directora del instituto Hegoa, también da importancia a este concepto: «Yo este informe lo entiendo como solidaridad entre pueblos, porque Euskal Herria también es un pueblo que hemos vivido el exilio, que sabemos lo que es violencia de los Estados, sabemos lo que es tortura, la cárcel y, por tanto, creo que hay una historia de solidaridad política también entre nuestros pueblos. Este trabajo que hemos hecho viene a sumarse y a dar continuidad esa línea histórica de trabajo que como sociedad vasca no se nos puede olvidar. No podemos mirar hacia otros lados e ir a golpe de actualidad política».