A la tercera será la vencida
No pudo ser. La lógica millonaria futbolística aplasta sueños e ilusiones. Osasuna le puso el alma que requería una cita histórica de este tipo, pero enfrente tuvo a un rival que sabe moverse como pez en el agua en este tipo de citas y que dispone de jugadores que marcan la diferencia en los momentos decisivos.
Todo el mundo era consciente de la enorme dificultad del reto –vencer a un partido a los actuales campeones del mundo y de la Champions–, pero nadie podrá argumentar que el equipo no se vació y lo dejó todo sobre el césped para intentar una hazaña que a la postre no se puedo materializar.
Lejos de llorar por la derrota –muchas caras reflejaron fielmente la tristeza de la afición–, el osasunismo tiene que sentirse orgulloso de los suyos y esta final, como la que se jugó en 2005, quedará en la retina de muchos seguidores para siempre. Llegar a una final para un club humilde ya es casi como ganarla, aunque el trofeo no acabe finalmente en sus vitrinas.
Puede parecer el consuelo del vencido, pero es la realidad de un universo futbolístico en el que esto ya cada vez es menos una modalidad deportiva y más una industria, como les gusta decir a muchos responsables de los clubes, como si dirigiesen una empresa al más puro estilo capitalista.
En ese contexto, que una entidad como Osasuna, cuyos propietarios siguen siendo los socios, al menos en la teoría, llegue a pelearle una Copa a todo un Real Madrid ya debe considerarse como un gran éxito.
Y no queda otra. Osasuna deberá seguir luchando para lograr ese título que tanto ansía tras 103 años de existencia. Quién sabe, igual le está esperando a la vuelta de la esquina, la historia se lo debe. A la tercera será la vencida.