La izquierda helena cae rendida ante el derechista Mitsotakis
Los resultados de los comicios dejan a la izquierda helena sin opciones de formar Gobierno, y a Alexis Tsipras, líder de Syriza, totalmente noqueado. El derechista Kyriakos Mitsotakis se impuso con claridad, pero carece de la mayoría absoluta. Para obtenerla, forzará una repetición electoral.
Kyriakos Mitsotakis es el gran vencedor de las elecciones parlamentarias celebradas el domingo en Grecia. Su victoria, con 146 escaños sobre los 300 posibles, deja muy tocada a la izquierda helena, que ni uniendo todas sus fuerzas puede formar una coalición de Gobierno.
Ni en su peor pesadilla Alexis Tsipras, líder de Syriza, esperaba semejante descalabro: se ha dejado 11 puntos, 600.000 votos y cualquier esperanza de dirigir un cambio. Además, Nueva Democracia (ND) se ha beneficiado de la división en la propia izquierda y, en un mapa dominado por el color azul, ha ganado en todas las regiones salvo en la norteña Rodopi.
ND no ha conseguido la mayoría absoluta, aunque ha superado con creces los vaticinios de las encuestas: ha conquistado el 40,8% de los votos y ha mejorado en un punto y 150.000 votos el resultado de 2019. Ayer, Mitsotakis anunció que forzará una repetición electoral para buscar la mayoría absoluta: el líder de ND considera inestables las coaliciones y, sobre todo, entra en vigor una reforma electoral que prima con entre 20 y 50 escaños a la lista más votada. Con los resultados del domingo, incluso con unos peores, ND superaría con facilidad los 150 diputados; solo la unión de todo el arco izquierdista podría revertir la situación, aunque se antoja imposible poner de acuerdo los egos de unos líderes que probablemente ya estén pensado en una nueva era sin Alexis Tsipras.
La caída de Syriza ha sido alarmante en todo el país, particularmente dolorosa en islas de tradicional color rojo como Creta o Lesbos o en la región de Patras, donde Tsipras cerró su campaña electoral y que es el núcleo histórico de la dinastía socialdemócrata de los Papandreu. Tsipras destacó ayer que, en esta legislatura, la izquierda le ha sometido a un escarnio constante.
El líder izquierdista echa balones fuera, pero no puede defender su caída estrepitosa: se ha dejado 15 diputados (de 86 a 71) y once 11 puntos (del 31% al 20%). Su respaldo se ha diluido como un azucarillo en los mares ideológicos de los que bebe Syriza: una parte ha virado a partidos radicales que no creen en la revolución democrática de Tsipras y la otra ha regresado al socialdemócrata Pasok, que sube tres puntos, hasta el 11,4%, y salta de 22 a 41 diputados y de 450.000 a 670.000 votos.
Tsipras destacó que, en esta legislatura, la izquierda le ha sometido a un escarnio constante. El líder izquierdista echa balones fuera, pero no puede defender su caída estrepitosa.
El Pasok de Nikos Androulakis, el vencedor secundario en estas elecciones, ha recuperado la confianza de una parte de la población y pone el primer cimiento para resurgir, a costa de Syriza, y volver a ser la fuerza dominante entre la izquierda helena. Syriza tratará de evitarlo y para ello necesita reinventarse, pensar la mejor estrategia para mantenerse como oposición principal en Grecia y, con el tiempo, buscar un aliciente que genere ilusión. De momento, se avecina un proceso traumático en el que Tsipras podría abandonar el liderazgo de la formación de la plaza de Koumoundourou.
Los resultados de las elecciones han dejado un sabor agridulce en otros grupos de la izquierda radical. El Partido Comunista de Grecia (KKE) ha subido dos puntos porcentuales, hasta el 7,2%, y ha demostrado que el inmovilismo puede ser una estrategia política beneficiosa: mantiene la misma postura antitodo desde hace muchos años, lo que al menos le permite decir «soy coherente».
En el lado opuesto de la balanza está el experimento de MeRA25, del exministro Yannis Varoufakis, que retrocede: con un 2,6% del apoyo se ha dejado casi un punto y no ha podido entrar en el Parlamento. Su mirada renovadora se considera arrogante, alejada de la realidad de la calle, e incluso le ha rebasado en votos el partido personalista de la expresidenta del Parlamento por Syriza Zoe Konstantopoulo, hija de un antiguo dirigente de la izquierda helena.
A los liberales de Nueva Democracia (ND) no les ha pasado factura el escándalo de espionaje masivo contra opositores y miembros de su propio partido; tampoco la tragedia de trenes de Tempe, ni siquiera la delicada situación económica del país, que no despega tras una década de recortes neoliberales. En un mundo de tensiones e incertidumbres geopolíticas, acechada por crisis económicas y conflictos, la población parece haber preferido la estabilidad que transmite en público la derecha helena, que mantiene intacta su estructura clientelar. Básicamente, ND no ha subido de forma descarada, sino que ha mantenido a sus votantes unidos y ha añadido otros del centro político.
En un país con una economía informal considerable y en la que el turismo aporta el 25% del PIB, las estructuras tradicionales de las fuerzas del histórico bipartidismo parecen resistir y haber jugado un papel crucial, sobre todo en la caída de Syriza. Desde los años ochenta, el Pasok desarrolló una red de influencia en la que los habitantes y emprendedores tenían oportunidades, a cambio de asegurarse sus votos. Los últimos años en el ostracismo político erosionaron estas redes clientelares, pero no las eliminaron, y las personas que intentaron acercarse con pragmatismo a Syriza, a la espera una victoria que no ha llegado, ahora parecen regresar al Pasok o apuestan al caballo ganador de ND. Son personas pragmáticas, que se unen a esos pequeños empresarios de ideología centrista que quieren obtener una mejor posición y ciertos beneficios en los próximos cuatros años.
Una vez arrodillada la izquierda helena, los mayores inconvenientes para Mitsotakis podrían venir desde la ultraderecha, que parece más preparada que la izquierda para incordiar durante la legislatura. Grecia es un país partido en dos, marcado por casi medio siglo de tutela militar. Una parte de la población detesta a la izquierda y el hartazgo lo canaliza escorándose más a la derecha, a ideas conservadoras, promilitares, promonárquicas o neonazis.
Los resultados de la ultraderecha han sido remarcables en todo el país, aunque especialmente en el norte. Allí, la cuestión identitaria con Macedonia del Norte genera votos, al igual que el apoyo a la religión ortodoxa y a las políticas contra las personas migrantes. Es una tierra nacionalista, alterada demográficamente por ser frontera, y dos partidos, Solución Helena y Niki, han canalizado los votos.
La repetición electoral podría provocar que Niki, que reniega del proceso de apertura democrática helena que siguió a la dictadura de los coroneles, suba esa décima que le falta para superar el corte electoral del 3% y entre en el Parlamento.
Solución Helena es la formación del polémico Kyriakos Velopoulos y ha conquistado el 4,4% de los votos, un resultado superior al que predecían las encuestas. Velopoulos es un viejo conocido de la derecha y la ultraderecha helena: primero pasó por Laos, formación que hasta la crisis económica representaba las ideas más extremas y cuyos miembros se dispersaron rumbo a ND y a proyectos personalistas; y luego aterrizó en ND. En 2016 fundó Solución Helena, que, además de ser el partido más prorruso del Parlamento, combina en su populismo ideas liberales, nacionalistas y religiosas.
Mención aparte merece el grupo político Niki, o Victoria, formado en 2019 por el teólogo y profesor Dimitris Natsios. El domingo obtuvo el 2,92% de los votos, incluso alcanzó el 7% en regiones deprimidas del norte, haciendo uso de un discurso patriótico, religioso y antisistema. Es probable que haya sido el partido que ha aglutinado a los seguidores neonazis de la ilegalizada organización criminal Amanecer Dorado.
La repetición electoral podría provocar que Niki, que reniega del proceso de apertura democrática helena que siguió a la dictadura de los coroneles, suba esa décima que le falta para superar el corte electoral del 3% y entre en el Parlamento. Esto provocaría una merma en el número de diputados de Nueva Democracia, que, sin embargo, no vería peligrar su mayoría absoluta.
Así, salvo vuelco inesperado de 180 grados, Kyriakos Mitsotakis gobernará en solitario una legislatura más. Podrá implementar con calma y sin oposición las medidas neoliberales de las que se enorgullece y mantener la presión sobre los colectivos periféricos, sobre todo las personas migrantes.
A la izquierda le toca reconstruirse, tal vez dejar de reprocharse los errores; necesita un nuevo liderazgo, buscar una fórmula que ilusione y aglutine, pese al mazazo del domingo, a esa población que, entre la socialdemocracia y la izquierda radical, suma el 45% de los votos.