Mariona Borrull

El mal ‘timing’ de los líderes déspotas

Thierry Frémaux puede verse en apuros después de que Víctor Erice haya escrito una carta abierta en su contra. De momento, la fiesta sigue con Wes Anderson, Takeshi Kitano y Marco Bellocchio.

Takeshi Kitano saluda a los fotógrafos, acompañado por parte de su equipo.
Takeshi Kitano saluda a los fotógrafos, acompañado por parte de su equipo. (Christophe SIMON | AFP)

La imagen pública de Thierry Frémaux lleva días bajo tarjeta amarilla. El domingo el capo del festival aparecía en un vídeo por redes, oponiéndose chulesco a un policía local que le había llamado la atención mientras circulaba en bici… Anteayer, para justificar la selección de ‘Cerrar los ojos’ en Cannes Première y no en la Sección Oficial competitiva, Frémaux explicaba que la copia final de la película les había llegado con muy poco margen para considerarla a Competición.

Pues bien, este miércoles por la mañana ‘El País’ ha publicado una carta abierta del mismo Erice, que desmiente los tiempos que ha comunicado Frémaux y le reprocha la falta de diálogo para considerar otras propuestas de estreno dentro del Festival. El de Karrantza, ante un ‘ghosting’ que ha durado meses, finalmente decidió no acudir a la première. De momento, el certamen no ha emitido ningún comunicado al respecto.

Takeshi Kitano, el samurai cebolleta

¡Quien envejeciera como el maestro! Con una figura pública erigida a partir del pasotismo más absoluto, ‘Beat’ Takeshi Kitano abraza la libertad creativa que le ofrece ser un guasón terriblemente popular. Suya es la novela que adapta en ‘Kubi’, película que presentaba anoche entre largas ovaciones en la Debussy. El film llegaba dentro de la sección de Cannes Première –como la de Erice, pero hoy sí con la excepcional presencia del cineasta en la sala (Kitano es un asiduo en el arte de cancelar recogidas de premios)–. El conjunto se vivía anoche como una auténtica fiesta de reverencia cinéfila.

Kitano resucita el género del chambara, igual que hizo en 2003 con ‘Zatoichi’: volviéndolo gore, sexual, divertido y amoral. En ‘Kubi’ (‘cabeza’ en japonés) se sitúa en el corazón de los conflictos internos del frente de unificación liderado por Oda Nobunaga (Ryo Kase, de ‘El fotógrafo de Minamata’). Allí la sangre bulle y salpica sin aviso y cualquiera puede acabar sin cabeza en cualquier momento. Más épica que la contenida trilogía de ‘Outrage’ pero no menos salvaje en sus balances de poder, ‘Kubi’ reúne a grandes nombres como Tadanobu Asano (‘Mongol’), Hidetoshi Nishijima (‘Drive My Car’) o Kazunari Ninomiya (‘Gantz’). Mientras, ‘Beat’ Takeshi dirigirá a su troupe como el caótico y abigarrado samurai Hideyoshi Hashiba, un ‘abuelo cebolleta’ sin escrúpulos.

Wes Anderson depura estilo y saca punta al drama

Ni furia ni euforia, cansancio: así ha sido la primera recepción crítica ante la nueva película de Wes Anderson y toda la retahíla de nombres del estrellato estadounidense (entre tantos otros, se cuentan Jason Schwartzman, Scarlett Johansson, Tom Hanks, Jeffrey Wright, Tilda Swinton, Edward Norton, Adrien Brody… ¿Sigo?). Se comenta que la fanfarria de ciencia-ficción que el grupo se montó durante la cuarentena en Chinchón, un pequeño pueblo al lado de Madrid, es más de lo mismo.

Que Wes ha escrito sus epopeyas periodísticas y hoteleras anteriores con la misma letra que vertebra la tristeza de ‘Asteroid City’. Está claro: el cineasta no dejará de jugar, no de una película para otra. Sin embargo, los años están volviendo al estadounidense ducho en sus propias coreografías, preciso en su sintaxis y comprometido, eso sí, en hilar los menores ribeteados posibles para montar sus cajones de arena particulares. Y sí, Anderson juega otra vez a la narrativa por capas, con Bryan Cranston por narrador teatral de una obra llamada ‘Asteroid City’… ¿La suprimiríamos? Es entre bambalinas donde ocurren momentos de verdadera emoción.

Marco Bellocchio se emociona con ‘Rapito’

Escrita a cuatro manos con Susanna Nicchiarelli (‘Miss Marx’) y después del pulso que el cineasta ha demostrado en ‘Exterior noche’, nos extrañamos al descubrir en ‘Rapito’ (‘secuestrado’) una película que promete, con la opulencia de su banda sonora, más que cumple en lo dramático. Daba para mucho más que un juego de escenas intensas flojamente conectadas, aquella tortuosa relación entre Edgardo Mortara y los altos círculos de la Iglesia católica, que duró desde 1858, cuando el chico fuera secuestrado de su hogar judío y convertido al cristianismo, hasta la muerte del Papa.