La coctelera de Pedro Sánchez
El adelanto electoral mete en la misma coctelera tanto los pactos como los vetos en los ayuntamientos, la campaña de las estatales, las posteriores negociaciones –estatales y autonómicas– y, en el caso de la CAV, las elecciones del Parlamento de Gasteiz.
Solo han pasado tres días de las elecciones del domingo y, en estos tiempos acelerados, ya parecen pasto del pasado remoto. Es el primer tanto a favor del adelanto electoral decidido sorpresivamente por Pedro Sánchez, un movimiento tan audaz como desesperado a la vista de los resultados del 28M. Agitar la coctelera sin saber quién la beberá.
El paso de Sánchez tiene una base más o menos sólida: cualitativamente, el batacazo es inapelable –por el poder institucional que pierde–, pero cuantitativamente, el golpe es más aparatoso que real. El PSOE perdió 400.000 votos. La herida no es tan honda como sugiere la sangre vertida. Todo, además, en unas elecciones en las que solo la derecha española votó –con éxito– en clave plebiscitaria. Con la campaña acertada, a Sánchez no debería costarle demasiado mejorar los resultados del domingo. No dejar al PP seis meses para ocupar poder territorial y proyectarse a la Moncloa mientras cuece a fuego a lento a Sánchez parece un acierto.
Otra base desde la que saltar al plebiscito del 23 de julio: el PSC ganó las elecciones municipales en Catalunya con holgura. Los votantes catalanes siempre acuden al llamado de socorro del PSOE cuando la derecha más ultra acecha. Zapatero lo sabe bien.
El fenómeno es mucho más amortiguado en Euskal Herria, donde los vasos comunicantes con la política española son más estrechos. Sigue sorprendiendo, en este sentido, la euforia mostrada por Andueza el domingo. No se corresponde ni con los resultados de su partido en el Estado, ni con los suyos propios, a no ser que el destino de sus socios del PNV sea la única vara empleada para medir su desempeño.
¿Con qué alianzas?
Otra cosa es que a Sánchez le den los números. ERC se dejó el domingo 300.000 votos, y lo del espacio estatal a la izquierda del PSOE da miedo. No está nada claro que ni logrando la complicada alianza entre Podemos y Sumar logren salvar los muebles. No son pocos los que han recordado estos días que Zapatero dejó a IU en dos diputados.
Puede ser la campaña en la que PSOE y PNV pidan el voto para frenar la ola reaccionaria después de entregar Iruñea a la derecha y apoyarse en ella para birlar varios triunfos a EH Bildu
EH Bildu es el único apoyo del Gobierno de Sánchez que ha crecido. Es algo de lo que en España culpan al PSOE. Conviene tenerlo en cuenta ante las semanas intensas que vienen, con la constitución de los ayuntamientos el día 17 de junio marcada en rojo en el calendario. El adelanto electoral difícilmente favorecerá pasos valientes, pero el PSOE haría bien en recordar que la incoherencia acaba pagándose en política: lanzar una campaña advirtiendo de que viene el lobo mientras se le dan las llaves del Ayuntamiento de Iruñea es tratar de estúpida a la gente.
Sirve lo mismo para el PNV, que en las últimas estatales hizo campaña sacando pecho contra la ultraderecha y ahora está a un paso de apoyarse en el ayusista PP de Iturgaiz para birlarle varias victorias a EH Bildu. Con esa mochila parece que van a pedir el voto para frenar la ola reaccionaria el próximo 23 de julio. Las alianzas entre fuerzas secundarias se entienden cuando sirven para cambiar dinámicas antisociales enquistadas en el tiempo –Nafarroa o Gasteiz 2015–, pero su recorrido es mucho más limitado cuando se articulan como veto político a una fuerza en auge.
En Sabin Etxea sueñan probablemente con una amplia victoria del PP que deje fuera de juego a Vox y les permita volver a ser el único interlocutor vasco válido en Madrid, pero no parece que vaya a ocurrir. Esa ecuación va a requerir a los de Abascal, que el domingo crecieron en paralelo al PP.
Y en un año se elige el Parlamento de Gasteiz.