San Fermín es 27 centímetros nazi
Si se deja fuera el fervor ateo que despierta el santo que brinda el paraguas a tanto desenfreno, lo cierto es que lo que se cuece en torno a San Fermín tiene un punto mucho más clasista y oscuro que lo que cabría esperar. Incluso, como se verá, es hasta un poco nazi.
Iruñea tiene más San Fermín que nunca. Al santo lo van trayendo a poquicos, hueso a hueso. El último, un trozo de cráneo, vino desde un convento de monjas de Daimiel en el año 2017. Un pedacito extraño este, pues el resto de reliquias han llegado siempre de Amiens, ciudad donde aseguraba la tradición que el tal Fermín, supuestamente nacido en Iruñea, fue obispo.
La reliquia más grande que ha llegado es la penúltima, la cabeza de un fémur. Ocurrió en 1941. La guardan en un relicario, una urna de cristal con tapa en forma de tejado apuntado con filigranas como de catedral barroca, muy del estilo de la Familia Adams.
Los trozos de hueso que le asoman a la estatua del santo debajo de la nuez –dentro en una ampolla de cristal a modo de extraño colgante–, son reliquias, restos humanos traídos siglos atrás. El trozo de fémur tiene un tamaño tan considerable que seguramente les fue difícil incorporarlo a la imagen sin darle aspecto de cavernícola.
Un subculto elitista y la CTC
Las reliquias sanfermineras han generado un extraño subculto dentro de la ciudad. Dejando fuera la religiosidad popular, donde la silueta del santo se ha convertido en tatuaje común incluso entre ateos, existe un culto místico y clasista en torno a la capilla de San Fermín, el cabildo catedralicio y los huesecillos.
En estas fiestas, sin ir más lejos, el obispo pidió ayuda a estos grupos para que les hicieran de guardaespaldas en Curia. La Comunión Tradicionalista Carlista aseguró en redes sociales haber mandado allá a varios correligionarios.
En lo propiamente concerniente a las reliquias del santo, se constituyó la Corte de San Fermín, un grupo exclusivo al que pertenecen un millar de iruindarras y que nunca ha tenido tantos miembros como ahora.
La providencial llegada del fémur en 1941 hizo a las élites de la ciudad recobrar el interés por esta Corte
Se creó allá por el año 1885, después de que la ciudad hubiera pasado por grandes penurias y enfermedades de las que se habría librado –eso creyeron– gracias a la intervención del santo. Con el pasar de las décadas, el grupo cayó en popularidad y llevaba camino de extinguirse. Sin embargo, todo cambió gracias a la providencial llegada del fémur en 1941, que hizo a las élites de la ciudad recobrar el interés por esta corte.
Lo curioso de la venida de la penúltima reliquia es que fue un acto de propaganda nazi. Así, con todas las letras. Aunque nadie haya querido airearlo mucho, hasta hoy, con la publicación de este texto.
En 1940, el Estado francés, desbordado por la ágil maniobra alemana, se vio en la tesitura de firmar un armisticio con Hitler, que implicó que la zona norte del país quedaba anexionada a Alemania, incluida Amiens, mientras que el sur se convertía en un Estado títere, a las órdenes del Mariscal Petain, la conocida como Francia de Vichy. Como es sabido, no fue hasta el desembarco de Normandía en 1944 cuando la situación se revirtió.
El traslado de la cabeza del fémur de San Fermín a Iruñea corresponde a ese periodo. Su envío tuvo una fuerte nota religiosa, obviamente, pero preponderó la política de esa nueva Francia dominada por los nazis y muy admirada entonces por los principales periódicos que se publicaban en Iruñea: ‘Diario de Navarra’, ‘El Pensamiento Navarro’ y ‘Arriba España’ (principales fuentes para este artículo).
El ministro sin ojo ni pierna
La reliquia no la trajo el obispo de Amiens, sino que prefirió enviar a un segundón. En contraposición, los invitados de primer orden fueron cargos públicos cercanos a Petain. Iruñea no era una ciudad del todo desconocida para el propio mariscal, pues la visitó en 1939, con motivo del funeral del golpista José Sanjurjo, nacido en la capital de Nafarroa.
Centrados ya en el 16 de marzo de 1941, día en que llegó la urnita tétrica con toda pompa y boato, la prensa de la época identifica a Xavier Joseph Vallat como el jefe de la embajada enviada por Petain. Se le distingue bien fácil en las fotografías del Archivo Municipal por el bastón y el parche de su ojo derecho. La pérdida del ojo y una pierna en la Primera Guerra Mundial hizo merecedor a este líder de la extrema derecha, radicalizado desde partidos ultracatólicos, del cargo de ministro de Pensiones. No obstante, justo en el momento en que Vallat trajo el fémur, acababa de recibir un nuevo encargo: ministro de Asuntos Judíos.
Vallat fue condenado a diez años de cárcel en Nüremberg por su persecución a los judíos en el Estado francés
No ha lugar a debate sobre si Vallat era un nazi o no. Cierto que este es un apelativo que se aplica con alegría. Sin embargo, en este caso, Vallat acabó juzgado y condenado en el proceso de Nüremberg a diez años de cárcel, por lo que se le puede endosar el adjetivo con absoluto rigor.
De este modo –es decir, gracias a un acto de propaganda nazi–, el arzobispo de Iruñea consiguió el pedazo más grande de San Fermín. Para más señas, tal y como lo describió el médico que hizo la pericial al hueso, Victoriano Juaristi, se trata de una cabeza de fémur de 27 centímetros de largo. Por la morfología del hueso, el facultativo iruindarra concluyó que San Fermín debía ser pequeño y flacucho.
¿De dónde sacaron el hueso?
Si se atiende al origen legendario de las reliquias, la tumba del patrón de Nafarroa fue encontrada por el obispo San Salvio en las afueras de Amiens en el 615, casi tres siglos después de su muerte, tras ver el citado Salvio «manar un rayo de luz del alcázar a trono divino» señalando una tumba. Al abrir el sepulcro, le llegó cierto tufo. «Un olor tan suave brotó al punto en aquel lugar, y con tanta intensidad como si en él se concentrasen todos los aromas y perfumes de la tierra, de los campos reverdecidos por la amenidad de infinitas flores», según describió el jesuita Pérez Goyena.
El «compañero» Garcilaso acompañó a la embajada nazi a su regreso por Canfranc
Resuelto el asunto del origen del hueso, queda desvelar un misterio mayor: cómo se pergeñó todo esto de la llegada del fémur. Al final de la crónica de ‘El Pensamiento Navarro’ encontramos, quizá, la mejor pista. Indica que el «compañero» Garcilaso (director de ‘Diario de Navarra’) fue quien acompañó a Vallat a su regreso a Francia por Canfranc. «Lleven buen viaje tan buenos amigos», les despide el cronista del ‘Pensamiento’.