Julian Iantzi y compañía se fueron antes de tiempo. Quedaba lo mejor. A las 8.00 de este sábado Santo Domingo hierve. Y San Fermina vocea desde la hornacina. Quiere decir algo a las masas, enunciar algún santo discurso, pero solo se escuchan petardos y cánticos. Y también «UPN kanpora!». Hay humo de colores, como en una fiesta holi. Y humo de petas como en un festival reggae.
La mocina contiene la impaciencia a duras penas. Uno se machaca a flexiones en el suelo: «Como no calientes bien, te puedes hacer una avería», avisa. Otro se arrodilla ante la línea roja y pide ayuda al cielo. El resto miran hacia los corralillos con nervios. «UPN kanpora!». «¡Una gitana loca tiró las caaaartas...!». El himno de Eurovisión. El del Anaitasuna, que correrá con pancarta y todo. Lo mejor de cada casa.
También algún despistado. «¿En serio van a soltar aquí un toro?», nos pregunta un joven magrebí, estupefacto. A su lado, un voluntario tiene preparado el cubo de cervezas repleto de hielo, para atender cualquier necesidad de la manada... o de la humanada. La experiencia es un grado y el Movimiento 15 de Julio tiene todo preparado.
¿Todo? No. Pasan los minutos y no suena el cohete allá abajo. A San Fermina se le empieza a hacer estrecha la hornacina. Suenan algunos pitos. Alguno ya muy perjudicado hasta sale del recorrido. Alguien trae la explicación: «A ver, un poco de calma. La persona encargada de esto ha estado trabajando todos los sanfermines y esta noche se ha puesto como un atún. Dice que no hay prisa».
Como no aparezca, aquí se puede liar una parda. Uno de los timbaleros con misión de empujar a Indurain al inicio de la cuesta, quizás la única mente clarividente en este caos, inspecciona el parking cercano y encuentra la alternativa: una hermosa bicicleta amarilla, como debe ser. Cuesta convencer a su dueño. Hay que negociar primero con otro copropietario que está meando en un árbol.
Hay alternativa, pero entonces ruge el mocerío, porque baja él, como una aparición. Indurain, el auténtico, con la Espada. Viene bastante túnido, sí, pero viene
Trato hecho. Ahora sí, con un cuarto de hora de retraso. Pero entonces ruge el mocerío que llena toda la calle hasta el Ayuntamiento. Porque baja él, como una aparición entre el humo, como si saliera de la niebla en Hautacam. Indurain, el auténtico, con la Espada. Viene bastante túnido, sí. Pero viene.
Son ya las 8.20 cuando suena el cohete. Bueno, una docena. Indurain es remolcado a duras penas. Está claro que el encierro se le va a hacer cuesta arriba. El choque con la mocina es brutal. Llegan las primeras caídas y pisotones. Aunque más riesgo tiene lo siguiente: bajar a San Fermina sin que se estrelle con el suelo.
Cuesta horrores llegar al Ayuntamiento. «UPN kanpora!». La escena alegra la mañana a los esforzados empleados de la limpieza. Alde Zaharra de Iruñea parece una zona de guerra tras la última noche. Y atención, que hay noticia. Reimy, el DJ local que abre la caravana, cambia de tercio: del txunda-txunda peñero a ska. Y con esa música de fondo pega un demarraje que rompe la manada en dos grupos claros.
Por Estafeta, el encierro de Reimy es alegre, con música a tope y derrotes sin parar. El de Indurain es agónico, llega a la meta de puro fuerte
Por Estafeta, el primer encierro es alegre, con la música a tope y DJ Reimy corneando a diestro y siniestro con su bicicleta. El segundo es agónico. Indurain no está para embestidas, sino para mimos. Llega a la meta de puro fuerte. Si Miguel hoy es atún, DJ va en modo tiburón, y encima con maillot amarillo del Tour, competencia directa para el mocetón de Atarrabia.
Un año más la puta puerta de la Plaza ha sido cerrada a cal y canto por algún desaprensivo. «UPN kanpora!». No importa. El callejón es buen sitio para una rave portátil, para acabar el gaupasón, para celebrar lo bien que nos lo hemos pasado. Y ahora sí, ¿va la espuela?