Nora Franco Madariaga
Donostia
Elkarrizketa
Judith Jáuregui
Pianista

«Cuando compartes música, compartes tu esencia»

Hay artistas muy queridos que año tras año vuelven a Quincena, como es el caso de la pianista donostiarra Judith Jáuregui. Sensible, consciente y transcendente, su forma de tocar se ha ido volviendo más madura en estos dieciséis años de participación en el festival.

Judith Jáuregui.
Judith Jáuregui. (Quincena Musical)

Judith Jáuregui en Quincena. ¿Qué tal sienta jugar en casa?

Sienta muy bien. Siempre es un motivo de felicidad volver a Donostia. Estuve hace poco, en junio, en el teatro Victoria Eugenia, pero regresar a Quincena, que es un festival que está en mi vida desde niña, sienta de una manera especialmente emocional. Es regresar a mi origen y tocar para mi familia.  

A pesar de su absorbente carrera internacional, siempre encuentra tiempo para volver a casa y participar tanto en Quincena como en Musika-Música o en el Festival de Verano de Zarauz.

Regresar allí donde han sido los primeros pasos, además de ser un momento emotivo, también es parte de lo que debe ser. Regresar allá donde se te ha empujado y donde se te ha apoyado a dedicarte a esto es una cuestión de deuda y agradecimiento. Y a mí Quincena me apoyó desde el principio. Yo formé parte del ciclo de Jóvenes Intérpretes y, desde entonces, ha seguido invitándome y animándome a formar parte de proyectos muy bonitos y especiales. Y con Musika-Música me sucede exactamente lo mismo. Con ellos tengo una relación muy estrecha, me dieron la oportunidad de dar mi primer concierto a nivel profesional cuando regresé de Alemania, y desde entonces he vuelto todas las ediciones –salvo una que era de Música Antigua–. No puedo decir que no.

En esta edición ha participado ya en un concierto de cámara y mañana ofrederá un recital para Quincena Andante. ¿Cuál de los dos le resulta más apetecible?

Uy, ¡los dos! Es que además son dos repertorios tan diferentes y tan apasionantes… El trío ha sido uno de los proyectos más bonitos que he tenido este año, con un repertorio espectacular: el trío de Arensky, el de Debussy y el n.1 de Brahms, que es una de las grandes obras de la música de cámara. Son tres obras magníficas con dos artistas que admiro muchísimo –y amigas que quiero mucho, también–. Nos entendemos muy bien, hemos tocado ya en varios sitios y ahora volver a casa con este proyecto ha sido muy bonito para mí. Además, la música de cámara se disfruta mucho porque para un pianista es muy importante a nivel del imaginario sonoro y de compartir. Los pianistas estamos muy solos y eso tiene una doble cara: por un lado, tenemos toda la libertad en un recital, y eso es único, pero a la vez también hay una parte muy solitaria. Por eso, poder nutrirte con otros compañeros, poder escuchar más cosas te hace crecer.  Porque no olvidemos que, cuando compartes música, compartes tu esencia.

Después, en el recital llevo un repertorio que es parte de mi corazón. Es un repertorio en el que el instrumento recorre muchísimas posibilidades dinámicas y expresivas –y yo con él, por supuesto–. Además, nunca he estado en Senpere y me han dicho que es un lugar muy especial, así que tengo muchas ganas de conocerlo. Yo tengo un vínculo con el sur de Francia porque mi padre nació en México pero se crio en Biarritz y hemos pasado muchas tardes, muchos momentos de verano, sobre todo, en ese lado de la muga, y me hace una ilusión especial estar ahí y llevarle a él conmigo.

En el concierto de cámara tocó usted junto a la violinista Soyoung Yoon y la cellista Nadège Rochat, dos mujeres jóvenes, empoderadas y con unas carreras brillantes. Sin duda, son ustedes un trío muy llamativo. ¿Qué las unió?

Nos une, por supuesto, el amor a la música y las ganas de hacer música juntas. Ese fue nuestro primer mensaje: cuánto me gusta lo que haces y cuántas ganas tengo de tocar contigo. Fue muy genuino, muy bonito y muy puro nuestro encuentro. Sí es cierto que yo con Nadège tengo una relación previa, he tocado con ella en varias ocasiones y conectamos desde el primer momento. Pero esta vez invitamos a Soyoung a unirse a nosotras porque nos encantaba a las dos. Además, somos tres mujeres muy diferentes y nos compenetramos y nos complementamos muy bien. Nos respetamos mucho, nos escuchamos mucho y en música de cámara es un lujo poder tener tu personalidad, mostrar tu visión, escuchar la de las demás y crear una juntas.

Interpretaron, como comentaba usted antes, Brahms y Debussy, que son los clásicos entre los clásicos, pero también Arensky, un autor casi olvidado –por no decir desconocido–. ¿Por qué esta elección?

Porque, escuchando obras y pensando en repertorio, fue una decisión instintiva, nos cautivó. ¡Ese re menor y la fuerza de Arensky…! Es una obra virtuosísima –sobre todo para el piano, es como un concierto, la hemos trabajado muy duramente y nos ha merecido mucho la pena porque es ese romanticismo ruso contenido, con estómago, con ese sonido tan contrapuesto a la luz de Debussy y tan dramático.

En el recital de mañana se podrán escuchar piezas de Schumann, Liszt, Chopin… ¿Se siente cómoda en el repertorio romántico?

Es parte de mí. Yo empecé a leer música con este repertorio; con Schumann, en concreto. También estudié en Alemania, así que la conexión es muy natural. Todos los románticos alemanes –Brahms, Schubert, Schumann…– son parte de mi lenguaje materno musical.

Está usted realizando una carrera fabulosa desde muy joven. ¿Cuál es el secreto del éxito?

Ufff, para eso hay que pensar en el éxito y yo realmente solo pienso en el día a día. No creo que haya secretos para nada, pero lo que sigo yo cada día para centrarme en mejorar y llegar a ser la artista que quiero ser consiste en ser honesta con la partitura y para eso hay que tener el mayor bagaje, el mayor aprendizaje posible sobre los autores, sobre la historia de aquel tiempo, sobre el instrumento y sus posibilidades, sobre el sonido… Para mí no hay ningún secreto salvo el trabajo, el compromiso y la voluntad. Se dice que una persona con voluntad llega mucho más lejos que una persona con talento y, en mi caso, es innegable que, desde niña, había una facilidad y un amor por la música, pero luego, para poder desarrollarlo –prefiero decir eso que hablar de éxito–, hace falta muchísimo compromiso. Pero, cuidado: no estoy hablando de sacrificio, porque yo no he sacrificado nada. Lo que hago me hace muy feliz, me llena y me hace sentirme plena, así que no echo de menos algo que haya dejado. Sí me he comprometido con ello, y el compromiso se traduce en el estudio riguroso y en una forma de vida. Por ejemplo, para lo que se ve de una gira desde fuera, hay una preparación musical, una preparación mental, una preparación física, muchos viajes… y todo ello forma parte de la vida de un músico.

De todas formas, creo que como sociedad tenemos el éxito mal encajado. Cuando hablamos del éxito, lo hacemos desde una forma externa, como si hubiera una vara de medir que nos dijera si hemos llegado a lo que supuestamente es el éxito, pero lo que debemos plantearnos no es qué es el éxito o si lo hemos alcanzado; lo que tengo que preguntarme es qué es el éxito para mí. Y, para mí, el secreto del éxito es ser feliz en mi día a día, ser feliz con mi música, intentar tener un equilibrio entre mi vida personal y profesional, que la una nutra a la otra y, sobre todo, más allá de ser feliz en el escenario –que también–, ser feliz en el estudio, que es el fondo de mi día a día como músico. Yo me dedico a lo más bonito que hay en la vida, que es estudiar, ahondar, aprender, conocer, tener curiosidad, querer ir a más… y ser feliz en ese estudio es para mí el éxito. Así que, teniendo en cuenta esto, la clave está en vivir acorde a tus valores. El éxito, igual que la felicidad, es subjetivo.

Para tener cierto reconocimiento en el mundo de la interpretación pianística, es necesario tener un sello personal muy reconocible. ¿Cuál es el suyo? ¿Cuál es el aspecto diferenciador de su música?

Pues no lo sé. Yo no soy consciente de cuál es mi sello, simplemente lo que intento es que no haya un filtro entre lo que siento y lo que traslado. Pero no solo en un nivel egocéntrico de lo que yo, Judith, siento, sino que lo que siento también está plasmado en lo que he aprendido, en lo que veo reflejado en la partitura, y lo que llevo de trayectoria en los escenarios y de experiencia. En cada momento lo que intento destacar es algo diferente, y más como pianista, que mi instrumento nunca es el mismo.

Últimamente, su sonido ha madurado, ha perdido parte de ese romántico aire etéreo y ha ganado en profundidad, se puede decir que tiene más peso. ¿Ha sido un trabajo consciente o simplemente una evolución natural de su interpretación?

Yo creo que un poco de ambas. Lo de la madurez últimamente me lo están diciendo mucho, pero es que yo empecé con 22 años, y desde entonces hasta los 38 que tengo ahora, son unos años muy importantes en el desarrollo de una persona, llenos de cambios vitales. La música te acompaña en las etapas de tu vida y hay una parte de evolución personal natural, y en estos dieciséis años me han ocurrido muchas cosas, y he crecido. Empecé siendo una niña y ahora soy una mujer que tiene una familia y que ha creado su vida, con sus aciertos y con sus errores. Yo llegué con ganas de comerme el mundo, con esa espontaneidad y con la temeridad de no saber; pero con los años, especialmente los últimos, la vida te muestra una cara a veces más dura, más difícil, y vas conociendo una parte que, en tu inocencia, no eras consciente. Yo, como niña, era muy luminosa y en los últimos años he conocido las sombras de la vida. En la vida como en el sonido, las luces y las sombras nos redondean. Ir viviendo e ir desarrolándonos como seres humanos y como músicos implica ir descubriendo diferentes luces, diferentes colores, y también diferentes sombras. Y en ello estoy.