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Trueba y Mariscal declaran su amor a la bosa nova y el cine en ‘Dispararon al pianista’

‘Dispararon al pianista’, segundo viaje a la animación de Fernando Trueba y Javier Mariscal tras ‘Chico y Rita’ hace trece años, es una declaración de amor de ambos artistas a la música de jazz y al cine en el momento en que, se cambió «el mundo con corbata» por otra manera de contar y de cantar.

Los directores Fernando Trueba y Javier Mariscal, en Donostia.
Los directores Fernando Trueba y Javier Mariscal, en Donostia. (Idoia ZABALETA | FOKU)

«Se dice que la bosa nova y la nouvelle vague cambiaron la historia de la música y el cine y esa sensación es la que queda en la película», ha explicado Fernando Trueba en la rueda de prensa posterior al pase de ‘Dispararon al pianista’ en Zinemaldia, donde hoy se ha proyectado fuera de concurso.

Ese momento de transición entre el mundo antiguo y el que se viene, tanto en cine como en la música, atrae irremediablemente al director madrileño quien, no obstante, insiste en que «no hay ruptura, siempre es renovación».

En la película, señala, «se habla mucho de historia, de política, de memoria y de un personaje en particular, y casi sin haberlo buscado, ahí está el cine, ahí por debajo».

La película, que se estrenará en salas el 6 de octubre, cuenta la historia de un pianista excepcional que no llegó a ser conocido –como lo fueron sus contemporáneos Jobim, Vinicius da Moraes o Toquinho– porque desapareció en los albores del golpe de Estado en Argentina.

Hay un periodista americano interesado en saber qué pasó con Tenorio, quién fue, dónde toco, cómo fue su vida, y su probable muerte a manos de los militares argentinos. Es Jeff, un trasunto de Trueba que pensó que era más coherente ese personaje que si quien busca al pianista es un director de cine.

«Hay veces que la ficción es más verdad que la realidad», sentencia el director de ‘El sueño del mono loco’ (1989), donde precisamente conoció a Jeff Goldblum, el actor que pone voz y da nombre al periodista que funciona como hilo conductor en el documental.

Desde ahí, la historia que se cuenta es tal cual. Trueba descubrió a Tenorio en 2004 en un disco que compró en Brasil cuando rodaba ‘El milagro de Candeal’. Así, dice, es como se convirtió «en un palizas con la historia de Tenorio».

Entonces, internet era «un poco rudimentario», de modo que empezó a hacer entrevistas sobre Tenorio, la primera, de ellas, precisamente en Zinemaldia de 2005 donde se presentaba un documental sobre Vinicius da Moraes. Trueba vino desde Madrid para hablar con la productora de la cinta, la hija de Vinicius, Susana, y así empezó una recopilación que le llevó a grabar, en años, más de 150 entrevistas.

«Y luego de aquella primera entrevista nos liamos con ‘Chico y Rita’, que fue un proceso bastante largo», y la primera vez que Trueba y Mariscal trabajaron juntos. Entre medias, rodó ‘El olvido que seremos’, ‘El artista y la modelo’ y ‘La reina de España’, pero seguía obsesionado con Tenorio.

«Se impuso la idea, que parecía muy loca, de hacerlo en dibujos animados porque entendí –explica Trueba– que si haces un documental sobre un desaparecido se convierte en una sucesión de bustos parlantes; si lo hacía en dibujos, lo podíamos ver, tocando, con su familia, con sus hijos». A finales de los 50, ya no quedaba ninguno de los bares donde tocó Tenorio, «pero con la animación lo podíamos reconstruir», como así ha sido.

El filme contiene una sorpresa: un trozo de entrevista para la televisión argentina inédito de Vinicius da Moraes hablando sobre la desaparición de Tenorio Junior.

«Él hace esa entrevista cuando justo los taques salen a la calle y nunca se vio, se quedó en la lata», y Trueba dice que lloraron cuando lo vieron: no tenían ningún documento de Vinicius, que murió al poco de desaparecer Tenorio. Se muestra demolido, desesperado.

Mariscal descubre, sentado a su lado en el Kursaal, que disponían de unas entrevistas «muy realistas» donde lo más importante eran los audios.

«Teníamos que arriesgar y creo que lo hicimos: coger 200 fotogramas y tirar a la basura la mayoría, quedarte solo con los de más fuerza. A partir de ahí esperamos que el espectador esté animando él mismo, su complicidad. Esto no es un batido, es una carne cruda que cada uno se cocina», ejemplifica el creador, que «cuela» en una de las calles por las que pasa Tenorio a un pequeño Cobi.

Reconoce que podrían haber usado programas de Inteligencia Artificial, pero afirma que él solo sabe manejar el photoshop, y así lo hizo. «Lo que hice fue estirar los fotogramas, cambiarlos, tocarlos, para que fuera pa-pa-pa-pá», gesticula, explícito, todo energía el artista catalán, aunque nacido en Valencia hace 73 años.