¿A quién se le ha ocurrido vender esta sentidísima crisis existencial como una comedia? Sí, la nueva película del tándem María Alché (‘Familia sumergida’) y Benjamín Naishtat (Concha de Plata a la Mejor Dirección por ‘Rojo’) podría funcionar perfectamente como heredera porteña de Jacques Tati, resiguiendo las innumerables desgracias que durante una sola jornada acumula Marcelo (un excelente Marcelo Subiotto), catedrático de filosofía tachado a la antigua, mientras recorre la ciudad. Pero él no será nunca un receptor vacío al que tirar pasteles de nata y la vida en la urbe nunca es del todo liviana, tiene fecha de caducidad. La película, de hecho, arranca con la muerte de su mentor y va clausurando sus encuentros con mirillas a lo ‘Looney Tunes’ que se cierran demasiado lentas para resultar divertidas.

Aunque Marcelo está destinado a chocar contra Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia), colega carismático y seductor que quiere heredar el cargo del muerto, Alché y Naishtat sitúan su principal campo de batalla en la cabeza de Marcelo, como litigio entre su condición real, antisocial y haraposa, y su yo utópico: un activista fuerte, valiente y honrado. Como si Marcelo no supiera ver las vicisitudes morales y políticas que enfrenta a diario, decisiones plenamente políticas que no sabe aprehender. Para acompañarle, la pareja de cineastas nos recuerda que, a su lado, luchan los centenares de personas que en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires (la ‘PUAN’), cada día respiran a su lado.