Vladimir Putin se reunió ayer durante tres horas en Pekín con su homólogo chino, Xi Jinping, en el marco del III Foro de las Nuevas Rutas de la Seda. «En cuanto al impacto de los factores externos y los conflictos en el desarrollo de las relaciones ruso-chinas, todos estos factores externos son amenazas comunes que fortalecen la cooperación entre Rusia y China», afirmó el inquilino del Kremlin.
En relación con el criminal ataque al hospital de Gaza, Putin señaló que «es un acto terrible, una catástrofe. Hay centenares de muertos y heridos. Confío en que será una señal de que hay que acabar el conflicto cuanto antes», señaló, para reivindicar su oferta de mediación y recordar que Rusia siempre se ha pronunciado a favor de la creación de un Estado palestino con su capital en Jerusalén Este. Según el inquilino del Kremlin, una Palestina independiente en el mapa sentará las condiciones para «una paz duradera».
Tampoco China apuntó a Israel como culpable pero sí mostró su conmoción y dura condena por el ataque contra el hospital. «Lloramos a las víctimas y extendemos nuestro apoyo y compasión a los heridos. China llama a un inmediato alto el fuego y al cese de las hostilidades», dijo el Ministerio de Exteriores
China, que como potencia que trabaja de forma blanda por su hegemonía no busca enemigos, tiene buenas relaciones tanto con Israel como con los países árabes.
La Rusia de Putin, como su ancestro, la URSS, ha tenido históricamente fuertes lazos con Israel (las conexiones entre el sionismo, originalmente de izquierdas, y el comunismo, en su origen, son un hecho, así como la etnia judía de no pocos ideólogos europeos y soviéticos), lo que no le ha impedido apostar, siquiera de modo teórico, por los derechos del pueblo palestino.
Sobre esa posición dual se impone la lógica geopolítica. Y es que tanto Pekín como Moscú son conscientes de que, sea cual sea el desenlace de la crisis en Oriente Próximo, Occidente, con EEUU a la cabeza y con una UE donde falta cabeza y una posición común y comprensible, pueden salir trasquilados con una calle árabe indignada y unos regímenes árabes cada vez más atraídos por las certidumbres del eje sino-ruso, con China como gran potencia económica y Rusia como gendarme militar con arsenales, también nucleares, interesantes.
Por de pronto, Xi ni siquiera mencionó la cuestión palestino-israelí y se limitó a pedir a Putin «esfuerzos conjuntos» para «salvaguardar la justicia internacional».
El mandatario chino elogió el estado de las relaciones entre ambos países y destacó que «la confianza política se está profundizando continuamente, con una coordinación estratégica estrecha y eficaz y un comercio bilateral en máximos históricos».
Putin ve con optimismo las perspectivas de cooperación con su aliado chino, socio esencial de Moscú en un momento en el que las sanciones internacionales pesan sobre la economía rusa. Así, mostró todo su apoyo a la iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda.
Instan al desmarque islámico de Occidente
La institución religiosa egipcia de Al Azhar, la principal autoridad del mundo islámico suní, urgió a los países árabes e islámicos a que «reconsideren su dependencia del Occidente euroamericano».
«La nación árabe e islámica debe reconsiderar radicalmente su dependencia y los palestinos deben saber que Occidente, con todas sus capacidades militares y máquinas destructivas, es débil y tiene miedo cuando se encuentra con vosotros o vosotros os encontráis con él», afirmó la institución con sede en El Cairo.
Al Azhar señaló que «Occidente está luchando en una tierra distinta a la suya y defendiendo doctrinas e ideologías obsoletas que se han convertido en un chiste».
La nación islámica «debe invertir el poder, el dinero, la riqueza y el equipo que Alá le dio para apoyar a Palestina y su pueblo oprimido que se enfrenta a un enemigo que ha dado la espalda a la humanidad, a la moral y a todas las enseñanzas de los mensajeros y profetas».