Daniel   Galvalizi
Periodista

Milei abre una era inédita con el Congreso en la oposición

El hambre de cambio, la alianza con Macri-Bullrich y el descrédito de Massa catapultan al líder de la ultraderecha a la Casa Rosada. Las dos cámaras del Parlamento, el Supremo y los gobernadores de provincias serán las vallas que encontrará a su agenda extrema.

Seguidores de Milei celebran el triunfo.
Seguidores de Milei celebran el triunfo. (Juan MABROMATA | AFP)

Una nueva fase histórica se está pariendo en Argentina, como siempre que cae una bomba neutrónica en el sistema político y que provoca consecuencias impredecibles. Se inaugura con un hito que bien haría en encender las alarmas del progresismo y del humanismo: el único país grande de Latinoamérica en donde no existía un partido de derecha ultra finalmente le abre las puertas de par en par de la Casa Rosada a un líder extravagante y que defiende el desmantelamiento del estado de bienestar.

Javier Milei, con 53 años, se ha convertido en presidente electo gracias a que muchos creyeron que ese bienestar él puede traerlo de la mano de demoler lo establecido, haciendo un severo ajuste fiscal y atacando a «la casta», como tacha a los dirigentes tradicionales (aunque especialmente al peronismo).

Es preciso decodificar bien lo que significa este triunfo en un país como Argentina, en donde ciertas posiciones (que no tanto él pero sí la parte más ultra de su partido, encarnado en su vicepresidenta, defiende) antes estaban prácticamente vetadas del sistema político y nadie que aspirara a prosperar podía pronunciarlas en público, sea como el negacionismo sobre la dictadura o al menos aligerar la crítica a los militares y poner en duda la cantidad de desapariciones, o también proponer la liberalización de la venta de armas, e incluso hasta llamar a boicotear el Mercosur.

En un país de ADN estatista en gran parte por el peronismo (y porque su mayor desarrollo socioeconómico se hizo gracias a la influencia del estado y no del mercado), es casi insólito que un personaje como Milei haya obtenido el 55,7% de los votos y no haya contado con un movimiento grande de voto en blanco o abstencionista. La participación fue del 77% (más que las generales) y el voto en blanco solo alcanzó el 1,5%.

Radiografía del triunfo

Lo más importante que hizo el líder de La Libertad Avanza para conseguir sus 14 millones y medio de votos fue el pacto que le ofrecieron Mauricio Macri y Patricia Bullrich. El cambio de tendencia final que lo llevó a ganar se lo dio ese acuerdo, que le garantizó un mayor trasvase de votos a su favor en el balotaje.

Contó además con la maldad política de Macri, ya que con tal de ponerle un tapón a todo sucesor en el liderazgo de PRO (el partido que fundó el expresidente), fomentó el éxito de Milei. También porque en su cabeza gravita desde hace años la idea de que el cambio liberal que hace falta en la economía argentina debe ser más radical y menos gradual de lo que él mismo intentó en 2015 y 2016, cuando fue contenido por los sectores centristas y socialdemócratas de Juntos por el Cambio.

La «motosierra» de Milei (él usa esa metáfora, y hasta se ha fotografiado con esa herramienta varias veces, graficando el ajuste que debe hacerse) viene a hacer ese trabajo pendiente, en la cabeza de los halcones liberales.

Podría decirse que el anarcocapitalista ironizaba pero todo parece indicar que, sea por su inexperiencia o por su ingenuidad, está convencido que puede avanzar en medidas extremas como desregular la economía, cerrar el Banco Central y privatizar todas las empresas públicas pendientes. Ni Thatcher soñaba con tanto.

El hartazgo con el peronismo de una parte importante de la población y la gestión económica muy decepcionante que tuvo el gobierno de Alberto Fernández fue gasolina al fuego. Se suma a que Sergio Massa es un candidato que lleva más de dos décadas en altos cargos y tiene mucho descrédito (su imagen negativa en las encuestas pondera entre las más altas). Por ello era un gran reto que pudiera ganar y si lo hacía era porque funcionaba como salvaguarda al salto al vacío que representa Milei. Pero el cansancio pudo más que el miedo.

Demoscópicamente, la derrota de Massa se explica en que donde él más debía desequilibrar a su favor, no pudo hacerlo: en la provincia de Buenos Aires, con el 37% del censo, el peronista ganó por tan solo un 1,4%. Y en el otro bastión de votos del peronismo, que es el norte del país, arrasó Milei. Paradojas de estos tiempos: donde más se precisa del estado de bienestar es donde más se votó por eliminarlo.

El ultra además tuvo a favor una muy buena performance en tres de las cuatro mayores circunscripciones: las provincias de Córdoba (arrasó 74% a 26%) y Santa Fe (62%) y la ciudad autónoma de Buenos Aires (57%). Con estos márgenes, solo le quedaba a Massa hacer un buen diferencial en la provincia bonaerense y no lo consiguió.

Otro elemento: el pacto con Macri y con algunos sindicatos permitió a Milei tener un buen cuerpo de fiscales de las mesas electorales y protegerse de ciertas picardías que suelen restar algunos puntos porcentuales (allí las papeletas las deben proveer los partidos y no el Estado y su faltante por robo es en algunas zonas periféricas uno de los artilugios).

El hartazgo social de buena parte de los argentinos con una economía muy inestable y malherida y con una polarización extenuante explica e triunfo de un outsider con incontinencias emocionales y extravagantes

Sin entender el hartazgo social de buena parte de los argentinos con una economía muy inestable y malherida y con una polarización política extenuante, no se puede comprender el triunfo de un outsider con visibles incontinencias emocionales e ideas extravagantes, además de un historial (se ha cuidado mucho en la campaña) de tono bronco, violentas discusiones en los medios y cuestiones de su vida personal que como mínimo plantean temor (como el haber hecho cuatro clonaciones de su perro y hablar con él en las redes sociales a pesar de estar muerto, o ser asesorado por brujos y decir que tiene un encargo de Dios...).

«En el fondo, Milei es un hombre profundamente solo. Creo que por eso también conecta con esa parte de Argentina que está sola, que está enojada, que está cansada, que tiene miedo y que no llega a fin de mes», dijo a NAIZ recientemente Juan Luis González, autor de la biografía no autorizada del líder ultra. Los desesperados que empatizan con el exasperado, sumado a los nulos éxitos económicos del gobierno saliente, son algunas de las claves para entender un fenómeno complejo.

Es que a pesar de la alerta que provoca el ascenso ultra no es baladí. Milei, guste o no, se convirtió en un fenómeno cultural que logra cosas que a un político inexperto (y comunicacionalmente torpe) le pueden costar años. Por ejemplo, alrededor del escenario en la calle para agradecer el triunfo electoral este domingo había decenas de miles de personas, entre ellos muchos jóvenes, una noche de domingo con buen tiempo primaveral. Algo aquí ha superado la lógica política tradicional.

Retos y contrapesos

Como ocurrió con Trump, la agenda ultra de Milei tendrá dos contrapesos: el poder legislativo y el judicial. El Supremo tiene mayoría progresista y todos los jueces federales que se ocupan del derecho administrativo del Estado tienen origen en los partidos tradicionales (peronismo y UCR) por lo que allí no tendrá aliados, al menos no inmediatos.

La mayor valla es la Camara de Diputados y el Senado. En la primera Milei tendrá tan solo 39 diputados (de 257) y 7 senadores (de 72). Tendrá la asistencia parlamentaria de buena parte del grupo que responde a Macri y Bullrich pero ese pacto ha roto Juntos por el Cambio y de hecho los dos partidos más centristas y socialdemócratas han anunciado que serán oposición y que no aspiran a cargos (varios macristas, se prevé, irán al equipo presidencial).

Al ser un sistema presidencialista, Milei dispondrá de mucha libertad en política exterior, defensa y cuestiones que hacen a la relación con las provincias pero estará obligado a negociar cambios en los impuestos, presupuestos y todas las leyes relevantes. Por lo pronto, no podrá aprobar la dolarización de la economía, una idea que ya está casi descartada, aunque fue su promesa de campaña.

El jefe de gabinete, una especie de primer ministro y con mayores competencias después del presidente, será Nicolás Posse, confirmaron fuentes de la campaña de Milei. Empresario que trabajó con él en sus tiempos de ejecutivo y tiene perfil tecnócrata y, por supuesto, neoliberal. La ministra de Exteriores será Diana Mondino, quien participó de la primera reunión del día después del triunfo y su posteo junto a una foto no sorprendió: «Trabajando para achicar el Estado y eliminar impuestos».

Otro reto será el peronismo, la mayor maquinaria política del país y conocido por su pragmatismo. Para aceitar las transferencias de partidas y conseguir informaciones, los gobernadores del PJ deberán seducir a la Casa Rosada pero también ser un muro de contención a la avalancha de ajuste que vendrá y que ellos deberán gestionar socialmente. También se descuenta que habrá una dura oposición de un sector de los sindicatos. Allí será clave su futuro ministro del Interior, el conservador Guillermo Francos.

Un poder fáctico que también hará tronar su influencia es el establishment económico, ya que el peso de los subsidios y exenciones en la economía argentina es muy fuerte y para hacer un ajuste extremo Milei no podrá, aunque quiera, concentrar todo el esfuerzo en la clase trabajadora. Allí también se espera la mano de Macri para mediar.

El 55,7% que le votó no podrá decir que no sabía a quién votaba o que no pudo frenarlo. Qué le sucede a esa sociedad que elige a este inquilino de la Casa Rosada, es un reto para quienes quieran aspirar a combatirlo

Por último debe constatarse un dato: el sistema argentino es uno de los pocos del mundo que tiene triple vuelta electoral (primarias obligatorias, generales y balotaje). A diferencia de México o Venezuela, donde se convierte en presidente la primera minoría aunque tenga 30% o menos, en Argentina hay tres cribas, y además, campañas electorales estatizadas en las que las minorías tienen garantizada propaganda en radio y TV.

Esto hace que quien es electo presidente uvo que sortear toda esa competencia abierta y triple. Se suma además que Milei no ha mentido, ha dicho todas las barbaridades que prometió hacer, sin eufemismos. El 55,7% que lo eligió no podrá decir que no supo a quién votaba o que no pudo frenarlo. Qué le sucede a esa sociedad que elige este inquilino de la Casa Rosada es un reto para quienes quieran combatirlo.