Carlos Gil
Analista cultural

A vueltas con la familia

Autores: Edu Cárcamo, José Dault, Garbiñe Insausti, Iñaki Rikarte
Intérpretes: Edu Cárcamo, José Dault, Garbiñe Insausti Dirección: Iñaki Rikarte Coproducción: Centro Dramático Nacional español, Kulunka Teatro, Teatro Arriaga, Teatro Victoria Eugenia. Teatro María Guerrero (Madrid), 29-11-20

Una escena de la obra ‘Forever’.
Una escena de la obra ‘Forever’. (KULUNKA TEATRO)

Construir un mundo escénico a partir de unas máscaras produce un corrimiento inmediato de todos los significantes que concurren en el proceso dramatúrgico, interpretativo y de puesta en escena. La ausencia de texto, de expresión hablada, impulsa una gestualidad que se debe acompasar con todos los movimientos y ello hace que el desarrollo de la historia se debe sintetizar de una manera tan extraordinaria que, se entiende, que cada segundo de esta obra es fruto de la destilación de muchas horas de sala de ensayos, de muchos desistimientos de escenas, situaciones y resoluciones que acaban confrontadas con la necesidad de avanzar dentro de una historia que nos muestra una familia, una pareja, que busca la llegada de un hijo, el cual llega con unas dificultades de movilidad que condicionan todo a partir de ese momento.

Kulunka son especialistas en contar de esta manera. Han tenido éxitos universales en sus anteriores espectáculos y en esta recién estrenada obra se podría destacar la apuesta por una escenografía móvil, giratoria que ayuda de manera clara y evidente a las elipsis, que sirve para poder desarrollar todo lo que se nos cuenta en varios escenarios cambiantes de manera simultánea, pero que al final se convierte en algo preponderante, que marca. Esas vueltas que da, en un sentido y otro, forman parte del propio lenguaje, de la dramaturgia escénica, casi del mismo mensaje, pero hay momentos en los que esa reiteración se convierte en previsible, en retóricos sus movimientos. Y eso le resta algo de eficacia, de contundencia, al restarle sorpresa y ensoñación.

Estamos ante una obra mayor, en el sentido de que los tres intérpretes nos proponen un viaje a una situación reconocible, a unos problemas comunes, desde la ilusión a la desolación; el amor, las esperanzas, la protección a un niño con dificultades, al desgaste de las relaciones, al crecimiento de ese ser que de niño se convierte en adolescente con sus problemas propios y su sensación de estar exageradamente protegido que acaba convertida en rebeldía, la ruptura, el desmontaje de los ideales de la familia, donde se instaura la incomunicación. La familia. Ese núcleo fundamental de nuestra manera de organizarnos en sociedad que es el germen de tantas disfunciones, de tantas agresividades latentes o explícitas.

Queda claro el mensaje, no hay dudas. Queda claro y es evidente el gran trabajo de creación, de concreción, de puesta en escena, de interpretación. Todo queda claro, la única rendija por donde entran las dudas es por los diez minutos finales, como si la solución para acabar no fuera definitiva. Como si existieran otras posibilidades que es posible se afronten.

En cualquier caso, es un magnífico espectáculo, dentro de los signos, estéticas y desarrollos dramáticos de Kulunka y todo su equipo creativo, de nuevo con un ejercicio actoral descomunal de sus tres intérpretes y la limpieza y sencillez operativa deslumbrante de la dirección de Iñaki Rikarte.