Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Elkarrizketa
Txefi Roco
Integrante del colectivo Trabajadoras no Domesticadas

«La Administración está forrándose con el negocio de los cuidados»

Txefi Roco Sanfilippo es argentina, euskaldun y también miembro del colectivo Trabajadoras no Domesticadas y del grupo motor convocante de la histórica huelga feminista. Es consciente de que, a partir de ahora, toca concretar la conciencia movilizada en este día histórico en las calles.

Txefi Roco, en una imagen de julio.
Txefi Roco, en una imagen de julio. (Aritz LOIOLA)

Hablamos con Josefina ‘Txefi’ Roco Sanfilipo en Bilbo. Pese a su avanzado estado de gestación, anda por aquí y por allí, en la intensa y lluviosa mañana de un día de huelga general histórico: a convocatoria del feminismo una importante parte del país ha parado para decir ‘basta’ a la explotación y las malas condiciones laborales de un sector feminizado, racializado, precarizado y explotado como es el sector de los cuidados; se ha parado también para decir ‘por ahí no’ a la mercantilización total de los cuidados, a esa privatización de las residencias y asistencia domiciliaria que mostró sus vergüenzas en la pandemia.Y así seguimos, hasta que esto cambie.

De baja actualmente de su trabajo en la secretaría antirracista del sindicato LAB, Txefi Roco es miembro del colectivo Trabajadoras no Domesticadas y es parte también del grupo motor de esta huelga con la que el feminismo vasco ha demostrado que, cuidado, es una fuerza de cambio radical y revolucionario. Y que la vida política de este país también les tendrá que tener en cuenta.

Enfatiza que esta es una huelga feminista y general, en ese orden de términos. ¿Por qué una huelga? Ha sido una decisión muy arriesgada por parte del feminismo, aunque es cierto que han conseguido sumar a esta huelga a 1.500 comités de empresa y, así, remover los cimientos del sindicalismo de este país.

Para nosotras, esta huelga alguna manera recupera el instrumento histórico de la clase trabajadora: la huelga como instrumento que ha sido condición de posibilidad para que hoy las personas trabajadoras podamos tener acceso a muchos de los derechos que tenemos, que no han salido de la nada, que han sido producto de luchas y de huelgas históricas. Esos derechos, que ahora nos están recortando y nos quieren quitar,, poner en valor esa herramienta histórica y esos procesos de lucha, pero esta huelga feminista es feminista porque es radical y porque va a las raíces de de cómo la sociedad se está estructurando.

Si la huelga al uso planteaba la disputa en el conflicto capital-trabajo por la mejora de las condiciones laborales, los salarios o los descansos de las personas trabajadoras, aunque es verdad que ha habido otras huelgas muy importantes que muchas veces no miramos –las huelgas de hambre de los presos, las huelgas de hambre de los movimientos antirracistas, pacifistas....–,  además de las condiciones laborales de los sectores feminizados y precarizados, que son los que sostienen el gran espectro de los cuidados, esta huelga mira el conflicto capital-vida; o sea, pone en el centro la mirada en que la vida, tal y como está planteada ahora, está siendo descuidada.

Entonces estamos como haciendo nuestro propio suicidio colectivo como sociedad: el capital, como una rueda loca, está poniendo en el centro todo el tiempo la especulación, la acumulación y la generación de negocio. Y eso se ha visto porque con la pandemia se profundizó en la crisis de los cuidados, y fíjate cómo el capital rápidamente se reorganizó, se reestructuró, y encontró en los cuidados un nuevo nicho de negocio: el mercadeo de los cuidados. En la Comunidad Autónoma del País Vasco y en Navarra es impresionante el proceso de privatización que ha habido, acelerado y profundo, en donde solo un porcentaje muy pequeñito de residencias, por ejemplo, quedan en gestión pública y son de dominio público y también en el servicio de ayuda a domicilio. Por ejemplo, en del Ayuntamiento de Bilbao está subcontratado y tercerizado...

... ¿Y no habría que empezar a dar los nombres de los grandes empresarios que se están lucrando con los servicios públicos de cuidados?

Son personajes como Florentino Pérez, un empresario del futbol y de la construcción... Esto es una responsabilidad política y también una responsabilidad pública, porque los criterios de adjudicación de estos servicios a estas consultoras se hacen en base a quién ofrece más barato su pliego, todo a costa de ajustar los salarios y las condiciones laborales de las personas trabajadoras y la calidad de los cuidados que reciben las personas mayores. Hay compañeras que dicen: ‘Tengo que hacer en 12 minutos todo eso y es que estoy violentando todos los días a una señora o a una abuela o a un abuelo’. Los criterios de adjudicación de esos pliegos, que tendrían que poner el foco en qué calidad de cuidados, en qué tipo de seguimiento se está haciendo a las personas mayores no son esos, son en realidad los criterios del lucro y el mercadeo. Se está especulando con nuestras vidas y eso es lo que venimos a denunciar, no solo en términos de las condiciones de empleo de las trabajadoras, que eso sí es muy importante de cambiar, pero también sobre qué lugar y qué centralidad se le están dando a los cuidados.

«El objetivo es paralizar, tener impacto en la producción, en la circulación, pero sobre todo abrir preguntas y que la gente de pie, de la calle, que la sociedad empiece a hablar de esto y empiece a politizar, a problematizar, cada una desde su lugar»



Supondría abrir el melón de la política.

Eso es. La Administración pública y quienes nos gobiernan, especialmente algunos partidos, están forrándose con el negocio de los cuidados en Euskal Herria. Entonces, bueno, esta huelga feminista ha recuperado una herramienta histórica que pone sobre la mesa también la deuda patriarcal y colonial que tenemos como sociedad en torno a los cuidados y nos replantea no solo cortar la producción o cortar la circulación, aunque ahora estamos muy contentas porque hemos logrado bloquearla esta mañana y ha llamado la gente muy enfadada porque el movimiento feminista ha bloqueado el acceso a las grandes capitales de Euskal Herria... Nosotras estamos contentas, porque eso significa que se está hablando de esto. El objetivo es paralizar, tener impacto en la producción, en la circulación, pero sobre todo abrir preguntas y que la gente de pie, de la calle, que la sociedad empiece a hablar de esto y empiece a politizar, a problematizar, cada una desde su lugar, y también a exigir cómo los cuidados no son algo que nos queda lejos, sino que nos están atravesando a todos.

Hay una serie de ‘patas’ en la cuestión de los cuidados: la social, la legal y la laboral. No sé cuáles consideran que son más urgentes, a las que meter mano primero. ¿Tal vez la legislación del sector de empleadas de hogar?

Una de las reivindicaciones de la tabla es justamente la erradicación del régimen interno. El régimen interno es una muestra de un engranaje de desigualdad, de violencia, de exclusión y de injusticia que atraviesa a los cuidados. Para nosotras, el Régimen Especial de Trabajadoras de Hogar es un régimen deficitario, que tiene vacíos legales muy importantes y que no son casualidad. No está regulado el trabajo nocturno, lo que se llama el régimen de pernocta, cuando en otros sectores trabajar por las noches implica luego tener descansos o pagas superiores, un plus por trabajo de nocturnidad. En este caso, a las trabajadoras internas no solo no se les reconoce ese esfuerzo adicional, sino también que se les descuenta hasta el 30% por el concepto de salario en especie, que es por dormir y comer en los domicilios en los que trabajan. Los domicilios que, en este caso, para las trabajadoras son sus centros de empleo y son lugares a los que la Inspección de Trabajo dice que no puede acceder, porque existe una cláusula de inviolabilidad del domicilio. Entonces los inspectores, aunque pocas veces lo hacen, sólo llegan hasta las puertas. No hay un seguimiento de las condiciones efectivas en las que las trabajadoras de hogar se encuentran realizando sus tareas dentro de los domicilios.

«Muchas trabajadoras internas están como en una cárcel. Muchas van al centro de salud y los médicos le dicen: ‘Hasta que no duermas ocho horas seguidas durante cuatro o cinco días, es que no podemos hacer nada’»



Y nos encontramos con todo tipo de vulneraciones y jornadas laborales abusivas. Una jornada laboral dentro del Régimen Especial permite 40 horas semanales legales más 20 horas de presencia; o sea, que estamos hablando de 60 horas semanales legales. Y además, como no hay un seguimiento y muchas de estas compañeras trabajan por la noche, se levantan dos tres cuatro veces muchas veces, muchas cuidando a una o a dos personas mayores con incontinencia urinaria, demencia senil y diferentes enfermedades. Están como en una especie de cárcel. Muchas compañeras van al centro de salud y los médicos le dicen: ‘Hasta que no duermas ocho horas seguidas durante cuatro o cinco días, es que no podemos hacer nada’. Osalan tampoco hace un seguimiento de la salud física y emocional en la que se encuentran estas trabajadoras... Entonces, se articulan y se entretejen diferentes situaciones en lo legal, en lo emocional y en la salud. Y las instituciones, a nivel del Gobierno vasco, sí que podrían tomar decisiones en este sentido. Algunas competencias, como la Ley de Extranjería dependen ya del Estado central, pero a nivel del País Vasco sí que se podrían, si hubiera voluntad política, mejorar las condiciones reales de las trabajadoras.

Por otro lado la Ley de Extranjería obliga a permanecer en la economía sumergida al menos tres años a las personas emigradas que llegan de otros territorios. En el País Vasco tenemos concentración de personas migrantes en diferentes nichos de empleo y sectores laborales: el empleo de hogar interno es un caso importante,  porque más o menos el 98% de las trabajadoras internas son mujeres migradas en situación administrativa irregular que, cuando llegan al ‘sueño europeo’, la única oportunidad de empleo que encuentran es este trabajo y en estas condiciones. Muchas compañeras superan los tres años, porque se generan también diferentes situaciones de chantaje y hay compañeras que están tres, cuatro, cinco o seis años en esas condiciones. Lanbide y la Inspección de Trabajo y la Seguridad Social tampoco hacen un seguimiento.

¿Su situación es excepcional en la legislación laboral?

Es uno de los pocos regímenes especiales que quedan. A partir de la última reforma se ha planteado con un proceso de integración graduado en el Régimen General, pero todavía no está completamente integrado y tiene cuestiones sin regular de manera común con el Regimen General de los Trabajadores.

Al menos la pandemia sirvió para que se les reconociera el derecho al desempleo.

Sí, pero vino con fórceps. Cuando, cada lunes, Pedro Sánchez anunciaba las medidas especiales de la pandemia, las trabajadoras de hogar nunca eran nombradas. Había medidas especiales para los trabajadores de las aseguradoras, para los de peluquerías... Entonces, después de que muchas organizaciones a nivel del Estado empezamos a hacer ruido y a exigir, se planteó la prestación por desempleo como medida excepcional. Luego eso se interrumpió y el año pasado, cuando se ratificó el convenio, se reguló como un derecho, con un año de antigüedad para las trabajadoras que están con contrato y cotizando la Seguridad Social.

Es una legislación desigualitaria, discriminatoria, injusta y que se retroalimenta con la Ley de Extranjería, que es una ley hipócrita y es consciente de que tenemos un porcentaje muy alto de personas trabajadoras que llegan para cubrir empleos fundamentales vinculados a los cuidados. También podemos hablar del trabajo rural, del trabajo en la pesca, del trabajoen las conserveras, el trabajo en la tabla de monte... de diferentes trabajos que nadie quiere hacer y que concentran a personas migradas.

Eso por un lado: Ley de Extranjería, regulaciones deficitarias y discriminatorias por donde se las mire, que se complementan perfectamente y son funcionales a una acumulación del capital a costa de vidas y cuerpos migrados y racializados,. Y por otro lado, una sociedad que históricamente ha infravalorado e invisibilizado el trabajo de cuidados socialmente, culturalmente, económicamente, políticamente y legalmente. Si estos trabajos hubiesen tenido otra valoración social, política y económica, seguramente tendríamos otras leyes, otros seguimientos y otro compromiso político de garantizar derechos.

¿Entonces, preguntas, que está primero? Bueno, yo creo que que todo es importante, por eso está la propuesta del derecho colectivo al cuidado. Creo que en todas las cestas tenemos lentejas que remover y sacudir, que no nos vale de nada tener una super ley si luego dentro de casa nadie hace ese seguimiento. Es un trabajo que hay que hacer a multinivel multidimensional, despacito, pero con la seguridad de que hay que hacerlo.

¿Y ahora, qué va a pasar el día después de la huelga? Por ejemplo, ¿con los sindicatos?

Yo creo que desde desde las organizaciones sindicales se está haciendo un proceso bien interesante. El caso conozco yo de manera más cercana es el de LAB, que empieza ya hace varios años cuando se crea la Secretaría Feminista y se habla del conflicto capital-vida. Tenemos un programa socioeconómico que plantea el triple reparto: del empleo, de la riqueza y de los cuidados. Ese triple reparto plantea como esos tres elementos, pero también pregunta: ¿hasta ahora, como sindicato, que entendíamos por riqueza? Eran los sectores productivos, la industria, la construcción, la metalúrgica... pero al cuidar, los sectores feminizados y precarizados también están aportando elementos muy importantes a la reproducción social en Euskal Herria.

Eso por un lado. Y, por otro, los sectores históricamente productivos masculinizados también tienen que hablar de cuidados y también tenemos que hablar de una reducción de esas jornadas para que esos compañeros se replanteen en sus responsabilidades en torno al reparto de cuidados. Dentro de los sindicatos hablaremos de cuidados, de quiénes están cuidando, en qué condiciones, de manera remunerada, de manera no remunerada... Los sectores más encendidos en el último año con más luchas, donde ha habido bloqueo sistemático de convenios colectivos, ha sido los de las mujeres cuidadoras en diferentes sectores.

Esto también me vincula con ¿qué hacemos mañana? Algunas necesitaremos descansar [risas]. Vamos a descansar, pero luego el proceso sigue. Se va a hacer una valoración del día de hoy y además creemos que esa valoración no acaba mañana: vamos a ir viendo resultados y sedimentos de este proceso en los próximos meses, y tenemos un acuerdo de pueblo, un acuerdo que plantea compromisos y el reparto de responsabilidades a diferentes dimensiones.  Entonces la idea es ya empezar a trabajar en lo concreto, en el ámbito territorial, a nivel de pueblos, de ayuntamientos y de Diputación Foral. Porque, ¿cómo hacemos aterrizar esos cambios, esas reivindicaciones? Será hora de tocar puertas, de exigir responsabilidades a todas esas organizaciones y esos comité de empresa.

Bueno, también a los políticos. Parece que habrá elecciones en marzo y posiblemente el de los cuidados sea uno de los asuntos que tendrá en cuenta la gente cuando vote.

Sí, hay elecciones en marzo y tenemos el horizonte también del 8 de marzo. Se vienen meses de trabajo ya en concreto. Creemos también que las preguntas esas de las que hablábamos se van a empezar a ver después: muchos resultados los veremos mañana, otros los iremos viendo en las próximas semanas, pero luego más adelante aparecerán nuevos imaginarios que tienen que ver también con este proceso. La construcción colectiva de un sistema vasco público comunitario de cuidados y de un derecho colectivo al cuidado no acaba hoy. Sabemos que tenemos mucho trabajo por delante, muchas piedritas en el camino van a aparecer también, pero, bueno, estamos acostumbradas. Somos bastante ‘burugogorra’, cómo se dice aquí, y además este proceso lo hemos hecho con mucho compromiso político y con mucha ilusión. Y eso no se acaba; de hecho, hoy se está reforzando, así que, para adelante .