Euskal Herria ha hecho historia al realizar por primera vez una huelga feminista y general. Decenas de miles de personas se movilizaron el jueves sin esperar a que saliera el sol y hasta después de que hubiera caído. Y la sensación tras el 30N es «de haberlo conseguido», asegura Elene Lopetegi, integrante del movimiento feminista.
No ha habido aún tiempo de digerir lo que sucedió el jueves pasado, que dejó una resaca inusual, como de «felicidad», aclara, en caliente, una de las organizadoras en la gigantesca maraña de personas que hizo posible la huelga feminista general. «Los objetivos que habíamos marcado para este día se cumplieron. A pesar de que sabemos que nos queda muchísimo trabajo por hacer, podemos decir que el jueves se llenaron las calles, todas las movilizaciones que se habían organizado salieron bien. Tenemos motivos para estar contentas», expresa.
Era la primera vez que en Euskal Herria se realiza una huelga feminista general y ha dejado «sensaciones muy positivas» también para Maddi Isasi, responsable de feminismos de LAB. Desde el sindicato, han vivido la huelga con una «ilusión especial», aunque también han tenido que adaptarse a varios cambios, al ser una propuesta sin precedentes, y ha sido «un gran aprendizaje» que influirá también en futuras convocatorias. «La huelga se planteó en confluencia con el movimiento feminista y con otros agentes; esto, de facto, traía un cambio en la lógica habitual. Además, una huelga feminista general convocada por el movimiento feminista requiere que revisemos las formas que tenemos de convocar las huelgas, por ejemplo, para que las mujeres sean las que ocupen las primeras líneas y las que lleven el liderazgo a la hora de dinamizar el proceso. Y también había que impulsar la implicación de los hombres trabajadores, porque yo creo que exigía el peligro de que pensaran esto no iba con ellos», ha explicado.
La huelga, al ser también un instrumento para la confrontación, destapa a menudo ciertas resistencias que en el día a día pueden pasar más desapercibidas. «Resistencias o falta de comprensión, no sé como llamarlo», vacila Lopetegi. Confiesa que el movimiento feminista era consciente que sería difícil llegar a algunos sectores: «Sobre todo a los sectores masculinizados, a la industria, por ejemplo. Hemos escuchado de todo, como ‘¿los cuidados son realmente un tema como para hacer una huelga general?’ y cosas parecidas. Pero yo creo que gracias al trabajo que han realizado el movimiento feminista y los sindicatos, explicando y haciendo pedagogía en todos los sectores, las resistencias han sido menos. Y se ha visto claramente que sí, que el de los cuidados es un tema como para hacer una huelga general».
«Que el debate sobre los cuidados llegara a ciertos sitios sería inimaginable hace poco tiempo»
Según apunta Maddi Isasi, la huelga tuvo una gran capacidad de movilización, aunque es cierto que la incidencia del paro fue muy distinta en cada sector. «En algunos lugares no llegaron a parar el espacio productivo; en industria, algunas empresas grandes estuvieron en marcha. Pero que el debate sobre los cuidados, el planteamiento de la huelga, llegara a ciertos sitios, sería inimaginable hace poco tiempo. Estamos interpelando a los hombres que tienen el privilegio de no cuidar, estamos problematizando algo que, para algunos, no supone un problema y no se sienten interpelados. Pero a pesar de ello ha llegado, cerraron muchas empresas grandes, en el sector público también hubo una incidencia alta», ha abundado.
Poco a poco, pero avanzando
Las propias huelguistas incidieron varias veces en una dolorosa paradoja de la convocatoria. Muchas de las trabajadoras de cuidados no pudieron secundar el paro; algunas, como las internas –“No estamos todas, faltan las internas”, clamaron en varias ocasiones las huelguistas–, porque no disponen del derecho a huelga, otras, porque los servicios mínimos que se impusieron no se lo permitieron. Aunque la mayoría de las que sí podían hicieron huelga. «En las residencias, el seguimiento entre las trabajadoras que sí pudieron hacer huelga fue de más del 90%», ha remarcado Isasi.
Izaskun –prefiere no dar su apellido– es una de las miles de trabajadoras de hogar que sostienen vidas y familias –propias y ajenas– en Euskal Herria, mientras sus vidas, precarizadas, penden de un hilo. Sabe de lo que habla: lleva en el sector desde los quince años.
Para ella, las movilizaciones del jueves fueron una expresión del «empoderamiento de las mujeres», pues sostiene que debido a los cuidados y los trabajos de hogar, las mujeres realizan el «triple» del trabajo que los varones.
Por ello, Izaskun cree indispensable que las trabajadoras de hogar tengan, para empezar, visibilidad. «Porque aunque estemos aisladas en las casas, tenemos nuestros derechos, y tenemos que reivindicarlos. El problema es que esto no se considera un trabajo», lamenta.
Tiene 64 años, pero no puede retirarse hasta dentro de tres, porque no llega a los 33 años cotizados. «Claro, he trabajado en casas donde no estaba asegurada. Y lo estoy pagando ahora, con 64 años, que no me puedo jubilar. Esto no lo ve nadie», denuncia.
A pesar de todo, cree que en ciertos aspectos se ha conseguido mejorar el empleo de hogar. «Por ejemplo, que ahora tengamos derecho al paro, para mí es muy grande. Antes te echaban, ‘mañana no venga usted’, y ni indemnización ni nada. Poco a poco, se están consiguiendo cosas», afirma.
Ahora viene lo interesante
La huelga tenía como bandera un sistema de cuidados público y comunitario, y decenas de miles de personas, sobre todo mujeres, sosteniéndola en las movilizaciones. Ese día «ganó el tema», los cuidados obtuvieron «importancia, agencia» y se reafirmó la necesidad de un cambio «urgente» en el actual sistema, destaca Elene Lopetegi.
Ganó también el movimiento feminista, líder en la organización de una convocatoria sin precedentes, por la demostración de fuerza del jueves, y porque durante el proceso para organizar la huelga consiguió fortalecer sus bases con «nuevas alianzas». De hecho, el movimiento feminista considera que el proceso antes y después de la huelga es tan o más importante que el paro en sí mismo, ya que el día del jueves no fue el inicio ni el fin de nada. Si acaso, la entrada a una nueva fase.
«Aunque estemos aisladas en las casas, tenemos nuestros derechos, y tenemos que reivindicarlos»
«Ahora viene lo interesante», remarca Maddi Isasi. «Hay que hablar de estrategias para aterrizar la tabla de reivindicaciones que recoge el Acuerdo Social. Y creo que los agentes que firmamos el Acuerdo Social debemos ser quienes sostengamos ese proceso, pero también nos corresponde reflexionar sobre aquello que podemos hacer cada uno en nuestros espacios. Esto implica, por ejemplo, repensar las propuestas que ponemos en el centro de la negociación colectiva y la acción sindical. Si estamos pidiendo que se le otorgue un valor al cuidado, tendremos que repensar también la organización del empleo y de la jornada laboral. Todo esto tenemos que trasladarlo a estrategias concretas», dice la integrante de LAB.
En las movilizaciones vespertinas del jueves, las más multitudinarias de la jornada, el movimiento feminista y los agentes adheridos al Acuerdo Social lanzaron un mensaje claro a las instituciones públicas de la CAV y Nafarroa: ahora, la pelota está en su tejado. Así, el viernes se les remitió una carta donde se les exige que creen una mesa intersectorial para iniciar un debate sobre el contenido del Acuerdo Social.
En esa mesa deben estar las instituciones y «el pueblo», representado por el movimiento feminista, los sindicatos, agentes sociales y trabajadoras de hogar y de cuidados, según ha detallado Lopetegi.
Es tiempo, por tanto, de aterrizar las reivindicaciones que se recogen en el Acuerdo Social, aunque es pronto para saber qué estrategias se adoptarán para ello. Primero, los agentes que firman el acuerdo esperarán a ver si las instituciones contestan a la carta que les remitieron el día después de la huelga y si muestran la voluntad política para crear la mesa interinstitucional. Las posiciones que tomarán los ayuntamientos, las diputaciones y los gobiernos autonómicos determinarán el camino que tomará el movimiento feminista. Porque habrá camino para rato.