Del río al mar... Palestina será libre
No hay palabras para poder expresar lo que está aconteciendo estas últimas semanas en Palestina. El castigo colectivo e indiscriminado, la limpieza étnica que está realizando el Estado sionista contra el pueblo palestino está abriendo la puerta a un genocidio, si no lo ha hecho ya.
Conviene contextualizar lo acontecido el 7 de octubre, y decir claramente que esa acción es el fruto de 75 años del proceso colonial de expulsión y desposesión del pueblo palestino por parte del ente sionista. Y también es el reflejo de más de 18 años de un bloqueo permanente y criminal contra la Franja de Gaza, convertida en el mayor campo de concentración al aire libre del mundo.
¿Cómo expresar el horror que provocan las cifras? Cerca de 20.000 palestinas y palestinos muertos impunemente estas semanas (la mayor parte, menores y mujeres), más de 50.000 personas heridas, 8.000 desaparecidas. Más de la mitad de las casas de Gaza destruidas o dañadas, la mayoría de los hospitales destruidos o inoperativos, un centenar de periodistas y otros tantos trabajadores de la ONU muertos a manos del Estado israelí, más de 200 sanitarios que han perecido...
El pueblo palestino tiene memoria. El 77% de la población de Gaza son refugiados de otras partes de Palestina, que ahora, igual que en el pasado, están sufriendo una Nakba permanente, conscientes, además, de que el proyecto sionista busca su expulsión e impedir el retorno. Ahora igual que en el pasado.
Tampoco se puede abstraer la situación en Cisjordania, otro paso en el camino colonialista del proyecto israelí. Los niveles de violencia más altos en los últimos años en esta zona están siendo cometidos por los colonos con apoyo de las fuerzas armadas y policiales del Gobierno sionista.
Y en medio de esta situación está el papel de los llamados medios de comunicación hegemónicos. Repitiendo las versiones (sin ninguna verificación) que salen de los portavoces de las fuerzas agresoras, amplificando noticias que luego se demuestran falsas, todo ello en un esfuerzo por ganar el apoyo a la estrategia israelí. Como señalaba un periodista local, «esos medios nos informan todos los días del número creciente de muertos con la misma empatía que una nota meteorológica, y sin reconocer que los están matando, que no simplemente mueren».
Durante estas semanas de horror, hemos asistido al negocio del armamento que desde Occidente se ha puesto en marcha. Una vez más, EEUU y sus aliados europeos han dado apoyo militar, diplomático y económico para sustentar el proyecto colonialista de Israel.
Una nueva «distracción» ha surgido en torno al lema «Del río al mar… Palestina será libre». Este consigna de la OLP surge en los años 60 y expresaba la demanda de la liberación de toda la Palestina histórica (desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo).
En esos momentos, se defendía la vuelta de los refugiados, el fin del dominio colonial israelí, al tiempo que se abogaba por la creación de un Estado único y democrático, construido sobre la igualdad de todos sus habitantes y no sobre la dominación étnica, religiosa o racial. Tras los acuerdos de Oslo, el lema perdió su centralidad, pero las organizaciones palestinas que rechazaron dichos acuerdos siguieron manteniéndolo en alto.
«La actual reacción contra ‘Del río al mar’ no es una sorpresa; es una reacción a nuestra insistencia en que no podemos aceptar ni aceptaremos la opresión, el apartheid, la limpieza étnica y el genocidio. Israel, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, etc. han construido su poder amplificando la división. Producen, racializan, movilizan y militarizan el odio», asegura un periodista palestino.
Quienes quieren hacer de ‘Del río al mar’ una declaración antisemita en lugar de un grito de liberación no mantienen la misma lectura cuando la utilizan los estrategas sionistas. El documento fundacional del Likud señalaba en 1977: «El derecho del pueblo judío a la tierra de Israel es eterno e indiscutible y está vinculado con el derecho a la seguridad y la paz; por tanto, Judea y Samaria no serán entregadas a ninguna administración extranjera; entre el mar y el Jordán solo habrá soberanía israelí».
Cuando en diciembre de 2022, Netanyahu formó la coalición más derechista hasta la fecha, los «principios rectores» del nuevo Gobierno comenzaban así: «El pueblo judío tiene un derecho exclusivo e inalienable a todas las partes de la Tierra de Israel [Eretz Yisrael]. El Gobierno promoverá y desarrollará el asentamiento en todas partes de la Tierra de Israel: en Galilea, el Néguev, el Golán, Judea y Samaria». La realidad desde 1967 es que el proyecto sionista ha gobernado según sus parámetros ‘Del río al mar’.
La segunda parte del lema es «Palestina será libre» y eso es algo que pone nerviosos a los estrategas occidentales, conscientes de que un proyecto democrático para una Palestina libre y descolonizada no encajaría con sus planes en la región, pues acabarían perdiendo el gendarme local que a día de hoy representa el Estado israelí. Cualquier cambio en el statu quo actual acarrearía una pérdida de la hegemonía occidental en la región y de su aliado militar, y no parecen dispuestos a aceptarlo.
El poder del lema surge de su rechazo a la ocupación y al apartheid. Al negarse a darle sentido al despojo colonial, anuncia una liberación futura, un mundo donde la libertad de algunos no se base en aislar y encarcelar a otros. En lugar de insistir en el crimen del asentamiento, la consigna marca su eliminación.
El miedo que muestran ante un lema es significativo. ‘Desde el río hasta el mar, Palestina será libre’ nos señala un proyecto y una nueva realidad, sin refugiados, sin ocupación y sin desigualdades raciales, pero también significa el fin del dominio regional de las potencias occidentales. Por eso se asustan cuando cientos de miles de personas salen a las calles para rechazar la masacre perpetrada por Israel y denunciar el apoyo y la complicidad que recibe. Y lo peor de todo es que son conscientes de que la única salida es «la libertad. Para todos y todas. Desde el río hasta el mar».