Biarritz Olympique y el miniestadio de Anoeta, ni pies ni cabeza
El pasado fin de semana se informó de un posible proyecto de reforma de esta instalación donostiarra con un presupuesto en torno a los 30 millones, de los cuales el club rojiblanco y el Ayuntamiento de esa localidad labortana pondrían alrededor del 80%. Y no era el 28 de diciembre.
Voy a ser brutalmente sincero. Cuando me contaron el pasado domingo lo del Biarritz Olympique y el miniestadio de Anoeta, lo primero que hice fue mirar el calendario, pensando que era 28 de diciembre. Pero no.
La noticia se publicó en ‘El Diario Vasco’, firmada por un redactor que durante muchos años cubrió la información municipal en el Ayuntamiento de Donostia, y la amplió posteriormente ‘Mediabask’, hablando con dos de las tres partes interesadas, lo que fue recogido por NAIZ con el titular «El Biarritz Olympique contempla invertir en el miniestadio de Anoeta».
Analicemos esto con frialdad. Primero, ¿cuál es la situación del Biarritz Olympique? Estamos ante un club en barrena, actualmente en puestos de descenso de la Pro D2, segunda categoría del rugby francés. Fue adquirido hace unos años por el empresario Louis-Vincent Gave, que puso como presidente a su hombre de confianza, Jean-Baptiste Aldigé. Este ha tenido trifulcas con la alcaldesa Maider Arosteguy –dicen que últimamente han limado asperezas–, con el lehendakari y alcalde de Baiona Jean-René Etchegaray, con exjugadores históricos, con el medio escrito más influyente de la zona (‘Sud Ouest’)…
En lo económico, Biarritz pierde dinero año tras año. Su campo, Aguilera, necesita una reforma urgente. El club presentó un proyecto urbanístico que abarcaba el estadio y su entorno, pero el Ayuntamiento no lo respaldó, al entender que se exigía una inversión de dinero público para que los beneficios se los quedara una entidad privada. Un pelotazo. Aldigé amenazó con ‘deslocalizar’ el club –se habló de Lille, al norte del Estado francés– y el pasado verano Gave estuvo a punto de vender su parte a otro empresario, Romain Detre, aunque finalmente la operación quedó en agua de borrajas. Entonces se publicó que la oferta era de 3 millones de euros.
Dinero público en ciudad ajena
En este cuadro de caída libre en lo deportivo, lo económico y lo social, resulta que Gave va a poner 12-15 millones –entre 4 y 5 veces lo que le ofrecieron por el club– para reformar el miniestadio de Anoeta, mientras Aguilera se cae a pedazos. Desconozco si maneja esas cantidades y si está dispuesto a gastarlas en un equipamiento que en ningún caso sería suyo. Pongamos que sí, que lo hace porque quiere trasladar la sede del club. ¿Va a poner el Ayuntamiento de Biarritz otros 12-15 millones? ¿Para qué? ¿Para que se marche el equipo icónico de su ciudad, su emblema, y sufrir las iras de unos aficionados que votan en las elecciones? ¿Se va a gastar ese dinero público de los y las biarrotas en otra localidad ubicada a 40 kilómetros?
¿Alguien se imagina al alcalde de Donostia gastándose 12-15 millones de euros en el pabellón multiusos de Irun para que jueguen ahí Bera Bera y GBC? ¿Alguien se imagina a Aperribay diciendo ‘quiero que la Real juegue en Eibar’ y a Goia replicando ‘ya pongo yo dinero para ampliar Ipurua’? ¿Qué clase de suicidio político sería ese?
Afluencias y realidad
En este asunto hay otro aspecto que me tiene loco. ¿Alguien se cree realmente que Biarritz Olympique va a reunir 10.000 personas cada dos semanas en Anoeta para verle jugar contra Brive, Mont de Marsan, Agen o Dax un jueves o un viernes por la noche, que son los días que se disputa la Pro D2? Seamos serios, por favor.
La temporada pasada, Vannes fue el equipo de esta categoría que más gente llevó a su campo, 8.907 de media. Le siguió Grenoble, una ciudad de 160.000 habitantes, con 7.582. Biarritz fue undécimo de 16 equipos, con 4.126 espectadores por partido. El último en esta lista fue Massy, con 1.736.
El estadio de Anoeta se llena con el rugby porque son eventos muy concretos –en marzo se jugará un Aviron-Toulon del Top 14–, ocasiones especiales que acercan a aficionados de toda Euskal Herria para vivir una jornada festiva con equipos punteros y jugadores que salen por la tele en el Seis Naciones. Y los socios se vienen desde Lapurdi puntualmente para disfrutar de una excursión con pintxos, bebida y juerga.
Pero no es ni de lejos la realidad del rugby en Donostia y alrededores, no existe masa crítica. La gente que curra en los clubes de Gipuzkoa tiene que estar alucinando. Hay mucha más afición y muchas más fichas federativas de baloncesto, y ¿cuánta gente acude a ver al GBC, incluso cuando estaba en ACB?
Escribía al principio que iba a ser brutalmente sincero. He estado 48 horas dándole vueltas, hablando con diferentes personas, pensando en los porqués. Sigo sin verle ningún sentido. O soy muy tonto o se me escapan cosas. Que alguien me lo explique, por favor.