Queda lo más importante, Liga y Copa, por ese orden. Esa es la mentalidad que debe afrontar a partir de ahora Osasuna, después de haber sido apeado de dos competiciones en las que no había jugado nunca, Conference y Supercopa, que, como mínimo, le han desgastado psicológicamente, lo que ha repercutido en el rendimiento en el torneo de la regularidad, el que sostiene económicamente a la entidad rojilla.
También el entorno tiene que hacer un ejercicio de retorno a la realidad deportiva del club navarro, después de que la afición haya vivido, desplazamientos incluidos, momentos únicos e históricos con partidos que, ojalá el que firma se equivoque, costará tiempo en que vuelvan a reproducirse, si nos atenemos a la cíclica trayectoria futbolística de Osasuna.
Ya historia dichos llamativos escaparates, los pupilos de Jagoba Arrasate deben centrarse en lo inmediato, que es el derbi copero de este miércoles frente a la Real, pero sobre todo en una segunda vuelta liguera plagada de emboscadas y en la que deben corregir las deficiencias de la primera, si no quieren acabar metiéndose en un lío.
Más fuertes
Un dato positivo para pensar que Osasuna no tendría por qué pasar apuros clasificatorios tampoco este curso es que el preparador de Berriatua le saca un mayor rendimiento a sus plantillas durante el segundo giro liguero.
Así ha venido sucediendo desde que el míster vizcaino se hizo cargo del barco rojillo, con una excepción que podría sorprender, que fue la campaña pasada, la más exitosa en la historia del club.
La diferencia más significativa entre una vuelta y otra se produjo durante el ejercicio del último ascenso a la máxima categoría. El cuadro navarro finalizó el ecuador de la 2018-19 con 35 puntos, pero dio un acelerón sobresaliente en el segundo tramo, en el que consiguió sumar nada menos que otros 52, firmando una puntuación histórica final.
Más comedida resultó la distancia en las siguientes campañas, donde también se protagonizó una salvación holgada. En la 2019-20 se cifraron 24-28; en la 2020-21, 16-28; y en la 2021-22, 22-25. Por contra, el curso pasado ocurrió lo contrario: 28-25.
Cuidado con los 22 puntos
Frente a ese mayor potencial de Osasuna en las segundas vueltas hay que contraponer que acabar la primera vuelta con 22 puntos supone estar en la media de la permanencia, pero ni mucho menos garantiza la salvación.
En lo que llevamos del presente siglo, son bastantes los ejemplos de equipos que han sumado esos o más puntos a la finalización de la primera vuelta y posteriormente han acabado dando con sus huesos en Segunda.
Le sucedió al Granada (en la 21-22), Girona (18-19, tenía 24 puntos), Getafe (15-16, tenía 23), Zaragoza (12-13), Hércules (10-11), Zaragoza y Murcia (07-08), Valladolid (03-04, tenía 25), Alavés (02-03, tenía 24), Las Palmas (01-02, tenía 24), Zaragoza (01-02, tenía 23) y Oviedo (00-01, tenía 24).
El precedente con mayor semejanza a la actualidad y que acabó en un trágico descenso, el cual derivó en toda una tormenta institucional, sucedió en la 13-14. Por aquel entonces, el equipo llegó al ecuador del campeonato liguero con 21 puntos. Por contra, son unos cuantos los episodios en los que Osasuna, con menos puntos remontó en la segunda parte del torneo.
En la 12-13, el cuadro rojillo era colista a la conclusión de la primera vuelta, con unos escasos 15 puntos, pero aceleró después y acabó llegando a los 39, salvándose por los pelos.
En otro ejercicio de superviviencia, en la 07-08, sumaba 20 puntos en el ecuador del torneo, pero finalizó el ejercicio con 43. Por último, otro capítulo excepcional en las remontadas clasificatorias fue el de la 00-01.
Solo 17 puntos tenian en su casillero los de Lotina, recién ascendidos, al final del primer giro y se salvaron en Anoeta con 42, con baño posterior del entonces presidente Javier Miranda.
Está claro que la casuística es variada, aunque la tendencia es que Osasuna reaccione cuando vienen mal dadas y la soga aprieta el cuello. No parece que ahora sea el caso, pero haría mal el bloque rojillo si cae en el exceso de confianza. Siempre quedará recordar el dicho de Pedro Mari Zabalza.