Los premios cinematográficos (y los Goya no son una excepción) tienen un componente frívolo muy acusado pero aún así son pocos los que se atreven a negar su importancia. «Se trata de un circo, pero son un circo necesario de cara a sostener la industria. Al final es un espacio donde se pone el foco sobre el cine y para muchos profesionales es incluso un encuentro de trabajo». Quien habla así es la montadora alavesa Ascen Marchena, que esta noche opta por primera vez al Goya gracias a su trabajo de edición en ‘Cerrar los ojos’, el último filme de Víctor Erice.
El bilbotarra Pablo Berger incide en esa idea al afirmar que «para mi los Goya son como una boda donde te reencuentras con seres queridos que hace tiempo que no ves y también con otras personas que aunque son de ‘la familia’ no te generan tanta afinidad. Y luego están las nuevas generaciones de cineastas que son como los sobrinos, los que van llegando e incorporándose a esta gran familia».
Envueltos en toda esa parafernalia, los Goya son el broche final a una temporada de premios que empezó con los Forqué, continuó con los Feroz y con las Medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos y que para algunos, como el propio Pablo Berger, no concluirá hasta el próximo mes de marzo, con la ceremonia de los Oscar: «Para mí los Goya este año son el ecuador. A la mañana siguiente ya estaremos en un avión rumbo a Los Angeles, donde permaneceremos tres semanas haciendo promoción para traernos el Oscar a casa», comenta el director de ‘Robot Dreams’, que esta noche parte como favorita a los Goya en las categorías de Mejor Film Animado y Mejor Música Original.
El reconocimiento: seguir trabajando
No todos tienen, sin embargo, el ánimo de Pablo Berger para entregarse a los rigores promocionales. Para muchos de los nominados vascos este año la ceremonia de los Goya es más un elemento de distracción que otra cosa, inmersos como están en otros menesteres laborales, lo cual es una gran noticia, ya que como afirma Lara Izagirre, productora de ‘20.000 especies de abejas’, «los premios son un reconocimiento pero, al final, el verdadero reconocimiento es poder seguir haciendo películas».
Estibaliz Urresola, que lleva un año volcada en la promoción de su ópera prima, dando entrevistas a diestro y siniestro, ve los Goya como un fin de fiesta, una ceremonia de despedida para un film que no le ha dado más que satisfacciones: «Lo bonito va a ser poder reunirse con todos los miembros del equipo, dar por clausurada esta aventura maravillosa y, de ahí en adelante, poder centrarme ya en lo siguiente».
Algo en lo que coincide con su productora, para quien «la de hoy va a ser una jornada muy intensa, muy emotiva, con sabor a reencuentro, luego a partir de ahí ya se verá si rascamos premio o no. Yo en ese aspecto estoy bastante tranquila, prefiero no obsesionarme ni pensar que por ser la película más nominada somos los favoritos. Al final hay que saber relativizar los premios porque con Goya o sin Goya la película va a seguir siendo la misma».
En eso de relativizar el alcance de estos galardones, la veteranía es un grado, y si no que se lo pregunten a Itziar Lazkano que, a sus 66 años, pisará por primera vez la ceremonia como candidata a la mejor actriz de reparto por su interpretación en el filme de Urresola: «Si esta nominación me hubiera pillado con 30 años no sé como la hubiera encajado, igual se me hubiera ido un poco la cabeza pensando en la influencia que podría tener en el devenir de mi carrera. Ahora, a mi edad y con más de cuatro décadas de trabajo a mis espaldas, no creo que ser candidata al Goya vaya a tener un impacto determinante sobre mi futuro profesional».
Lazkano se congratula, eso sí, de que las cuatro intérpretes que comparten candidatura con ella sean actrices maduras: «Es muy bonito ver que cada vez se escriben papeles más complejos para mujeres de edad avanzada, que ya no se limiten a llamarnos para interpretar a la madre de o a la abuela de. Yo creo que en eso se ha notado mucho el hecho de que cada vez haya más mujeres dirigiendo porque ellas han abierto el cine a otras voces».
Y, aunque suene a tópico, para ella, más allá del Goya y de estar nominada, el verdadero premio es ser parte de una película como ‘20.000 especies de abejas’. Una opinión compartida por su compañero de reparto, Martxelo Rubio: «Para mí, el mayor premio ha sido ver el agradecimiento de la comunidad trans por el modo en que hemos logrado visibilizar determinadas realidades a través de nuestra película».
Rubio es otro actor de largo recorrido que, desde su veteranía, se muestra escéptico cuando le hablan de éxito o de triunfo: «Ni me esperaba la nominación ni realmente espero ganar porque mi participación en el filme es muy breve pero lo que es indudable es que los Goya te dan una proyección tremenda. En apenas mes y medio me han hecho más entrevistas que en toda mi vida. Te hacen sentir como si hubieras llegado a la luna o algo parecido».
El valor de los premios
Llegados a este punto se impone la pregunta de rigor: ¿qué valor tienen unos premios como los Goya? ¿le pueden llegar a cambiar la vida a alguien? ¿más allá de su popularidad tienen un impacto real? «Sí, lo tienen –dice Lara Izagirre–. Aunque no sea más que para dar mucha mayor visibilidad a las películas. Desde que estrenamos en abril, ‘20.000 especies de abejas’ ha tenido 160.000 espectadores. Pues, bien si ganamos Mejor Película es fácil, a tenor de lo que ha ocurrido otros años, que sumemos otros cien mil».
Pablo Berger, desde su experiencia, le da la razón a Izagirre: «Las dos semanas siguientes a la noche en la que ganamos 10 Goyas con ‘Blancanieves’, la película aumentó un 100% la recaudación y el número de espectadores que tenía acumulados hasta ese momento».
Izaskun Urkijo, directora artística de ‘20.000 especies de abejas’, que también es candidata este año, cree que «los Goya sirven para que te pongan cara y valoren tu trabajo. No te hacen mejor ni peor, pero es innegable que te hacen más conocida dentro de este mundillo. De hecho, cuando estuve en Madrid en la fiesta de nominados, se me acercaron de dos o tres productoras para decirme ‘nos ha encantado tu trabajo y te vamos a llamar para un proyecto que tenemos ahora en marcha’».
Parecida opinión maneja la cineasta donostiarra Isabel Herguera, autora de ‘El sueño de la sultana’ que, con permiso de ‘Robot Dreams’, aspira a hacerse con el Goya al mejor film de animación: «Estos premios te dan mucha exposición y una cierta credibilidad de cara a encontrar financiación para futuros trabajos, pasa un poco igual que con los festivales de cine. Y esa repercusión para una película independiente y hecha artesanalmente como la nuestra, supone mucho».
Opinión que viene refrendada por la de Pablo Berger, un veterano en esas lides: «Las cuatro nominaciones que recibí con mi ópera prima, ‘Torremolinos 73’, me ayudaron para levantar mis siguientes proyectos. Para los que nos dedicamos a esto, nuestra única ambición es la de poder hacer una película más y ser candidato a un Goya te facilita las cosas en ese sentido».
Los «favoritos»
A ninguno de los cineastas vascos entrevistados le gusta verse como favorito, de hecho son pocos los que creen que saldrán de Valladolid con el Goya bajo el brazo. Si Martxelo Rubio apela a la brevedad de su personaje como principal escollo para ver premiado su trabajo, Ascen Marchena asume que «sin desmerecer a nadie, es un hecho que en la categoría de montaje los premios parecen quedar reservados para películas de acción con muchos planos y donde el ritmo se siente más evidente que para un film como el nuestro donde hay secuencias de cinco minutos con dos personajes dialogando. Así que, sinceramente no me veo con muchas opciones de ganar aunque, con Goya o sin él, el viaje que me ha supuesto trabajar durante tres meses, codo con codo, con Erice no me lo quita nadie. A mí me pondría más feliz que ganase él como director que yo como montadora».
Un argumento parecido al que esgrime Izaskun Urkijo consciente de que, en lo que se refiere a la dirección artística de una película, los films de época tienen las de ganar: «En películas como ‘La sociedad de la nieve’ o ‘Saben aquell…’, hay trabajos de ambientación muy importantes mientras que ‘20.000 especies de abejas’ es una apuesta tan hiperrealista que parece como si estuviera filmada en escenarios naturales cuando lo cierto es que todos los decorados fueron creados desde cero, nada de lo que sale en la película estaba ahí antes».
Isabel Herguera, por su parte, asume el favoritismo de ‘Robot Dreams’ aunque precisa que «este año el nivel del cine de animación ha sido apabullante con propuestas muy diversas que no tienen nada que ver entre sí, pero todas ellas de gran factura».
Ni siquiera Lara Izagirre, productora de ‘20.000 especies de abejas’ las tiene todas consigo pese a haber obtenido premios como el Forqué o el Feroz a la Mejor Película, unánimemente asumidos como antesala de los Goya: «Cada premio es diferente, lo vota gente de perfil distinto y al final nunca sabes lo que va a ocurrir. Yo cuento con el premio a Esti como directora novel y a partir de ahí ya veremos cuantos más nos dan». Aunque no lo nombre, Izagirre sabe que “La sociedad de la nieve” es el gran rival a batir tras el vuelo alcanzado en las últimas semanas por la película de J.A. Bayona después de ser nominada al Oscar.
Un gran momento para el cine vasco
En lo que coinciden todos los entrevistados es en el gran momento que vive el audiovisual vasco, algo que, a estas alturas, ya no constituye una novedad. En esta edición, el cine vasco han acaparado 23 nominaciones a los Goya. Junto a los títulos ya mencionados, entre los candidatos aparecen films financiados por productoras de nuestro país como ‘Uppon Entry’, ‘Una vida no tan simple’, ‘La ermita’ o el cortometraje animado ‘Txotxongiloa’.
«En este país talento siempre ha habido -comenta Martxelo Rubio- y hace años ya se hacían buenas películas pero de manera puntual. Lo de hoy es distinto, hay unas bases sólidas, un apoyo institucional y eso se traduce en la cantidad de cineastas emergentes que están saliendo. Pero más allá de la cantidad yo destacaría la calidad y, sobre todo, la diversidad de las propuestas».
Isabel Herguera, por su parte, tiene un discurso similar: «Si tengo que hablar de mi ámbito, que es el de animación, en los 90 ya se producían cosas muy interesantes pero ahora la producción es mucho más estable y las televisiones se muestran mucho más sensibles hacia este tipo de propuestas. Todo eso ayuda».
«Yo vivo en el centro de Bilbo y cada semana hay aquí dos o tres rodajes -confiesa, por su parte Itziar Lazkano- yo creo que eso habla de la buena salud de nuestro cine». Lara Izagirre reconoce que eso es cierto y cree que «por primera vez hay una voluntad de ir todos juntos: productoras, televisiones, gobierno y diputaciones. Todos nos hemos unido en el deseo de crear unas infraestructuras y una industria sólida que nos haga ser muy buenos haciendo cine porque el audiovisual es un sector que da empleo a mucha gente, que demanda muchos perfiles distintos. Se dan los ingredientes para empezar a creérnoslo».
Un escenario que a Ascen Marchena, que tuvo que dejar Gasteiz en los 90 para poder dedicarse profesionalmente al cine, le produce envidia: «Cuando yo empecé en esto había dos opciones, o venías a Madrid o ibas a Barcelona y ahora, sin embargo, no solo es que haya talento a espuertas sino que se dan las condiciones para que ese talento emerja en Euskadi».