El 21 de febrero de 1984 fallecía en Iruñea el compositor tudelano Fernando Remacha, músico al que el franquismo silenció con el exilio interior en Nafarroa por su participación en el Grupo de Madrid o de los Ocho, la versión musical de la Generación del 27.
Remacha nació en la capital ribera el 15 de diciembre de 1898 –el año pasado se cumplió el 125 aniversario– y era el primogénito de una familia propietaria de una ferretería. Desde muy niño empezó a tocar la bandurria a dúo con su padre, hasta que con 9 años inició sus estudios de violín con Joaquín Castellano, maestro de capilla de la catedral de Tutera, y que continuó en Iruñea.
En 1911 se trasladó a Madrid para proseguir sus estudios de perito mercantil e impulsar su carrera artística, estudiando violín y armonía en el Conservatorio Superior. Una vez terminada su formación musical, empezó a componer, siendo su primera obra el ballet ‘La maja vestida’, de 1919, a la que siguieron el poema sinfónico ‘Alba’, de 1922, y ‘Tres piezas para piano’, publicada en 1924.
La vida del músico experimentó un momento decisivo cuando obtuvo el Premio Roma, convocado por la Academia de Bellas Artes, y que le permitió vivir durante cinco años en la capital italiana. Allí estudió con quien siempre consideró como su verdadero maestro: el compositor veneciano Gian Francesco Malipiero.
Durante esa estancia compuso ‘Cuarteto para cuerda’, ‘Sinfonía en tres tiempos’ –que terminó en el verano de 1925 en Lekunberri, donde solía pasar las vacaciones con su familia– y ‘Homenaje a Góngora’, con motivo del tricentenario de la muerte del poeta cordobés y que realizó siguiendo la invitación que Rafael Alberti y Gerardo Diego hicieron a los compositores que terminaron integrando la Generación musical del 27, según explica José Ramón Ripoll, estudioso de Remacha.
En 1928 regresó a Madrid, donde obtuvo por oposición una plaza de viola en la Orquesta Sinfónica, actividad que compaginó con realizar varias bandas sonoras para la productora Filmófono, donde puso música a las primeras películas de Mickey Mouse e incluso a ‘Centinela alerta’, de Luis Buñuel, señala Ripoll. En una tienda de discos que tenía Filmófono conoció a Rafaela González, con la que se casó el 7 de octubre de 1932.
Miembro del Grupo de los Ocho
Otro momento clave en la vida de Remacha tuvo lugar el 29 de noviembre de 1930, cuando se presentó en la Residencia de Estudiantes el Grupo de Madrid, también conocido como el de la República o de los Ocho. Era la traslación musical de la literaria Generación del 27 y del mismo formaban parte, además del compositor vasco, Salvador Bacarisse, Julián Bautista, Juan José Mantecón, Gustavo Pittaluga, Rosita García Ascot y los hermanos Rodolfo y Ernesto Halffter.
En el manifiesto que hicieron público se postulaban como representantes de la que denominaron «música moderna» del Estado con el objetivo de continuar con la renovación iniciada por Manuel de Falla, buscando una unión de la vanguardia con la tradición.
La trayectoria de este grupo, como otros similares de la época, se vio bruscamente truncada por la sublevación militar que terminó provocando la guerra del 36. La rebelión sorprendió a Remacha en Madrid, mientras su esposa e hijo estaban en Donostia. Ambos se trasladaron a Xàbia, mientras el músico permanecía en la cercada ciudad, donde formó parte del Consejo Central de la Música.
En 1938 se le concedió el Premio estatal de Música por su ‘Cuarteto de cuerda’, que se sumaba al mismo galardón que había obtenido en 1933 por su ‘Cuarteto para violín, viola, violoncello y piano’.
En marzo de ese año se trasladó a Barcelona, donde consiguió reunirse con su familia. Su quinta fue llamada a filas y se incorporó al Ejército republicano en Girona, pero tan solo tres días después terminaba la contienda y cruzó la muga para refugiarse en el Estado francés.
Exilio interior en Tutera
Una opción era el exilio, como hicieron la mayoría de los integrantes del Grupo de los Ocho, pero Remacha decidió regresar. Llegó a Irun, donde fue detenido hasta que pudo trasladarse a Tutera, donde comenzó lo que se conoce como su exilio interior, es decir, en su tierra de origen, mientras su carrera musical se veía condenada al silencio.
A partir de ese momento se hizo cargo de la ferretería familiar y durante un tiempo se frenó su actividad musical. En 1946 ganó un concierto de obras para piano convocado por el Ayuntamiento de Iruñea con ‘Cartel de fiestas’, pero fue en los años 50 cuando retomó su actividad compositora. Suponía volver a abrirse camino en la música tras haber sido reconocido con premios tan destacados.
En ese intermedio, se había producido un cambio en su forma de componer. Como recoge Emilio Casares, estudioso de su figura, su música hasta 1939 muestra «un nacionalismo vanguardista que impregna fundamentalmente una estética impresionista y neoclásica». Sin embargo, en la posguerra, su ‘exilio interior’ provoca «una regresión estética a planteamientos incluso anteriores a los del Grupo de Madrid». Esta se concreta «en obras de concurso o encargos, no solo inspirados en temas locales, sino en melodías populares claramente perceptibles».
En 1951 preparó un espectáculo folclórico con el ‘Baile de la Era’, al que siguió en 1955 su ‘Concierto para guitarra y orquesta’ y la ‘Rapsodia de Estella’, de 1958.
En 1957, Remacha se trasladó a Iruñea para poner en marcha el Conservatorio Pablo Sarasate, del que fue director hasta su jubilación en 1975. Aunque centrado en la enseñanza, en 1963 compuso ‘Jesucristo en la Cruz’.
Una de sus últimas obras fue ‘La bajada del Ángel’, estrenada en la catedral de Tutera en 1979. Al año siguiente recibió por tercera vez el Premio estatal de Música, como colofón a la carrera de un «músico manierista, de gran técnica, con muchas referencias musicales, quizás no muy original, pero, en cambio, con una gran fantasía» y con Stravinsky como «referencia permanente», señala Marcos Andrés Vierge, experto en Remacha, quien añade que su música «es valorada, pero mayoritariamente desconocida».
En la recta final de su vida padeció la enfermedad de Parkinson, hasta que en enero de 1984 sufrió una neumonía de la que no se recuperó. Falleció en Iruñea el 21 de febrero, dejando como resumen de su devenir vital unas palabras que pronunció al recibir por tercera vez el Premio estatal de Música: «Por causas ajenas soy un músico sin música».