Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

Centenario de la película ‘El gran silencio blanco’, obra cumbre del cine documental

La del pionero Herbert Ponting pasa por ser la primera cámara de cine que llegó a la Antártida y fue la encargada de documentar la trágica expedición del capitán Robert Falcon Scott. Fruto de aquella experiencia fue ‘El gran silencio blanco’, una obra maestra del cine documental.

Una de las espectaculares imágenes captadas por Herbert G. Ponting en su odisea ártica.
Una de las espectaculares imágenes captadas por Herbert G. Ponting en su odisea ártica. (GAUMONT BRITISH)

El británico Herbert G. Ponting fue un fotógrafo y cineasta pionero que alcanzó un gran renombre gracias a su habilidad para capturar paisajes impresionantes y captar detalles sorprendentes de la naturaleza.

En 1910, se unió a la expedición ‘Terra Nova’ dirigida por el capitán Robert Falcon Scott a bordo del ‘Terra Nova’. El propósito del navegante era convertirse en el primer ser humano que pisaba el polo Sur, pero cuando llegaron en 1912 descubrieron que los noruegos se les habían adelantado.

Mediante el montaje de las alucinantes imágenes documentales tomadas durante la travesía, Ponting, que se había quedado instalado en un campamento previo en la isla de Ross, pudo años después dar testimonio de la mayor tragedia del viaje: ni Scott ni sus acompañantes volvieron con vida del polo.

La película ‘El gran silencio blanco’, estrenada en 1924, es una joya cinematográfica que narra la expedición de Scott a través de la Antártida.

Herbert G. Ponting
GAUMONT BRITISH

Desafío técnico y físico

Ponting logró capturar no solo los desafíos físicos y emocionales enfrentados por la tripulación, sino también la belleza inhóspita y la soledad conmovedora del Polo Sur. A través de su lente, los espectadores fueron transportados a un mundo donde la tierra y el hielo convergen en un espectáculo impresionante y a la vez desgarrador.

El documentalista desafió las adversidades técnicas y físicas para filmar su obra cumbre. Las cámaras de la época eran voluminosas y complicadas de manejar en condiciones extremas, pero perseveró, utilizando su experiencia en fotografía y su destreza técnica para registrar momentos que, de lo contrario, se hubieran perdido entre el hielo antártico.

Todo ello se tradujo en una gran paciencia y dedicación a la artesanía cinematográfica, algo que quedó datado en cada uno de los fotogramas de la película.

La película no solo sirve como un documento histórico invaluable de la expedición de Scott, sino que también estableció un estándar dentro de la cinematografía documental. Su capacidad para fusionar la belleza estética con la narrativa profunda ha inspirado a generaciones de cineastas y aventureros.

Su legado perdura como un recordatorio de la capacidad del cine para trascender el tiempo y transportarnos a lugares remotos, invitándonos a ser partícipes de la majestuosidad y la soledad de un mundo congelado.