Joseba Iturria
Periodista deportivo. Real Sociedad y ciclismo
Elkarrizketa
Luis Uranga
Expresidente de la Real Sociedad

«Sería maravilloso disfrutar de otra final Real-Athletic con sus aficiones y volver a ganarla»

Vivió como directivo las finales de la Real de Copa de 1987, con triunfo y una gran alegría, y 1988, con decepción, y fue uno de los pocos invitados que pudo disfrutar del título de Sevilla con el Athletic. Quiere que los aficionados puedan vivir otra victoria ante el club de su sobrino Jon Uriarte.

Luis Uranga transmite su deseo de volver a ver una final vasca en Sevilla con público.
Luis Uranga transmite su deseo de volver a ver una final vasca en Sevilla con público. (Jon URBE/FOKU)

Luis Uranga (Donostia, 1949), realista desde la cuna, entró en la Real desde 1983 a 1988 como directivo con Iñaki Alkiza, que luego le pidió que lo sustituyera. Volvió como vicepresidente para asumir en 1992 la presidencia en unos años en los que trabajó para tener un nuevo campo en Anoeta, duplicar el número de socios, liderar la conversión en SAD y conseguir que por vez primera la Real no necesitara malvender jugadores para mantener a los mejores de Zubieta. Lamenta que se le escapó Joseba Etxeberria porque el entonces presidente del Athletic José María Arrate le engañó.

Consiguió que la Real promediara un octavo puesto en su mandato con un equipo basado en la cantera y cinco extranjeros como máximo hasta que en 2001 un partido de Copa perdido en Beasain le llevó a dejarlo tras ser reelegido por unanimidad el año anterior. Fue uno más de los que dejó el club de manera injusta. Le afectó el trato que recibió en aquel momento. La dejó en Primera con mucho dinero en el banco y su marcha inició la etapa más negra del club hasta que siete años después Jokin Aperribay lo devolvió a la senda que él dejó.

Luis Uranga recuerda a NAIZ su gestión y transmite sus sentimientos cuando la Real va a vivir en ocho días dos de los partidos más importantes de la historia de Anoeta, sobre todo el de este martes a las 21.30 contra el Mallorca en la semifinal de Copa tras el 0-0 de la ida, el más decisivo, porque personas como él han ayudado a ello. Su historia es la de la Real.

En 1983 entra en la directiva con Alkiza en una Real campeona para sustituir a Orbegozo y tras no cuajar el intento de tener un campo en Zubieta.

Era muy joven, estaba en la Guipuzcoana con Pela Arzak e Iñaki Sarriegi me dijo que Iñaki Alkiza tenía interés en hablar conmigo para entrar en su directiva. Le dije que perfecto, porque siempre había sido de la Real y todos los fines de semana iba con mi padre a Atotxa a ver a la Real, al Sanse y a la selección guipuzcoana juvenil. La he tenido como una referencia de mi vida. Fue un orgullo que Iñaki contara conmigo y le dije que sí de manera inmediata. Estuve muy a gusto cinco años. Lo dejo cuando Iñaki cumple su primer mandato en 1988 y después volví como vicepresidente porque él ya estaba cansado con vistas a coger las riendas como hice en 1992.

¿Fue bueno para la Real no poder hacer el campo como quería en Zubieta y tenerlo en Donostia en Anoeta?

Nunca lo vamos a saber. Era una apuesta muy fuerte y novedosa con respecto a lo que fue Atotxa y lo que se hizo en Anoeta y yo creo que hubiese funcionado. La Real es de Donostia, pero es de Gipuzkoa. Hay muchos aficionados de la provincia que pueden preferir en determinadas condiciones ir a Zubieta en vez de meterse en el centro de la ciudad. Cuando entré con Iñaki sabíamos que nos teníamos que ocupar de conseguir hacer algo. Se hizo lo que se pudo, pero todos los que estábamos con Iñaki pensábamos que Zubieta era una solución válida.

«En los últimos años de Orbegozo los directivos tenían que avalar créditos para poder subsistir hasta el siguiente traspaso»

En Atotxa la Real tenía que vender jugadores para mantener al resto de la cantera sin poder gastar nada en fichajes.

Eran cifras que no tienen nada que ver con las actuales. En los últimos años de José Luis Orbegozo los directivos tenían que pasar por la Caja de Ahorros para avalar créditos para poder subsistir hasta que se produjera el siguiente traspaso que volviera a asentar la situación económica. Se empezaba a poner el fútbol de una forma en la que hacía falta arriesgar un poco y cubrirlo con el bolsillo de los directivos para competir bien en Primera, que es lo que se consiguió desde el ascenso de Puertollano para hacer un equipo más grande hasta los títulos de Liga de 1981 y 1982.

Deja el club por vez primera en 1988 tras el título de Copa de 1987 y los subcampeonatos de Liga y Copa en 1988.

La de Zaragoza la vivimos con toda la ilusión. Ni sabíamos desde cuando había jugado la Real una final. Además contra el Atlético, que acababa de nombrar presidente a Jesús Gil. Podía ser un revulsivo. La ganamos y fue una inmensa alegría y una satisfacción impresionante, como la vuelta subiendo a Aranzazu y pasando por todos los pueblos. A Madrid al año siguiente todos íbamos con la mosca detrás de la oreja. A nadie le gusta perder, pero sospechabas que las cosas se podían desarrollar como se desarrollaron. –Se iban a ir Lopez Rekarte libre, y Bakero y Begiristain al Barcelona traspasados por 600 millones de pesetas– No hubo manera. Te llevas un gran disgusto, una tristeza controlada.

«Mi consejero Antonio Ollo puso como objetivo los 20.000 abonados, pensábamos que estaba loco y se quedó corto»

Vuelve en 1991 como vicepresidente para asumir el relevo de Iñaki Alkiza y encargarse del reto del paso al nuevo campo.

Asumí la presidencia en el último año de Atotxa y el traslado a Anoeta supuso un salto cualitativo de capacidad económica porque pasamos de 11.000 socios a más de 20.000. Me acuerdo que mi consejero Antonio Ollo puso como objetivo la cifra de 20.000, pensábamos que estaba loco y se quedó corto.

La respuesta a la construcción del estadio en Anoeta fue sensacional, aunque tuvimos que tragar con sus pistas. O lo tomábamos o lo dejábamos. Si no, no había financiación porque el CSD exigía para poner el dinero las pistas de atletismo. En ese momento en Europa estaba de moda hacer estadios olímpicos, sobre todo en Alemania e Italia. Nosotros no teníamos ninguna duda de que queríamos un campo como el que tenemos ahora. Fue un paso necesario, aunque no absolutamente satisfactorio, para llegar al campo actual.

En Anoeta me siento especialmente satisfecho de la ampliación en un verano de 3.500 localidades en una grada intermedia en los dos fondos entre las Tribunas Alta y Baja. Se hizo en dos meses, el coste no creo que llegara a los dos millones de euros asumidos al 100% por la Real con el salto cualitativo económico que supuso por el aumento del número de abonados y de venta de entradas.

Además asume el proceso de conversión en SAD. ¿Por qué no pudo seguir la Real como club pese a los traspasos de los años anteriores a diferencia de Athletic, Osasuna, Real Madrid y Barcelona?

Fue imposible a pesar de que lo intentamos. Todos los clubes se tenían que transformar en SAD salvo que en los cinco años anteriores hubieran dado siempre beneficios. La Real cumplía todo menos uno que se cerró con una pequeña pérdida. Luchamos con el CSD para que se tuvieran en cuenta los resultados positivos de los otros cuatro años y nos dijeron que no.

«Teníamos claro que la Real se tenía que transformar como figura jurídica en SAD, pero el espíritu del club debía permanecer»

Teníamos claro que la Real se tenía que transformar como figura jurídica en SAD, pero el espíritu del club debía permanecer. Fue un gran éxito, con la agencia Dimensión, que hizo un trabajo excepcional para penetrar en los seguidores de la Real y de Gipuzkoa. El club siguió siendo de todos, con 15.000 accionistas que tenían entre cinco y ocho acciones, salvo cuatro o cinco que aportaron una cantidad importante para llegar al capital social que había que cubrir.

Por primera vez en su historia la Real pasa de ser un club vendedor a poder mantener los jugadores y a tener una posición económica que le permite hacerse fuerte para sacar mucho dinero por los que se van. 

Con los traspasos en la época de Iñaki Alkiza se quedó la cosa ordenada y el paso a Anoeta nos dio un poderío económico importante para gestionar el club. Pasabas de la obligación de vender jugadores a una gestión de la plantilla que te daba mucha seguridad para planificar todo. Ya solo se van jugadores como Kodro por la cláusula de 700 millones o Karpin por 1.000 y se venden a algunos como Kovacevic por 3.200 porque habíamos pactado al renovarlo que habría una colaboración mutua para salir aunque no fuera por la cláusula, como a Juan Gómez por 1.500.

«Con Joseba Etxeberría fui un cándido, Me creía las mentiras que me decía Arrate, que me aseguraba que no iba a hacer locuras»

Joseba Etxeberria también se va por la cláusula por 550 millones de pesetas al Athletic. ¿Con el tiempo, habría actuado de otra manera?

Me he dicho a mí mismo que fui un cándido. Me creía las mentiras que me decían desde el otro lado. Lo teníamos muy bien contractualmente. Era un jugador juvenil de 17 años firmado para cinco temporadas y estábamos en el proceso de readaptación del contrato con una remuneración que había que actualizarla y de ampliarlo algún año porque queríamos que jugara ya en Primera.

El presidente del Athletic, Arrate, me traslada que lo quería fichar y yo que no lo quería vender y él me dijo que 'me doy por jodido', que no iba a hacer locuras. Si me llega a decir que iba a pagar la cláusula en contra de lo que me transmitía me habría lanzado un poco más a la piscina para que no se fuera al Athletic, pero me engañó absolutamente. No han querido entenderlo a pesar de que dije 50 veces lo que había sucedido. Ahí se equivocó Etxeberria y su entorno. Era un tema entre clubes, el que había fallado a la Real no era Etxeberria, sino el Athletic.

Yo me entero que se va porque estaba en el dentista y me llama por teléfono el periodista José María García, con el que tenía buena relación, y me dice a las diez de la mañana que iba a venir el Athletic con los 550 millones, porque pasó del 30 de junio, que hasta ese día eran 500. No me cabía en la cabeza por lo que me había dicho Arrate, pero me lo decía con tal seguridad que empecé a pensar que era así y una hora más tarde llegaban ya unos emisarios del Athletic. Y todavía Arrate me decía que pagó la cláusula porque la iba a pagar el Betis y quería venir al día siguiente a comer a mi casa como lo teníamos previsto. Le dije que de ninguna manera.

«El puesto medio en mi mandato fue el octavo con una plantilla basada en lo que siempre hemos querido, en la cantera»

Consigue tener buenos resultados deportivos con pocos fichajes y muchos jugadores de Zubieta y, sobre todo, económicos con una estabilidad social que llega hasta 2001.

En el final de mi mandato lo estaba pasando mal. Se mezclaba la velocidad con el tocino, se juntaron el tema político con el deportivo y algún medio de comunicación con fuerte penetración en el tejido guipuzcoano que se aburrió de mi cara. Eso me lleva a dejarlo. Me siento orgulloso de lo que hizo mi directiva, empezamos trece personas y acabamos los mismos y eso no es fácil en un mundo en el que hay tendencia al protagonismo y debates internos. El puesto medio en mi mandato fue el octavo con una plantilla basada en lo que creo que siempre hemos querido, en la cantera. Conseguimos un tercer puesto el año del Centenario del Athletic, que quedó segundo.

El club estaba supermodernizado en lo que era la modernización de entonces y supersaneado con 2.000 millones de pesetas (doce millones de euros) en el banco. Suelo decir que en diez años no pisé ni la Seguridad Social ni Hacienda ni ningún banco porque no los necesitamos. Éramos el ejemplo a seguir en el fútbol español, lo decían más los de fuera que los de dentro, hasta que hubo un momento en el que no ayudaron los resultados deportivos. En el partido de Copa de Beasain salí de forma incómoda del campo, protegido por la Ertzaintza, viví episodios desagradables en la avenida de Madrid y pensé que no nos lo merecíamos y no me lo merecía yo.

Les dije a los compañeros de directiva que nuestro periplo en la Real había terminado. Anunciamos que en dos meses nos íbamos y después vino lo que vino y yo me convertí en lo que había sido antes, un seguidor empedernido de la Real, a la que sigo con pasión. Veo una evolución increíble. Pasamos por unos años negros, pero ha vuelto el orden, el sentido común, con el apoyo de todo el mundo y de las instituciones y con una muy buena gestión del club para salir de una situación a la que nunca se debía haber llegado.

Le reprocharon los últimos fichajes sin recordar los éxitos.

Nos equivocamos en determinados fichajes o no tuvieron el rendimiento que esperábamos en los dos-tres últimos años, pero estoy convencido de que con paciencia habrían sido jugadores importantes. Algunos fueron los máximos goleadores en las ligas francesa y rusa, internacionales con sus selecciones...  No había paciencia y el primero que marcaba tendencia era un medio de comunicación que le ponía la cruz a los jugadores demasiado pronto.

«El dinero tiene que estar en el campo y en el banco para poder invertirlo como hicimos o se ha hecho ahora en el campo o el equipo»

Pese a gastar dinero en esos fichajes para evitar el descenso en sus últimos años, deja el club en Primera con esos 2.000 millones. Le decían que el dinero debía estar en el campo y no en el banco. ¿Qué piensa cuando en pocos años se llega a una grave crisis deportiva, económica y social?

Yo acabé con la satisfacción de irme con el deber cumplido. Me eligieron para llevar a la Real de una manera, por la linea recta y siempre poniendo por delante el interés del club. Y eso lo llevamos al 100% todos. El dinero tiene que estar en el campo y en el banco para poder invertirlo como hicimos nosotros y como han hecho ahora en el campo o cuando el equipo lo necesitara. Los que nos sustituyeron se gastaron en el primer mercado de invierno esos 2000 y otros mil y empezó a estar en peligro el club.

Apoyó a Astiazaran, que era su consejero y le sustituyó...

No fue un apoyo explícito, pero todas las acciones mías y las representadas, muchas, fueron para él. No me arrepiento de nada, pero sí hubo cosas que me sorprendieron y no positivamente. Con aquellas elecciones se perdió una cohesión a nivel social absoluta. Nosotros tuvimos que renovar dos veces nuestro mandato y al acabar el cuarto año y el octavo había un punto del orden del día en el que proponíamos la renovación de los consejeros y recibimos la confianza de los accionistas y se aprobaba por unanimidad en las Juntas del Atano III. No se presentaba nadie. Todo el mundo daba por hecho que el club se llevaba bien y cuando decidimos terminar nuestro periplo empezaron las guerras civiles alrededor del club y se deterioró mucho la estabilidad social.

Ahora la Real es muy diferente. ¿Qué siente al ver el nuevo campo de Anoeta y una Real con un presupuesto de 161 millones de euros?

El campo que inauguramos nosotros ha sido el embrión del que tenemos ahora con una buena gestión de Jokin Aperribay, que ha llevado a que el club esté como está. Te sientes en tu interior muy satisfecho. Lo que no sé es si por un objetivo licito de consecución de objetivos deportivos se ha podido tensar demasiado lo económico, pero para eso hay que estar dentro.

¿Cómo valora la gestión de Jokin Aperribay?

Tengo con él una relación cordial y correcta y destacaría que, sobre todo el principio, era un reto importante y Jokin y su Consejo se movieron con firmeza y claridad de ideas con apoyo de todos y han conseguido que la Real sea un club admirado no solo a nivel estatal, también a nivel internacional. Han conseguido llevar al club a la buena situación actual y me parece perfecto.

Vivió la final de la pandemia como invitado en Sevilla.

Fui uno de los privilegiados que pudo asistir a la final, muy triste por un lado porque no estuvimos todos los que teníamos que estar y al mismo tiempo muy feliz por la victoria. Fue una experiencia que no se me olvidará en la vida. A ver si ahora estamos todos los que queremos y puedan estar y vivimos una final fabulosa y conseguimos el triunfo, pero para eso hay que pasar.

«Le doy muchísima más importancia al partido con el Mallorca que al del PSG, de ganarlo el miércoles estamos en una final»

¿Cómo ve los dos partidos de Copa y contra el PSG, dos de los más importantes de la historia de Anoeta en ocho días?

Fundamentalmente es el del Mallorca. El del PSG es consecuencia de una trayectoria intachable en la Champions, sería algo histórico, pero todavía habría que superar otras dos eliminatorias. El de Copa supone que de ganarlo desde el miércoles estamos en una final. Le doy muchísima más importancia al partido con el Mallorca que al del PSG.

¿Le gustaría vivir una final contra un Athletic que preside su sobrino Jon Uriarte?

Sería maravilloso para el País Vasco, con dos grandísimas aficiones, con una dosis de rivalidad máxima, que no pudieron disfrutar de la última de Sevilla, y volver a ganarla. Estoy orgulloso por Jon porque le han dado muchos palos al principio, diciendo que era un advenedizo, un jovencito al que nadie conocía, pero plantó cara y arrasó contra el poder establecido.

Lo conozco y sé de sus capacidades para llevar el club por una línea muy clara a rajatabla. Es mi sobrino y alguna pregunta me ha hecho por mi experiencia y le contesto, pero ni se me ocurre decirle que haga esto o lo otro. Le deseo lo mejor, menos si nos enfrentamos en la final, que le desearé lo peor porque será lo mejor para nosotros.