El 26,5% de los adolescentes que residen en los centros de acogida de Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa ha intentado suicidarse, según se recoge en un estudio realizado por un equipo de investigación de la UPV/EHU que analiza estas tendencias.
Según ha informado la citada universidad a través de una nota, la investigación ha mostrado que la mayoría de los profesionales que trabajan con ellos «carecen de los conocimientos necesarios para detectar y gestionar comportamientos suicidas».
Una falta de preparación que agrava el hecho de que las personas que viven en centros de acogida «tienen más factores de riesgo de comportamientos suicidas, motivados por vivencias traumáticas de la infancia, baja autoestima, escasa capacidad social, etcétera».
Por ello, «es necesario elaborar estrategias y recursos para trabajar con este colectivo concreto. Sin embargo, la preparación de las intervenciones adecuadas requiere información sobre la situación y, por el momento, se ha analizado muy poco».
Investigación
Para hacer frente a la falta de información, investigadores de la UPV/EHU, junto con Biobizkaia, han realizado un estudio que ha analizado la conducta suicida y la tendencia a las autolesiones sin finalidad suicida en 185 adolescentes de 25 centros de acogida en Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa.
«Como hasta ahora teníamos muy pocos datos, hemos realizado una investigación innovadora cuyos resultados evidencian la necesidad de realizar tareas preventivas, así como la necesidad de que los profesionales reciban más formación», explica el doctor en Psicología Alexander Muela.
Por un lado, el trabajo realizado por investigadores de la Facultad de Psicología y de la Facultad de Medicina y Enfermería ha analizado la conducta suicida. Entre otras cuestiones, han investigado si tienen ideas suicidas, si se autolesionan para suicidarse o si intentan suicidarse.
Y el resultado arroja que el 26,5% de los adolescentes participantes en esta investigación señalan que han intentado suicidarse en alguna ocasión. En cuanto a las ideas suicidas, el 36,2% de los adolescentes afirman haberlas tenido alguna vez, y cabe destacar que de ellos únicamente el 37,6% han solicitado ayuda. Sin embargo, más de la mitad sienten que no pueden recurrir a nadie para pedir ayuda.
Por otro lado, la mitad de los adolescentes de los centros de acogida estudiados manifiestan que se autolesionan sin ánimo de suicidio. En cuanto a los motivos que los llevan a autolesionarse, el 92% afirman haberlo utilizado como una estrategia de regulación emocional. «Esto pone de manifiesto la necesidad de trabajar la educación emocional. Tenemos que dotar a los jóvenes de estrategias y recursos para regular las emociones», explica Muela.
Además, el estudio de la UPV/EHU muestra diferencias significativas en función del género. Por ejemplo, el 53,8% de las chicas participantes confiesan haber tenido alguna vez ideas suicidas. Entre los chicos, en cambio, el porcentaje baja al 18%. Y el 69,9% de los que se han autolesionado sin finalidad suicida son chicas, el 28% son chicos y el 2,1% adolescentes de género no binario.
Falta de conocimiento
En el estudio también se ha querido recoger la opinión de los profesionales que trabajan en los centros de acogida de menores, ya que «apenas hay datos sobre su conocimiento y competencia».
Así, se ha preguntado a 225 trabajadores de centros de acogida que atienden a adolescentes si se sienten preparados para identificar y responder adecuadamente a las conductas suicidas de los jóvenes. La mayoría ha reconocido que «tienen conocimientos limitados, sobre todo para detectar señales de riesgo de suicidio o para saber cómo hablar o preguntar a jóvenes con ideas suicidas. Solo el 22,8% de los profesionales considera que tiene un grado de conocimientos suficiente o alto».
Según señala Muela, «resulta sorprendente la falta de formación de quienes trabajan con jóvenes en situación de riesgo. Los datos demuestran claramente que no tienen formación para trabajar de forma preventiva. Su respuesta principal es acudir a los centros de salud en caso de emergencia, pero no podemos dejarlo todo en manos del sistema sanitario; tenemos que trabajar en materia de prevención para que los jóvenes no lleguen a ese punto».
Los autores del estudio consideran que el primer paso para trabajar en la prevención es «la formación de profesionales que trabajan con jóvenes, tanto en los centros de acogida como en la educación formal e informal». Además, subrayan la necesidad de «aplicar de forma temprana las labores preventivas, ya que la investigación ha demostrado que los comportamientos suicidas comienzan a aumentar a partir de los 13 años».