Elecciones en Catalunya: Lo sorprendente hubiese sido agotar la legislatura con 33 escaños
La perspectiva de gestionar sin presupuestos unos meses difíciles, mientras el resto se preparaba para los comicios de 2025, llevó a ERC a adelantar las elecciones. El paso favorece al PSC y coge a contrapié a Junts, pero la aritmética catalana es tozuda y las cosas podrían no cambiar apenas.
El adelanto electoral en Catalunya, que acudirá a las urnas el 12 de mayo, ha cogido por sorpresa a la mayoría. Un repaso al contexto en el que Pere Aragonès decidió el miércoles convocar comicios, sin embargo, sugiere que lo sorprendente hubiese sido, quizá, llegar a agotar la legislatura con un Gobierno apoyado por solo 33 parlamentarios de un total de 135.
Cabe preguntarse, en cualquier caso, por qué ahora. La respuesta sirve a modo de radiografía del momento.
Los presupuestos, la puntilla
Aunque son todos los partidos excepto el PSC quienes tumbaron las cuentas de ERC el miércoles, las miradas estaban puestas en los Comuns. Esa fórmula fue la que permitió a Pere Aragonès aprobar sus primeras cuentas en solitario tras la salida de Junts del Govern, en octubre de 2022.
En aquella ocasión, sin embargo, ató primero el apoyo de los Comuns y después el del PSC, que vendió caros sus votos, obligando a ERC a comerse dos sapos a los que se había opuesto anteriormente: las ampliaciones del aeropuerto del Prat y de una autopista. El gusto noventero del PSC por hacer política a golpe de talonario público e infraestructura es digno de atención.
Muestra de ello es también su obsesión con el Hard Rock de Vila Seca, un macroproyecto de hoteles y casinos previsto en terrenos de Caixabank a un paso de Tarragona. Ese ha sido el sapo que el PSC había puesto encima de la mesa para aprobar los presupuestos este año. Esquerra, hasta ahora en contra, lo aceptó, pero fue demasiado para los Comuns.
Los tres millones de litros de agua al día que consumiría el macroproyecto, en plena sequía, y con las elecciones previstas en pocos meses –se calculaban para febrero de 2025– eran demasiado para el perfil que quieren marcar los Comuns. Y sin tener que intercambiar favores en el Ayuntamiento de Barcelona –en el ejercicio anterior ERC apoyó las cuentas de Ada Colau, hoy en día fuera de la alcaldía–, se sintieron libres para tumbar los presupuestos y dar el último empujón a Aragonès.
De sequías y desiertos
Lograr aprobar presupuestos cuando se gobierna en minoría tiene premio doble, pero fracasar en el intento pone en primer plano la debilidad propia. ERC gobierna en solitario con el apoyo de 33 parlamentarios de un total de 135. No era una apuesta fácil, desde luego.
La alternativa al adelanto electoral era seguirse cociendo a fuego lento, sin presupuestos para llevar a cabo sus iniciativas más ambiciosas y teniendo que gestionar un verano que se prevé complicado a causa de las restricciones de agua y el riesgo de incendios. La sequía física está golpeando muy duro a Catalunya, y la sequía política iba a dejar solo a ERC gestionando miserias en el desierto, mientras el resto de partidos se preparaba para la cita electoral. Nadie le iba a alcanzar un vaso de agua.
Así que Aragonès sacó de la biblioteca el manual de resistencia de Pedro Sánchez y trató hacer virtud de la necesidad. Si ahora le va a ser difícil retener la Generalitat, en febrero del año siguiente iba a ser todavía más complicado. Además, a diferencia de otros partidos, Esquerra ya confirmó hace unos meses que Aragonès repetiría como candidato, descartando un paso adelante de Oriol Junqueras.
Tareas pendientes
La única fuerza de la oposición a la que el adelanto electoral ha cogido con los deberes hechos y una buena perspectiva es el PSC. En la actualidad tiene 33 parlamentarios, los mismos que ERC, pero las encuestas auguran que podrían ganar las elecciones. La imagen de estabilidad, la desaparición de Ciudadanos y la irrelevancia del PP –que bastante tendrá con disputarle a Vox los votos que le robó hace tres años– explican el auge del partido que volverá a tener a Salvador Illa como candidato.
Las elecciones catalanas son un regalo para Pedro Sánchez, al permitirle quitarse de encima el via crucis de la negociación presupuestaria de este año. Una victoria de Salvador Illa, además, supondría todo un balón de oxígeno
La victoria del PSC sería un balón de oxígeno para un Pedro Sánchez que ya se ha valido del adelanto electoral para ahorrarse la tortuosa negociación presupuestaria de este año. Pero ese triunfo no implica de forma automática la derrota electoral del independentismo. Se olvida que el partido más votado en las elecciones del 155, en las que el independentismo refrendó su mayoría tras el 1 de octubre de 2017, fue nada más y nada menos que Ciudadanos.
A quien el adelanto sí ha pillado a contrapié es probablemente a Junts. Confiaba en ganar las europeas con Carles Puigdemont de candidato y utilizarlas de trampolín para asaltar de nuevo la Generalitat en 2025, con un partido más cohesionado en el que Jordi Turull parece estar arrinconando a Laura Borràs. Ese proceso no ha culminado todavía y la amnistía no estará vigente para las elecciones del 12 de mayo, por lo que los planes del tándem Puigdemont-Turull se han visto trastocados. Es una de las principales razones del adelanto por parte de ERC.
Con todo, Turull no tardó nada en poner en primer plano el que tiene todos los visos de convertirse, de nuevo, en el tema de campaña: el regreso de Puigdemont. Una promesa que, evidentemente, va ligada a una demanda: para que vuelva, hay que votarle. Turull recordó que la amnistía debería estar vigente para el debate de investidura, Puigdemont alimentó la idea del regreso y su abogado, Gonzalo Boye, dijo ayer que podría volver pese al riesgo de ser detenido. La bola ya está en marcha. Hay días en los que Catalunya se despierta con aires tripartitos de 2003 y se acuesta oliendo a 2018.
A la CUP, por su parte, el adelanto electoral le ha cogido en pleno debate reconstituyente, por lo que su posición ante los comicios del 12 de mayo es ahora mismo todo un mar de incógnitas.
Hay más dentro del independentismo. La Assemblea Nacional Catalana (ANC) se dispone a anunciar si impulsa una candidatura o no, mientras que Jordi Graupera y la exconsellera Laura Ponsatí trabajan para armar otra lista electoral no se sabe muy bien bajo qué influjo. Son opciones que podrían atomizar el voto independentista, con el castigo que ello tiene en el reparto de escaños. Una candidatura de Puigdemont, sin embargo, podría tratar de aglutinarlos a todos.
Los Comuns, por último, acudirán sin muchas expectativas, tratando de recoger votos de izquierdas desengañados con ERC y PSC, a la espera de lo que decida la CUP. Bien posicionados en Sumar –Iniciativa nunca desapareció–, los Comuns todavía deben aclarar cómo se materializa en Catalunya la ruptura en el seno de la izquierda confederal estatal.
Reconfiguración o bucle
En este escenario, con ERC desgastada y Junts en un proceso de rearme incompleto, todo parece sonreír al PSC, al que muchos dan ya como ganador antes de tiempo. También se anuncia, de la mano del triunfo de Salvador Illa, el final definitivo del reinado independentista y la reconfiguración del mapa político catalán.
La mayor pugna volverá a ser la que enfrente a ERC y Junts. Quien se imponga, pedirá sus votos a la otra parte en nombre del veto al PSC, que podría ganar las elecciones de mayo.
La aritmética catalana, sin embargo, es tozuda. El PSC tiene muy difícil gobernar. Si el unionismo logra la mayoría, necesitará los votos de Vox. Si no lo logra, necesitará a ERC o a Junts. ¿Le darán apoyo tanto en Madrid como en Barcelona? Al mismo tiempo, una victoria del PSC imposibilitaría la vía intentada por ERC tras la ruptura por Junts, única tentativa real de salir del bucle de los últimos años, en los que la única gobernabilidad posible ha sido entre fuerzas independentistas que, ahora mismo, no se pueden ni ver.
Queda mucho para mayo. Dos meses son un mundo hoy en día, pero el escenario podría perfectamente no cambiar tanto. El juego, quizá, sea volver a ver quién gana dentro del independentismo y se sitúa en la posición de exigir apoyos para evitar que el Illa llegue a la Generalitat.