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Seis meses después, la ONU debate un embargo de armas a Israel

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU debatirá un embargo de armas a Israel seis meses después del inicio de la agresión a Gaza que ha dejado más de 40.000 muertos. Tras el ataque a WCK, aliados de Israel se ven sorprendidos por la brutalidad de un Ejército al que se deja actuar fuera de control.

Un hombre pasa en bicicleta entre edificios destruidos en la zona devastada alrededor del hospital Al-Shifa.
Un hombre pasa en bicicleta entre edificios destruidos en la zona devastada alrededor del hospital Al-Shifa. (AFP)

Cuando han pasado casi seis meses desde que Israel comenzará a arrasar Gaza, matando a una media de más de 200 personas por día, y cuando apenas quedan infraestructuras que permitan vivir en la Franja, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU debatirá mañana un proyecto de resolución que pide un embargo de armas al Estado israelí, subrayando «el riesgo plausible de genocidio en Gaza».

El texto condena «el uso por parte de Israel de armas explosivas de amplio espectro de acción» en zonas pobladas de la Franja y pide a Israel que «respete su responsabilidad legal de prevenir el genocidio», exigida por la resolución de la Corte Internacional de Justicia.

Aunque no sea vinculante, si se adopta el texto, presentado por Pakistán en nombre de 55 de los 56 países de la Organización de Cooperación Islámica, será la primera posición adoptada por el organismo de derechos humanos de la ONU sobre la agresión a Gaza.

El documento exige que Israel ponga fin a su ocupación  y cese inmediatamente su bloqueo ilegal de la Franja de Gaza, así como cualquier otra forma de castigo colectivo.

Este debate llega apoyado por un comunicado conjunto de la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, y su homóloga para el derecho a la salud, Tlaleng Mofokeng, que denunciaron que la destrucción del principal hospital de Gaza tras dos semanas de asedio es una muestra del genocidio que está sufriendo la Franja. «El mundo está siendo testigo del primer genocidio mostrado en directo por las propias víctimas», señalaron las dos expertas de Naciones Unidas que reiteraron su llamamiento a que los Estados miembros de la ONU usen todo su poder para detenerlo.

También medio año después del 7 de octubre, los aliados de Israel parecen empezar a sorprenderse por la brutalidad alcanzada por el régimen sionista, tras la matanza de siete miembros de la ONG World Central Kitchen (WCK).

Algunos estrechos aliados de Israel, como Australia, Canadá o Polonia, expresaron su indignación y reclamaron una investigación. El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, afirmó que el ataque ha generado «una ira comprensible» y ha sometido «a una dura una prueba para la solidaridad» ofrecida a Israel.

El Gobierno polaco convocó al embajador israelí, al igual que hizo la víspera el británico, sobre el que aumenta la presión para que reexamine sus ventas de armas a Israel.

Según un informe de organizaciones humanitarias, gran parte de las armas utilizadas por Israel en Gaza contienen piezas procedentes de Gran Bretaña. El escocés SNP, los liberales y varios diputados conservadores pidieron una suspensión inmediata de estas exportaciones tras el ataque israelí del lunes.

En EEUU, a pesar de que el presidente, Joe Biden, afirmó que «incidentes como el de ayer no deberían ocurrir. Israel no ha hecho lo suficiente para proteger a los civiles», su Gobierno dice no ver que se estén cometiendo crímenes de guerra, y prepara la venta de 50 aviones de combate F-15 a Israel, por un valor de 18.000 millones de dólares, justificándolo dentro de «un compromiso de largo recorrido» para la defensa del Estado judío.

La reacción occidental ha elevado el tono al tratarse de ciudadanos de estos países –en el caso británico tres exmilitares que trabajaban para una empresa de seguridad e Inteligencia– y de una ONG cuyo fundador, el chef José Andrés, ha mostrado con anterioridad su apoyo a la ofensiva israelí.

Ayer, en una tribuna en el “The New York Times”, el chef pidió ayer a Israel que abra más rutas terrestres para repartir alimentos y medicinas, «deje de matar a civiles y trabajadores humanitarios» e «inicie hoy el largo camino hacia la paz».

Antes de este ataque, Israel ya había matado a casi 200 empleados humanitarios, a quienes controlaban el reparto de ayuda y a los palestinos que se agolpaban para conseguir la poca que llegaba a la Franja, lo que recuerda que el ataque a WCK no es un incidente aislado, como denunció el coordinador humanitario de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados, Jamie McGoldrick.

Un Ejército fuera de control

El informe del Ejército israelí lo excusó por una «identificación errónea, de noche, durante una guerra, en condiciones muy complejas. No debería haber sucedido», según el jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi.

Pero un dron llegó a disparar tres veces contra el convoy de WCK a pesar de que los autos estaban claramente marcados con el logotipo de la organización. Un primer misil alcanzó al que lideraba el convoy y los supervivientes corrieron a refugiarse al siguiente vehículo, que también fue atacado por otro misil segundos después y, cuando un tercer vehículo se acercó a socorrerlos, recibió otro impacto.

Una investigación de Al Jazeera muestra que el ataque fue intencionado y que el hecho de disparar un tercer misil implicaría algún tipo de autorización de cierto nivel, pero advierte de que en Gaza estas órdenes las toman mandos menores, lo que implica que Israel, sabiéndose impune, deja que los soldados actúen fuera de control.

En el diario “Haaretz”, una fuente de la Inteligencia israelí confirmó que «cada comandante establece las reglas para sí mismo e interpreta las reglas de combate como considera apropiado», obviando la aprobación de oficiales superiores o cualquier regulación establecida, y advirtió de que «veremos más incidentes como este en un escenario de un Ejército israelí fuera de control», con oficiales y soldados actuando impunemente.

Lo que sí ha provocado el ataque ha sido la retirada de ONG que operaban en Gaza, comenzando por la propia  WCK, en un momento en el que toda la población experimenta ya hambre extrema y la mitad, más de un millón de habitantes, están en situación de hambruna inminente. Al menos 34 gazatíes han muerto de hambre desde febrero, 31 de ellos niños. Según Oxfam, desde enero, unas 300.000 personas que siguen en el norte de la Franja se está viendo obligadas a sobrevivir con una media de 245 calorías al día (menos de las que aportan 100 gramos de pan), mientras las fuerzas israelíes continúan con su ofensiva militar.

Ayer tanques de artillería atacaron varias viviendas en Jan Yunis, en el sur, donde las tropas mantienen bajo asedio desde hace diez días los hospitales de Al Amal y Nasser, con ataques en sus proximidades. También atacaron tiendas de campaña de desplazados en Mawasi y en Rafah.

El Ejército mató a quienes trataban de escapar de esos hospitales, mientras en el de Al Shifa, destrozado tras dos semanas de ataques, todavía se buscan cadáveres y los muertos superan el medio millar.



Flotilla
La Coalición Internacional por la Flotilla de la Libertad, fletará nuevos barcos hacia Gaza a mediados de abril. En 2010, Israel interceptó  una iniciativa similar y dejó once muertos. Ahora,  la Flotilla intenta llevar 5.500 toneladas de ayuda con cientos de observadores internacionales.

Reconocimiento
120 estados miembros de la ONU (de un total de 193) se han comprometido a apoyar la pertenencia plena a la organización de Palestina, que la misión diplomática palestina presentó el martes formalmente con la intención de que el proceso tenga lugar este mes.

Negociación
El líder de Hamas Ismail Haniye advirtió de que el grupo no renunciará a las demandas de un alto el fuego permanente y de la salida completa de las tropas de Gaza para un nuevo acuerdo, un día después de que Israel presentase una nueva propuesta.

 

Protesta en Jerusalén contra Benjamin Netanyahu. (Ahmad GHARABLI/AFP)

 

Barne presioa gora doa Israelen

 

Gazan preso dauden israeldarren senide talde batek protesta sinbolikoa egin zuen Israelgo Parlamentuan, oposizioko zenbait diputatuk txalotu zuten Benjamin Netanyahuren Gobernuaren kontrako keinu batean. Gonbidatuen tribunatik pintura jaurti zuten eta horiz tindatutako eskuak erakusten hasi ziren, segurtasun zerbitzuek berehala kanporatu baino lehen. Halaber, milaka pertsonek protesta egin zuten berriro asteartean Jerusalemen, laugarren gaua jarraian, «traizioa» leporatuz lehen ministroaren dimisioa eskatzeko. 

Netanyahuk gero eta presio handiagoa du. Manifestazioek gora egin dute azken asteetan, eta urriaren 7ko erasora eraman zuten segurtasun akatsen erantzulea izatea leporatzen dio oposizioak. Netanyahu ospea galtzen ari da eta politikoki ahulduta dago, baina baita fisikoki ere.

Politikoki hildakotzat jo dute hainbat aldiz, eta bere 30 urte baino gehiagoko ibilbide politikoan berpiztu egin da beti. Iaz, erreforma judizialaren aurka egindako protesta mugimendu handienetako bati aurre egin behar izan zion, baina orain, gainera, bahituen familien haserrea gehitzen da. Urriaren 7koa bezalako eraso batek amaiera emango lioke beste edozein liderren ibilbide politikoari, baina sei hilabete geroago ez da erantzukizunik esleitu ofizialki, inork ez du dimititu eta Netanyahuk ez du kontuak emateko beharrik ikusten. Adituek diotenez, Likud barrutik ezinezkoa da boteretik kentzea, alderdia «familia enpresa bihurtu duelako eta ez dagoelako desadostasunik». Horrekin batera, Gazan gerratearekin jarraitzea edo inguruko herrialdeetara hedatzea iraupen politikoaren kontua da Netanyahurentzat.