Oficialidad de las selecciones vascas, una pelota que vuelve a rodar
Pocas demandas hay más rotundas entre la ciudadanía vasca (77% de adhesión) y a la vez más bloqueadas en la esfera política. La cuestión de la oficialidad de las selecciones deportivas vascas vuelve a aflorar tras otra legislatura con más promesas que hechos.
En plena campaña, un inesperado encuentro amistoso entre Euskal Selekzioa y Uruguay en San Mamés se ha convertido en más que un recordatorio del partido pendiente por la oficialidad de las selecciones deportivas vascas. Por encima de todas las dificultades (ventana FIFA con partido del combinado estatal, vísperas de la final copera, coincidencia con otros eventos como derbi femenino en Anoeta o Korrika...), el encuentro de fútbol masculino no ha sido un fiasco sino una sorpresa agradable, ¿y quizás un revulsivo?
Al llamamiento de Jagoba Arrasate han acudido los jugadores disponibles y tanto técnico como futbolistas han subrayado su voluntad de competir oficialmente con la tricolor, una toma de posición no exenta de riesgos en estos tiempos de cancelaciones infames e inquisiciones viralizadas.
En el otro banquillo, un referente mundial como Marcelo Bielsa ha apoyado la causa, con su aval al encuentro y también sus palabras. Apostó por «ayudar a plasmar que se le reconozca» la oficialidad a la selección vasca. «Euskadi y el deseo de desarrollar una expresión futbolística como país hace mucho que se gesta, se alimenta y se trata de que evolucione», añadió el técnico argentino sin morderse la lengua.
Y sobre todo, el público ha respondido con más de 30.000 personas en las gradas del nuevo San Mamés. Buena parte de ellas, por su juventud, no habían visto nunca jugar a Euskal Selekzioa y, por las tendencias de consumo, tampoco se habían comprado o recibido como regalo la camiseta verde. Así que no hay lugar para nostalgias: los partidos navideños de hace dos o tres décadas no congregaban a más gente que este último. La conclusión es que «hay partido». Y esa ya es una noticia potente; el bloqueo no ha llegado a colapso.
El tiempo corre que vuela, de modo que el próximo año se cumplirá una década desde la disolución de ESAIT. En 2015, el colectivo que había llevado la bandera de esta lucha decidió que había llegado al final de su camino, especialmente porque no había necesidad de formar una corriente de opinión favorable a la oficialidad, objetivo resumido en sus siglas (Euskal Selekzioen Aldeko Iritzia Taldea).
Los datos le dan la razón a ese motivo: una encuesta de la Dirección de Actividad Física y Deporte de Lakua en 2022 cifró en 76% el porcentaje de ciudadanos y ciudadanas de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa que quieren que las selecciones deportivas vascas compitan en pie de igualdad con el resto. Visto cómo el país se ha ido equilibrando esta última décadas, cabe intuir que la cota en Nafarroa e Ipar Euskal Herria, con sus matices, no estará muy por debajo.
La adhesión social es evidente, por lo tanto. Pero el problema se sitúa en la esfera política e institucional, empezando por el espacio vasco y acabando por el planetario, en sus diferentes escalas. Es en esa maraña de instituciones y organismos en la que, siguiendo con el fútbol masculino como ejemplo de primerísimo orden, Euskal Selekzioa no ha logrado cruzar el umbral que sí pasaron desde el inicio de la era fútbol Escocia, Irlanda o Gales, o en estas últimas décadas Gibraltar, Kosovo, Palestina, Islas Feroe...
Resulta sarcástico, viendo esta lista, que la UEFA y la FIFA hayan despachado en 2021 la petición de admisión de la Federación Vasca de Fútbol con el argumento de que no representa a un Estado independiente. Tras ello, su presidente, Javier Landeta, declinó la opción de continuar peleando en el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) considerando que «no hay posibilidad de éxito».
Lo innegable es que este veto no tiene respaldo alguno entre la ciudadanía vasca. En la citada encuesta del Departamento de Cultura de Lakua en 2022 (con más de 2.300 personas sondeadas), solo en torno al 1,5% veía «mal» o «muy mal» que la selección vasca de fútbol juegue competiciones oficiales. En la opinión pública, como decía en su adiós ESAIT, el partido está resuelto por goleada.
Dos leyes y algún resquicio
La legislatura que acaba de concluir ha traído consigo dos actualizaciones de leyes relativas al deporte, una en el Parlamento de Gasteiz y otra en el Congreso español, que sin embargo no han cambiado demasiado el panorama general por lo que atañe a la oficialidad pendiente.
En el legislativo de la CAV, PNV, PSE y EH Bildu sacaron adelante conjuntamente el pasado año una modernización de la ley de 1998. Desde esta última formación, Rebeka Ubera destacó que «la ley abre la puerta a que las federaciones de la CAV puedan organizar competiciones en colaboración con las federaciones de Navarra e Ipar Euskal Herria y, además, promoverán la participación de las selecciones vascas en competiciones oficiales, también a nivel internacional».
En concreto, en el articulado se establece que «la Unión de Federaciones Deportivas Vascas dará a las federaciones el apoyo y la cobertura necesaria para que estas puedan promover e impulsar la participación de las selecciones vascas en competiciones estatales e internacionales, incluidas las oficiales».
Más eco mediático tuvo la modificación acordaba por el PNV con el Gobierno español en la nueva Ley del Deporte estatal de 2022. Teóricamente abría la puerta a la oficialidad de las selecciones vascas de pelota y surf, por su especial raigambre o antigüedad. El grupo jeltzale presentó esta enmienda como un hito y una especie de avanzadilla para el resto de especialidades.
Sin embargo, ni siquiera en esas dos modalidades deportivas peculiares será tan fácil como se publicitó. De hecho, en verano pasado la Federación Internacional de Pelota dejó sin votar la propuesta de oficialidad de la selección vasca, en la asamblea general celebrada en Ciudad de México. Alegó falta de consenso y necesidad de modificaciones estatutarias que, según el representante español, podrían poner en riesgo la participación olímpica.
Mesa por la oficialidad
En este contexto, con motivo del citado Euskal Selekzioa-Uruguay la iniciativa Gu Ere Bai planteó «constituir una mesa a favor de la oficialización de la selección vasca, donde las federaciones, los representantes institucionales, los clubes, los representantes de los y las jugadoras de los siete herrialdes, junto con las asociaciones a favor de Euskal Selekzioa, se reúnan para diseñar y trabajar juntos la hoja de ruta hacia la oficialidad». Una propuesta que va más allá de la Unión de Federaciones Vascas emanada de la ley de la CAV. Una ofensiva conjunta que daría coordinación e impulso a esta lucha.
A partir de ahí, y vistos los vetos y bloqueos del Estado, ¿este partido hay que jugarlo al tiqui-taca o al patadón? ¿En horizontal o en vertical? ¿Al tran-trán o al sprint? ¿Con el «respeto a la legalidad vigente» que puso por delante Landeta cuando renunció a apelar al TAS o acumulando fuerzas y sin descartar pasos unilaterales?
El PNV deja claro en su programa que apuesta por lo primero: «Desarrollaremos procesos de negociación y colaboración con organismos deportivos internacionales para asegurar la participación de nuestras selecciones en competiciones de nivel mundial».
¿Todas o solo algunas?
En este programa jelkide, llama la atención que ponga por delante de nuevo a los «deportes autóctonos» a la hora de potenciar la presencia internacional; en concreto, cita pelota, herri kirolak y remo, modalidad que por cierto practicó el candidato a lehendakari, Imanol Pradales.
La citada encuesta del propio Gobierno de Lakua es rotunda también sobre este último extremo: preguntadas las personas sondeadas sobre si desean selecciones deportivas vascas en todos los deportes o solo en algunos, únicamente el 3,4% se decantó por esto último, mientras que más del 76% entiende que todas sin excepción deberían ser oficiales.
Para EH Bildu, es una cuestión de soberanía básica. Lo resumió así con motivo del partido del 23 de marzo en San Mamés: «Hay que demostrar al mundo entero que Euskal Herria está viva por encima de todas las negaciones, y que quiere decidir libremente su futuro».