La crisis del cacao, una ventana de oportunidad a un consumo más justo
Con los precios del cacao a más del doble de lo habitual debido a la sequía, el circuito de comercio justo (consolidado hace años por constituir el chocolate una de las industrias menos éticas del mundo) emerge como una alternativa en Euskal Herria, aprendiendo a encontrarlo e identificarlo.
El precio del cacao no deja de subir y ya cuesta bastante más del doble que en años precedentes. Una mala cosecha, quizá fruto del proceso de desertificación irreversible en África, ha desestabilizado un mercado mundial que se sustenta en buena medida en las guerras y en la explotación infantil de la convulsa África Occidental. Pero, a la hora de disfrutar del chocolate, no necesariamente se tiene que recurrir al capitalismo desalmado.
Luis González, de Setem, explica que en Iruñea llevan seis años trabajando en la concienciación para promover un chocolate de comercio justo, junto a Pueblos Hermanos y Proclade Yamapay. Mediante talleres, jornadas con hosteleros, catas e incluso mediante juegos de mesa infantiles –como ‘El Chocolate Mágico’ de la editorial de Tuter, Ekilikuá– tratan de introducir en la sociedad un consumo donde los beneficios llegan hasta los productos sin replicar una dinámica de explotación.
El chocolate, en Euskal Herria, gusta. Un trabajo de Medicus Mundi Araba, junto con la Agencia de Cooperación al Desarrollo, sostiene que en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa se consume un 30% más de chocolate que en el conjunto del Estado. Son 4,73 kilos de chocolate (sin contar cacaos solubles, etc.) por persona y año. En Iparralde muy probablemente les superan, dado que el consumo medio nivel estatal está en 6,8 kilos por año.
Ese mismo estudio indicaba que, si las vascas y los vascos pasaran del chocolate común a otro de comercio justo, la huella ambiental que generarían sería un 57% menor. El impacto que este cambio alimentario en el cómputo global, significaría reducir un 0,26% las emisiones de efecto invernadero anuales.
La misión principal del comercio justo, sin embargo, no es la prevención de la destrucción de los ecosistemas. La clave reside en que el producto dignifique la vida de los productores, normalmente organizados en cooperativas, y que el dinero no acabe en multinacionales como Nestlé.
La diferencia estimada es que, con una tableta convencional, solo el 6% del precio final llegue al productor. Frente a ello, con el comercio justo entrega al productor el 33%
Este es el elemento trascendente, pues la industria del cacao resulta particularmente cruenta. Aproximadamente unos 1,8 millones de niños participan de alguna manera en su cultivo y cosecha, principalmente en Costa de Marfil, país donde se produce entre el 30% y el 40% del cacao que se come en Europa. Los costamarfileños que trabajan en el cacao cobran 0,78 dólares al día (un salario ínfimo que solo representa el 37% de lo que se considera pobreza extrema).
Dónde comprar y cómo distinguirlo
El cacao justo puede encontrarse en Euskal Herria en tiendas específicas o en el supermercado mirando bien, aunque muchas de las organizaciones de este tipo de comercio prefieren que se acerquen a sus establecimientos, pues genera contradicciones mezclar modelos de consumo.
«Hay que mirar bien los sellos y las certificaciones. Como la hoja de los ecológicos», explica González.
En una tableta justa se ofrece mucha más información que en una ordinaria. «Debe aparecer el origen del producto y, a ser posible, la zona del país donde se ha producido, la importadora y distribuidora, el tipo de cacao, qué productos que contiene la tableta (cacao, manteca de cacao, azúcar de panela u otro tipo de añadido...) y su porcentaje», explica el responsable de Setem.
De esta manera, es más fácil que una tableta producida y distribuida de forma más justa se haya elaborado en América que en Ghana o Costa de Marfil.
En cuanto al consumo de cacao en establecimientos hosteleros, desde esta ONG confiesan que cuesta más entrar, debido al rol que juegan las distribuidoras, que son quienes facilitan todos los suministros. En este sentido, estos promotores del comercio justo insisten en buscar una mayor implicación en las asociaciones hosteleras, para que un cacao más justo no tenga que abrir su camino establecimiento por establecimiento, sino que cambiar al alternativo otro resulte más cómodo en los pedidos habituales.