«Hay que hablar de salud mental, del suicidio; no nos explicaron nada»
Maialen Gurbindo hace «zumo de sus tripas» en ‘El arte de ser mediocre’. Escrito «desde el barro» de una depresión, destila aroma reivindicativo sobre salud mental. Trastornos alimenticios, experiencias sexuales o pensamientos suicidas forman un crudo relato. Y sí, se arrepiente de haberlo escrito.
La Plaza de Navarrería es su lugar favorito en el mundo. Su mente se refugia en el embalse de Leurtza. Operación Triunfo es el sitio en el que más feliz ha sido. Maialen Gurbindo (Atarrabia, 1994) es Chica Sobresalto y, al menos, otras 19 Maialen más. Entre todas han escrito ‘El arte de ser mediocre’, una oda a la naturalidad, un canto a la necesidad de poner el foco sobre la salud mental.
Un titular que, a primera vista, no se corresponde con la imagen de una música de éxito.
Es que a veces no tiene nada que ver que algo te funcione bien con que no sea mediocre. Es verdad que en la música creo más en mí, he trabajado más, pero este momento de escribir un libro, sin ser yo escritora, sin saber hacerlo y siendo, honestamente, bastante mediocre, era un ejercicio de decir ‘es que me apetece’.
Quizá deja a las claras el tono tan duro que mantiene a lo largo del libro con las distintas Maialen.
Me hablo bastante mal, en general. Me pone de los nervios cuando la gente te dice que todo está superbien. A veces es mejor decirle a una persona ‘pues sí, a veces haces esto bastante regulinchi, pero lo compensas con esto otro’ o ‘busca cómo hacerlo mejor’. Pero esta cosa positivista de hoy en día de que todo está bien, que todo se puede... lo siento, pero no.
«Nunca he tenido mucho pudor de contar cómo me siento. En OT hice un máster. Sí que es verdad que cuando salí de esa racha oscura y el libro ya estaba imprimiéndose, me arrepentí»
Me costaba definir el libro, pero en las últimas páginas he encontrado la frase correcta: ‘Hacer zumo de tus tripas’.
Cuando estaba pasando por una depresión bastante chunga, pensaba en mí como en una fruta podrida y pensaba en toda esa gente que dice que de un trauma o de algo horrible ha salido una obra de arte. Pues mira, de una fruta podrida hacer un zumo que está bien es bastante complicado. Hay que reposar las cosas y no decirle a la gente que si está en la mierda puede capitalizarlo, porque, la gran mayoría de las veces, no.
¿Qué le lleva a hacer un relato tan íntimo? Las canciones siempre son más interpretables, aquí todo es más crudo.
Me apetecía. Nunca he tenido mucho pudor a contar cómo me siento. Fui a Operación Triunfo en 2020, lo cual quiere decir que durante tres meses me estuvieron grabando y sacando de mí cosas que yo no podía controlar que se supieran y ahí me hice una especie de máster. Sí que es verdad que, cuando salí de esa racha oscura y el libro ya estaba imprimiéndose, me arrepentí.
¿Se arrepintió de este libro que ahora promociona?
Sí, pero bueno. Ha sido un poco por inercia, ya no podía hacer otra cosa. Pensaba que nadie iba a querer saber nada de él. Creía que quien me fuera a entrevistar iba a ser con condescendencia o pena, por la chufa que había escrito. Pero ahora creo que la gente, a veces, no necesita que esté increíblemente escrito, que sea la hostia. A veces, una verdad, que no tiene porqué ser arte, apetece.
Dice que nadie aprenderá nada de ello y que el libro llega después de una depresión bastante fuerte. Este libro tiene un fuerte tono reivindicativo sobre la salud mental. Además de la mano de alguien con una imagen pública, con muchos seguidores jóvenes.
Pese a que diga que este libro es para mí, sí que me apetecía lanzar un mensaje a la gente que está mal en su casa. Hay que hablar de salud mental, pero a veces se hace desde un punto de vista romántico. Yo quería decirlo desde el barro, para que la gente que está en el barro viera que yo también lo estaba mientras lo estaba escribiendo. Y si ha ayudado a una persona, ya es increíble.
«Si de adolescente me hubieran explicado que mi aita tuvo pensamientos suicidas, al aparecer en mí, los habría detectado más fácil. Como lo hemos escondido tanto, detectarlos es más difícil»
En ese zumo de sus tripas habla incluso de sus pensamientos sobre el suicidio.
No hablar de ello solo perjudica. De pequeñas no nos han explicado nada. Hay que construirlo de otra forma. Por ejemplo, si a mí, de adolescente, me hubieran explicado que mi aita tuvo estos pensamientos, quizá yo, al aparecer estos pensamientos, los habría detectado más fácil o habría sido más fácil hablar con mis padres sobre ello. Como lo hemos escondido tanto, detectarlos es más difícil.
Cuando te ocurren crees que a nadie más le pasa. Hablar de ello solo puede ser positivo. Además le das a la gente la confianza de que te lo diga si en un momento dado también se le pasa por la cabeza y tú puedas lanzarte a ayudar a esa persona. No quieres acabar con tu vida, quieres acabar con un dolor que seguramente ya has intentado paliar de otras muchas formas.
No sé si la gente lo sabe, pero el que quizá sea su tema más conocido y coreado, ‘Fusión del núcleo’, habla precisamente sobre el suicidio.
Creo que la gente que sigue mi música y que ha leído el libro ha flipado con esto. En ‘Fusión’ está todo muy en metáfora, pese a que es una canción bastante cruda. Yo quería darle al botón del ‘off’, porque sostenía demasiado peso encima. No podía y pensaba que la sensación que tenía no se iba a ir nunca. No tenía ningún tipo de esperanza en estar mejor. La canción surge de ahí, de una sensación de desesperación pura y dura. Lo he estado intentando e intentando y arrastrando hasta hoy en día, que es cuando me siento mejor.
En el libro encontramos 19 Maialen distintas, pero la que más conocemos es Chica Sobresalto. Dice que vino a salvarla, pero que ahora mismo le tiene manía.
Ya, yo tampoco lo entiendo (se ríe). Me costaba muchísimo subirme al escenario. Era imposible. Y esto lo sigo sintiendo. El 20 de abril hicimos un concierto increíble en la sala Wizink, que estaba llena. Yo estaba fatal. Me había bajado la regla, me dolían los ovarios, estaba nerviosa... Y, en el momento que me subo al escenario, algo me hace click en el cerebro y no me duele nada.
El hecho de confiar en que esa otra persona iba a aparecer, ese pensamiento mágico de que no era yo, me hacía estar tranquila. ‘Ahora estoy fatal, pero no pasa nada. Va a aparecer esta otra y todo se va solucionar’. ¿Qué pasa? Sigo sintiendo que ese click existe, pero no lo achaco tanto a que sea otra persona. Ya no me apetece ni ponerme un traje de superheroína ni hacer todo ese paripé. Si fuera por mí, mañana cambiaba los nombres de todo y a freír churros, pero es que dentro de dos años querría volver a cambiarlo todo. Y una carrera musical así no se puede sostener (se ríe).
Me viene a la mente ‘Jainko Ateoa’, de Berri Txarrak, sobre la soledad y el silencio de un artista al acabar un concierto.
Me bajo del escenario y es como bueno... Abrazo muchísimo a mi banda, pero ya estoy pues... normal. Sí que tengo la cabeza un poco acelerada, estoy atorada. Por eso me choca cuando me viene la gente a decir ‘¡buah!’. Yo estoy como ‘sí, gracias’. No me siento más importante, ni más increíble que nada ni nadie. Me gusta irme al hotel y normalmente lo que hago es abrir el ebook y leer hasta que me quedo dormida.
«Tengo este punto de histriónica de cojones, que sería el top de Chica Sobresalto, que es histriónica y está feliz con que la miren. Luego voy por la calle intentando que nadie me mire a la cara»
Pero dice que se quedaría a vivir en un escenario.
Sí, porque allí tengo una energía con la gente estoy feliz y me gusta mucho. Tengo este punto de histriónica de cojones, que sería el top de Chica Sobresalto, que está feliz con que la miren. Luego voy por la calle intentando que nadie me mire a la cara. Sin embargo, en el escenario es como... ¡miradme!
Y me gusta. Me encanta que la gente se ría, cuando se emocionan y lloran, yo me emociono muchísimo, me gusta la conexión que hay con la banda. Cuando la gente se sube al escenario le cambia la mirada. Mirar a la gente de arriba de un escenario cuando haces algo artístico es una cosa rarísima; de repente no son los ojos de esa persona, la gente está como en un éxtasis extraño y me encanta. Sí, viviría allí. Sé que es imposible, pero viviría allí.
¿Y escribir un libro no es justo lo contrario?
Absolutamente. Desde la paz, desde la tranquilidad, desde estar sentada... Yo no me sentía capaz de levantarme ni de salir de casa. Encontré ahí otra forma de comunicarme y ha estado muy guay. Además, en las canciones hay que pensar en muchas cosas y en el libro he podido escribir tal cual. Sí que hay un punto de búsqueda de la belleza, pero, como habrás podido comprobar, poco.
¿Dónde ve su futuro? ¿Sobre los escenarios o, como el pasado día 23, firmando en Sant Jordi?
Mi lugar está en el escenario. Es mi cosa favorita en el mundo, junto a los perritos (tiene dos). Solo que no descarto volver a hacer algo así, quizá más pensado, más meditado y con más criterio. No lo descarto, porque me ha parecido chulísimo.
Recuperemos otra frase: ‘Siempre he sido fan de algo o de alguien. Me gusta ir al límite’. Ahora es usted la que tiene una legión de fans. ¿Es saludable?
Entiendo el fenómeno, pero creo que se puede ser muy fan, porque de verdad que yo soy muy fan, sin colocarte por debajo. Me da igual de lo que estés currando, lo que estés estudiando, yo no estoy por encima de ti. Lo que pasa es que subo a un escenario. Fin del asunto.
Por lo demás, es bonito. El otro día me vino una persona a decirme que es ginecóloga, y que había hecho su primera operación de endometriosis. Y que al salir se había puesto ‘Progesterona’, que es una canción nuestra que habla sobre eso y que había pensado en mí, en la canción y en el discurso. Y me eché a llorar. Es una cosa preciosa, pero yo solo quiero que nadie se coloque por debajo de mí. No tiene sentido.