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Diego Zúñiga
Escritor

«Cuando escribes una novela estás generando una herramienta política»

Nacido en Iquique, al norte de Chile, en 1987, es periodista, editor y narrador. Publicó su primera novela en 2009 y desde entonces se ha ido consolidando como uno de los escritores jóvenes más importantes de Latinoamérica. Acaba de publicar su última novela, ‘Tierra de Campeones’.

El periodista y escritor Diego Zúñiga.
El periodista y escritor Diego Zúñiga. (J. DANAE)

En ‘Tierra de Campeones’, Eduardo Zúñiga se inspira en la leyenda de Raúl Choque, icono del deporte chileno tras ser campeón del mundo de pesca submarina en 1971. Su condición de paria, de hombre hecho a sí mismo, en unos años donde el Gobierno de Salvador Allende confirió dignidad a las clases populares, acrecentó su mito casi tanto como el hecho de su posterior caída en desgracia tras el golpe de Estado de Pinochet. Queriendo contar la historia de un lugar y de unos personajes, Zúñiga evoca la memoria de todo un país.

Esta es una novela ambientada en Iquique, la ciudad que tuvo que abandonar siendo un niño. ¿Fue el deseo de volver a aquellos paisajes lo que inspiró ‘Tierra de Campeones’?

Yo dejé Iquique cuando tenía doce años para ir a vivir a Santiago y todo lo que he escrito desde entonces me remite a ese lugar. Siempre me juro que no volveré a escribir sobre esos paisajes, pero al final me acabo traicionando. Esta novela presenta una singularidad y es que remite a un Iquique que yo no conocí, el de los años 60 y 70. Pero al final mi deseo de escribir nace de la necesidad de indagar en una serie de historias y de personajes que remiten a ese territorio tan particular.

¿Hasta qué punto esa deslocalización de la narrativa contribuye a definir la complejidad de una nación? Se lo pregunto porque, hasta no hace mucho, en bastantes países se escribía desde y por la capital, y eso es algo que últimamente está empezando a cambiar.

Para mí el territorio marca la escritura y la forma en que uno se enfrenta a la realidad. La literatura chilena tiene gran variedad de textos que abarcan toda su compleja geografía pero, al mismo tiempo, es un país profundamente centralista: todo ocurre en Santiago de Chile.

«Convocar una mirada sobre esos otros lugares no deja de ser un gesto político, porque te hace contemplar el país de otra forma»

Cuando publiqué mi primera novela me di cuenta de lo singular que para muchos resultaba el hecho de enfrentarse a un texto que no evocaba la vida en las grandes ciudades, sino que estaba ambientado en el extremo norte de Chile. Mi literatura ha estado marcada por esa geografía, sobre todo por la idea del desierto, y creo que, en el fondo, convocar una mirada sobre esos otros lugares no deja de ser un gesto político, porque te hace contemplar el país de otra forma.

Es que el hecho de escribir sobre gente que está en los márgenes ya tiene mucho de gesto político, ¿no?

Absolutamente, sobre todo porque esa gente está invisibilizada social y políticamente. Ese aislamiento es real y condiciona la manera en que esas personas se enfrentan al mundo.

No sé si ese propósito de bucear en la idiosincrasia chilena fue el que le motivó a escribir sobre ese orgullo nacional vinculado a las glorias deportivas, algo que suele definir a aquellos territorios acomplejados respecto de su presente, pero también de su futuro.

Cada pequeño gesto que te acerque a la idea de triunfo es casi una necesidad vital para esas personas que viven en los márgenes y que todo lo que han logrado es en base a su esfuerzo. Figuras como la de Chungungo Martínez, que es el protagonista de la novela, son motivo de orgullo para esa gente de provincias, precisamente por el hecho de estar socialmente invisibilizados.

Yo me refería, sobre todo, a la instrumentalización política que se hace de estas figuras para reforzar discursos sobre la grandeza nacional.

Obviamente. A Chungungo los políticos lo llevan, lo traen y lo pasean, y él participa de esa algarabía que les produce a los otros el hecho de que haya sido campeón mundial. Pero ese tipo de orgullo hay que mirarlo con sospecha, de ahí el título de la novela.

‘Tierra de campeones’ encierra un guiño irónico ya que, si bien ese es el sobrenombre que se le suele reservar en el imaginario chileno a un lugar como Iquique, no deja de ser curioso que dicho apelativo se use para definir a una tierra azotada por todo tipo de violencia: violencia política, social, económica, geográfica…

‘Tierra de campeones’ es un relato sobre la rebeldía de los parias que usted ubica en una época muy concreta de la historia de Chile, con la campaña que llevó a Allende a la presidencia como telón de fondo. ¿Fue algo deliberado ambientar la novela en ese contexto?

A ver, la novela parte de la leyenda de Raúl Choque, que fue campeón mundial de caza submarina en 1971. Era una historia que llevaba tiempo en mi cabeza y, queriendo darle forma literaria, me pongo a documentarme y a buscar información, y es ahí donde comienzo a darme cuenta que el contexto de esta historia es el contexto de la Unidad Popular. Entonces me pregunté: ¿me interesa entrar en ese espacio? Y la respuesta fue que sí.

(J. DANAE)

No solo había un deseo literario por mi parte sino también un deseo político de retratar esa época. Obviamente, no me apetecía traerla a primer plano, pero sí tenerla como trasfondo, porque esos triunfos deportivos acontecieron en unos años donde también había una cierta algarabía política, un deseo de recuperar el orgullo, pero donde al mismo tiempo había conflictos muy evidentes, con la derecha iniciando su labor para torpedear el Gobierno de Allende. Me interesaba sobre todo, hablar de cómo esas políticas de los gobiernos de la Unidad Popular contribuyeron a cambiar la vida de las personas y cómo, después, la dictadura acabó con todo eso.

¿Hasta qué punto la pérdida de memoria histórica que amenaza nuestro presente le sirvió como acicate para narrar lo que fueron aquellos años?

Lo brutal de la dictadura fue su decisión de borrar programáticamente todo ese universo de justicia social que Allende pretendía articular. Mientras escribía la novela me preguntaba: ¿por qué te interesa escribir sobre aquella época? ¿qué tiene que ver con tu presente? Y la respuesta me la dio la conmemoración de los 50 años del golpe, donde surgieron muchos discursos negacionistas y donde la derecha se apropió del relato para que la discusión pública no girara en torno al golpe sino en torno a la Unidad Popular y a la idea de cuánta culpa tuvo el Gobierno de Allende en esa crisis política que desembocó en el golpe de Estado. Eso me hizo pensar que, a pesar de estar escribiendo una novela ambientada en 1971, ‘Tierra de campeones’ es una obra que habla del presente más que del pasado. Pensamos que el relato sobre la memoria histórica es un relato que ya está establecido pero lo cierto es que no termina nunca de establecerse y la literatura es una manera de entrar en esa discusión. No digo que sea una obligación de los escritores, pero debes ser consciente de que cuando escribes una novela estás generando una herramienta política.

«Pensamos que el relato sobre la memoria histórica es un relato que ya está establecido pero lo cierto es que no termina nunca de establecerse»

Desde esa responsabilidad con la propia Historia, ¿cómo fue lo de inspirarse en hechos reales para construir una ficción como esta?

Para mí fue muy importante que se me apareciera la figura de Chungungo Martínez como una figura separada del personaje real que lo inspira y de su leyenda. A partir de ahí lo que sí llevé a cabo fue un proceso de documentación para poder imaginar mejor lo que fue aquella época. Pero eso te lleva a trabajar con materiales que coquetean con la realidad y no con cualquier realidad, sino con aquella que se dio en unos años que fueron trascendentales en la Historia de Chile. Con lo cual, por mucho que estés escribiendo una ficción, confrontarte con ese período te genera un gran sentido de la responsabilidad, ya que estás trabajando con un material delicado, incluso inflamable en muchos casos. Pero a partir de ahí lo que la realidad te procura es un marco para dejar volar tu imaginación como escritor.

En una entrevista para GARA, el escritor Antonio Scurati aseguraba que ‘la novela ofrece una verdad literaria que complementa la verdad histórica’. ¿Está de acuerdo?

Lo suscribo. La ficción y la literatura te permiten entender la realidad a unos niveles distintos que los libros de Historia o las investigaciones periodísticas. No digo que sean excluyentes, más bien son fuentes complementarias. Pero, por ejemplo, en esa investigación que realicé para documentarme sobre cómo era el Chile de los 60, lo que más hice fue leer literatura chilena de la época, tanto narrativa como poesía.

«Cada pequeño gesto que te acerque a la idea de triunfo es casi una necesidad vital para esas personas que viven en los márgenes y que todo lo que han logrado es en base a su esfuerzo»

Hay una frase que me vino a la cabeza leyendo ‘Tierra de campeones’ y es esa réplica de ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, donde se dice: «Cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda». Su novela narrativa está imbuida un poco de esa idea, ¿no?

Es cierto que mi novela tiene ese carácter legendario en parte por cómo está narrada. A mí me costó dar con la voz que iba a narrar esta obra y, cuando me vino que fuera alguien que había conocido al Chungungo de joven y que luego le perdió la pista quien contase su historia, me di cuenta de que eso me iba a permitir trabajar en un registro en el que nunca había trabajado como es el de la leyenda.

Pero no me interesaba resolver esa leyenda ni explorar los mitos inherentes a la misma, más bien lo que quería era construir la biografía de un personaje que remite a toda una serie de figuras chilenas que tuvieron que hacerse a sí mismos porque, lo quieras o no, el lugar donde naces, marca tu vida.