El Barcelona de Jonathan Giráldez es una máquina perfecta de hacer fútbol que todos los aficionados deberían intentar ver jugar en directo antes de que acabe su época. Que acabará algún día, para alivio de sus rivales. Porque es fácil disfrutar con el espectáculo cuando el damnificado es otro, y posiblemente ni siquiera así si el castigo es excesivo, pero no tanto cuando es uno mismo la china bajo el zapato del tirano culé.
De eso sabe un rato la Real, que nunca en toda su historia ha sido capaz de ganar al Barcelona y menos aún en estos últimos años en los que sobran dedos de las manos para contar los equipos ante los que han sucumbido las catalanas, que en el último lustro han conquistado 15 de los 19 torneos que han disputado, a la espera de lo que hagan el próximo sábado en la final de Champions League contra el Olympique de Lyon, el único equipo que hoy en día parece capaz de doblegarles.
El problema de la Real no es que haya convertido esas derrotas ante el Barcelona en costumbre, como tantos otros, es que además en esa lista interminable se acumulan golpes dolorosísimos. Lo fue el de Salamanca, quizá porque las donostiarras, habiendo ganado apenas unos meses atrás su primera final, llegaron a aquella Supercopa con una ilusión que rozaba la candidez. Lo han sido algunas de las goleadas igualmente escandalosas que han encajado estos años. Y lo ha sido el que se han llevado en La Romarda. Porque pese a ir contra toda lógica y contar con una experiencia que obligaba a la cautela, igualmente había ilusión ahora. La ilusión que siempre ampara la imprevisibilidad de la competición. Y también la convicción de que la Real vendería cara su piel.
Por eso el golpe ha sido tremendo y doble. Porque no hay ilusión que pueda con la superioridad del Barcelona ni personalidad que aguante indemne un marcador como el de La Romareda muy por muy grande que sea el rival y porque, aunque ha apretado en busca de un gol para dedicar a su incansable afición en los últimos minutos con todo sentenciado, la Real ni siquiera ha aprobado su propio examen. Las catalanas han entrado mejor al partido y han jugado con más intensidad, dos de los pocos, quizá únicos, apartados en los que se les puede al menos igualar.
La calidad y la voracidad de un Barcelona que nunca se cansa de marcar ni de ganar han hecho el resto. De poco ha servido que Natalia Arroyo quisiera resguardarse un poco colocando una línea de cinco atrás porque el equipo de su buen amigo Jonathan Giráldez, que había salido con todo –y todo en este caso es mucho decir–, se ha adelantado nada más empezar el partido. Con suspense porque ha estado a punto de parar Lete y ha habido revisión del VAR por posible fuera de juego pero en el minuto cinco llegaba el 1-0 con la firma de Ona Batlle.
Para el descanso, las catalanas ya ganaban de cinco. Paralluelo de cabeza, Graham Hansen atenta para aprovechar un rechace, de nuevo la noruega con asistencia de Paralluelo y otea vez Ona Batlle culminando una acción coral de dibujos animados llevaban la manita al marcador.
Desbordada en defensa, la Real tampoco era capaz de recuperar el balón y llevarlo arriba con peligro aunque lo ha intentado las contadísimas veces que ha tenido la ocasión. Y vaya cómo se han venido arriba los más de 6.000 aficionados txuriurdines que arroparon al equipo, aunque solo fuera con un centro de Franssi que ha atrapado Paños, un disparo lejano de Andreia que se ha ido alto o una carrera de Bernabé por banda, la única del partido, cuyo centro ha despejado Engen y rematado alto Franssi.
Ver a Alexia, Rolfo y Walsh –campeona del mundo, medallista olímpica y mundial, campeona de Europa– calentando en el descanso hacía temer que el Barcelona no levantaría el pie en la segunda parte y, efectivamente, así ha sido. Mariona por partida doble y Pina, que no había dejado de buscar el gol desde el pitido inicial, han completado la goleada.
En la recta final, empujada por una afición que no ha dejado de animar en ningún momento –así se lo ha agradecido el equipo expresamente–, la Real ha podido dar un paso adelante e ilusionarse al menos con la posibilidad de marcar un gol que no ha llegado.
Natalia Arroyo: «El cómo nos ha destrozado y nos duele»
Si ha sido un trago duro para el equipo aguantar sobre el campo con semejante marcador, también lo ha sido para Natalia Arroyo comparecer ante la prensa tras el encuentro. ha reconocido que la derrota y, sobre todo, cómo se ha producido, había «destrozado» al equipo.
«Estamos fastidiadas –ha admitido–. Siento que demasiadas jugadoras han estado sufriendo y sintiéndose superadas. Eso me deja mal, no he sido capaz de prepararles lo suficiente para que no se sintieran tan desbordadas en algún momento. Me molestan las lágrimas de todo el mundo. Nos han pasado por encima desde el primer segundo. Habíamos imaginado otra cosa y no hemos podido dárselo ni a la afición ni a las jugadoras». Y la consecuencia es que las donostiarras han acabado «muy fastidiadas, nos va a costar digerirlo. Dentro de unos días empezaremos a disfrutar de lo que también es meritorio y es que somos subcampeonas. Pero el cómo hoy nos ha destrozado y nos duele».
Ha admitido Arroyo que encajar el primer gol a los cinco minutos ha afectado, pero no ha sido lo único que ha condenado al equipo. «No hemos sido capaces de llegar a todo y se nos ha juntado esa frustración y vernos con el 0-1 tan pronto. Hemos sufrido mucho defensivamente, el balón nos quemaba y hemos estado totalmente superadas. Creo que ha sido lo peor. Ir viendo el marcador, cuánto queda y no sé dónde ponerme. Ha sido lo más frustrante. Hemos intentado durante el primer tiempo ser más agresivas, pero es que la eficacia del Barça ha sido altísima, fruto muchas veces de nuestra falta de contundencia. Tenemos que mejorar si queremos ser competitivas».
Arroyo se ha dirigido a la afición para decirle «que lo siento y que eskerrik asko por haber estado animando, por dedicar su tiempo y recursos a darnos apoyo. Lo siento, hemos planteado algo que no ha salido bien, no hemos estado a la altura de lo que ellos ofrecían. Han sido una afición ganadora de la Copa».
FICHA DEL PARTIDO:
8 - F.C. Barcelona: Sandra Paños; Lucy Bronze (Marta, m.63), Paredes, Engen, Batlle; Aitana Bonmatí (Alexia Putellas, m.46), Pina, Guijarro (Walsh, m.54); Graham Hansen (Brugts, m.68), Mariona, Salma (Rolfo, m.54).
0 - Real Sociedad: Lete; Emma Ramírez (Viles, m.81), Aparicio (Etxezarreta, m.70), Vanegas, Arnáiz (Cecilia Marcos, m.59), Alejandra Bernabé (Jacqueline, m.59); Franssi, Andreia Jacinto, Eizagirre; Jensen (Lorena Navarro, m.70) y Amaiur.
Goles: 1-0, m.5: Batlle. 2-0, m.13: Salma. 3-0, m.19: Graham Hansen. 4-0, m.26: Graham Hansen. 5-0, m.33: Batlle. 6-0, m.48: Mariona. 7-0, m.52: Pina. 8-0, m.58: Mariona.
Arbitra: María Eugenia Gil Soriano. No ha habido amonestadas.
Incidencias: Final de la Copa disputada en el estadio de La Romareda de Zaragoza ante 25.617 espectadores.